Los cínicos no sirven para este oficio.

La nota de la periodista…

Mayella Lloyd

Con esta frase, uno de los máximos exponentes del periodismo, Ryzard Kaspuscinski, titula una obra, que es catalogada como un canto a la ética periodística y una referencia obligada para ejercer el oficio de contar, con un mínimo de dignidad.

 

Basta leer el prólogo para entender qué lejos están algunos de estos parámetros y cuán importante es que,  quienes estamos conscientes de la responsabilidad que conlleva el ser periodista, dejemos claro a las futuras generaciones de comunicadores que hay una gran diferencia  entre quienes condicionan su pluma ante el poder y, quienes como Kaspuscinski y afortunadamente muchos otros, han escogido ser éticamente correctos.

 

Por ello, y como un aporte a quienes nos siguen en estos menesteres, y por qué no, a quienes se sienten asfixiados ante la mediocridad, hipocresía, sumisión y corrupción que les rodea, me permito compartir algunos aspectos de esta obra que a mi juicio tendría que ser para los periodistas, lo que la Constitución para los juristas.

 

Kaspuscinski asegura, que en el  oficio del periodismo, hay algunos elementos específicos muy importantes.

 

El primero es una cierta disposición a aceptar el sacrificio de una parte de nosotros mismos.  Por ser una profesión altamente exigente, debemos convivir con ella 24 horas al día todos los días del año.  Pero esta como otras profesiones se puede desempeñar en dos niveles muy distintos -agrega:

A nivel artesanal, como según él sucede en el 90 % de los periodistas, y que no se diferencia en nada de cualquier otra profesión porque no existe un compromiso auténtico.  Y luego habría un nivel más elevado, que es el más creativo, y que requiere verdaderamente toda nuestra alma, nuestra dedicación, nuestro tiempo.

 

El segundo elemento de nuestra profesión es la constante profundización en nuestros conocimientos, ya que contrario a otras profesiones en las que se va a la Universidad se obtiene un diploma y allí se acaba el estudio; porque a lo largo de la vida les basta con administrar lo que se ha aprendido.  En el periodismo la actualización y el estudio son la cualidad sine qua non. No bastan según Riszard, los dotes naturales  porque estas capacidades se agotan en poco tiempo.

 

La tercera cualidad importante de este oficio es la de no considerarla como un medio para hacerse rico.  Es casi, imposible que un periodista se haga rico haciendo su trabajo honestamente.

 

En resumen: sacrificio y estudio.

Destaca el autor que Para los periodistas que trabajan con las personas, que intentan comprender sus historias, que tienen que explorar y que investigar, la experiencia es, naturalmente fundamental.  La fuente principal de su conocimiento periodístico deben ser –los otros-.  En este sentido afirma, que el único modo correcto de hacer nuestro trabajo es desaparecer, olvidarnos de nuestra existencia.  Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos.

 

Culmino con un párrafo alentador, para quienes –en Panamá- a pesar de estas vicisitudes ineludibles, mantienen firme su deseo de ser periodistas éticamente correctos.  Y que en lo personal me retrotrae a las lecciones impartidas por otro gran periodista colombiano, el Dr. Javier Darío Restrepo, del diario El Tiempo de Bogotá. Dedicado defensor de la ética  en el periodismo y de quien tuve el honor de ser su alumna.

 

“Tened paciencia y trabajad.  Nuestros lectores, oyentes, telespectadores son personas justas, que reconocen enseguida la calidad de nuestro trabajo, con la misma rapidez, empiezan a asociarla con nuestro nombre; saben que de ese nombre van a recibir un buen producto.  Ese es el momento en que se convierte uno en un periodista estable.  No será nuestro director quien lo decida, sino nuestros lectores.”

<> Nota publicada el Sábado, 13 de noviembre de 2010 a las 12:02  en Facebook por la autora a quien damos todo el crédito que le corresponde.

Mas artículos de la autora en: https://panaletras.wordpress.com/category/lloyd-mayella/c

Los roedores de la gloria

Por:

Mayella Lloyd/ Periodista

Ante la perturbadora emoción que percibí en los comentarios de algunos amigos y amigas que gentilmente leyeron mi artículo “Schadenfreude”, comparto algunas de las enseñanzas que nos regala José Ingenieros, en su obra “El Hombre Mediocre, que espero sirvan de alivio a la desagradable inquietud que generan los envidiosos que pululan en nuestro entorno.

“El motivo de la envidia se confunde con el de la admiración, siendo ambas aspectos de un mismo fenómeno. Sólo que la admiración nace en el fuerte y la envidia en el subalterno. Envidiar es una forma aberrante de rendir homenaje a la superioridad. El gemido que la insuficiencia arranca a la vanidad es una forma especial de alabanza.»

“Toda culminación es envidiada. En la mujer la belleza. El talento y la fortuna en el hombre.  En ambos la fama y la gloria., cualesquiera sus formas.” (a estos yo agregaría la felicidad)  “La que ha nacido bella- y la belleza para ser completa requiere entre otros dones, la gracia, la pasión y la inteligencia- tiene asegurado el culto de la envidia.    Sus más nobles superioridades serán adoradas por las envidiosas; en ellas clavarán sus incisivos, como sobre una lima, sin advertir que la pasión las convierte en vestales. Mil lenguas viperinas le quemarán el incienso de sus críticas; las miradas oblicuas de las sufrientes fusilarán su belleza por la espalda; las almas tristes le elevarán sus plegarias en forma de calumnias, torvas como el remordimiento que las atosiga, pero no las detiene.”

“El talento en todas sus formas intelectuales y morales; como dignidad, carácter, como energía, es el tesoro más envidiado entre los hombres.”“……..perdona al portador de cualquier sombra moral, perdona la cobardía, el servilismo, la mentira, la hipocresía, la esterilidad, pero no perdona al que se sale de las filas dando un paso adelante.”

“Basta que el talento permita descollar en las ciencias, en las artes o en el amor, para que los mediocres se estremezcan de envidia. Así se forma en torno a cada astro una nebulosa grande o pequeña, camarilla de maldicientes o legión de difamadores: los envidiosos necesitan aunar esfuerzos contra su ídolo, de igual manera que para afear una belleza venusina aparecen por millares las pústulas de la viruela.”

“Todo el que se siente capaz de crearse un destino con su talento y con su esfuerzo está inclinado a admirar el esfuerzo y el talento en los demás; el deseo de la propia gloria no puede sentirse cohibido por el legítimo encumbramiento ajeno. El que tiene méritos, sabe lo que le cuesta y los respeta; estima entre los otros lo que desearía se estimaría en él mismo.   El mediocre ignora esta admiración abierta; muchas veces se resigna a aceptar el triunfo que desborda las restricciones de su envidia.  Pero aceptar no es amar.   Resignarse no es admirar.”

“Los espíritus alicortos son malévolos; los grandes ingenios son admirativos. Estos saben que los dones naturales no se transmutan en talento o en genio sin un esfuerzo, que es la medida de su mérito.  Saben que cada paso hacia la gloria ha costado trabajos, vigilias, meditaciones hondas, tanteos sin fin, consagración tenaz……. Esa conciencia de lo que el mérito importa, lo hace respetar.   El envidioso, que lo ignora, ve el resultado a que otros llegan y él no, sin sospechar de cuantas espinas está sembrado el camino de la gloria.”

“…..la envidia es una enfermedad y nada hay más respetable que el derecho de lamentarse cuando se padecen congestiones de la vanidad.  El envidioso es la única víctima de su propio veneno; la envidia le devora como el cáncer a la víscera, le ahoga como la hiedra a la encina.”

Amigos y amigas, cierro esta serie de extractos (quizá para invitarlos a leer o releer esta maravillosa obra) con esta conclusión también del mismo autor: “La mayor satisfacción del hombre excelente está en provocar la envidia, estimulándola con los propios méritos, acosándola cada día con mayores virtudes, para tener la dicha de escuchar sus plegarias. No ser envidiado es una garantía inequívoca de mediocridad.”

Y le agrego: Sean como la flor de Lotus que no importa el pantano en el que se encuentra, igualmente florece y perfuma.

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Artículo publicado por  Mayella Lloyd el 11 de agosto de 2010 a las 11:22, a quien damos todo el crédito que le corresponde y las gracias por etiquetarnos para publicarlo en este espacio.

TV, narcisismo y violencia

La opinión de la periodista…
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MAYELLA LLOYD

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TV, narcisismo y violencia

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La evidencia clara de la cotidianeidad nos demuestra cómo la escalada de violencia se ubica como una de las mayores preocupaciones que nos aquejan.

Todo ocurre ante la incapacidad de las autoridades, que no hacen más que aplicar parches a un problema que debe ser tratado de raíz y, de paso, algunos medios televisivos que, de la manera más grosera, anteponen el negocio sobre el bien común.

Este escenario no hace más que impacientarnos por la forma en que nos convertimos, cada vez más, en esclavos y víctimas de la incapacidad, el “ rating ” y la malignidad generalizada del entorno, producto, en gran medida, de las anteriores, sin dejar de otorgar su responsabilidad a la familia. Hoy, es más importante tener BlackBerry que comer o pagar la luz. Es un tema tan complejo, cuyo análisis contiene diversas aristas, pero quisiera referirme en esta oportunidad al caso particular de los medios televisivos y la violencia que promueven y dejar para otra ocasión la chabacanería reinante actualmente.

Hace algún tiempo, recuerdo haber visto un reportaje en un canal extranjero sobre el caso de un niño que, al ver los cartones animados en la televisión, quedó tan impresionado con la imagen de un monstruo aparecido por sorpresa que por más de una semana no logró conciliar un sueño sereno, atormentado por esa imagen que recurrentemente volvía a su pensamiento en forma de pesadillas.

Para algunos, esta podría ser una historia de carácter espectacular para un noticiero, contada de forma banal, apta para un titular que genere “ ratings “; sin embargo, ese mismo programa, de una empresa televisiva responsable con su público, presentaba a profundidad cómo un simple programa de televisión puede ser nocivo a la psiquis de cualquier persona y, más aún, a la de los más pequeños.

En el reportaje hacían referencia a que no es hasta aproximadamente los 10 años de edad que un niño está en grado de distinguir las diferencias entre realidad y ficción y cómo, en el caso de los pequeños, van más allá de su capacidad de comprensión y asimilación emotiva, obligándolos a recibir pasivamente aquello que pasa por sus ojos, sin poder distinguir lo que es lícito de lo que no lo es. Finalmente, cuando está en grado de comprender los complejos secretos de la pantalla chica, aquellas imágenes habrán dejado huellas indelebles en los procesos mentales.

Lo anterior demuestra cómo un niño que pasa largas horas frente a la TV, sin supervisión de un adulto responsable , puede caer en una conducta de indiferencia emotiva que se verá reflejada posteriormente en su vida, convirtiéndose en un círculo vicioso. Sobre los adultos remarco responsable , porque la mayoría de las veces son adultos, entre ellos los padres, quienes someten a los menores a programaciones, conversaciones y acciones no aptas para ellos, lo que influye en su precoz percepción de la realidad, y hacen casi imperceptibles las categorías de bueno y malo en su mente.

Claro está, son varios los factores que determinan nuestro comportamiento, algunos de hecho intrínsecos, pero se ha evidenciado cómo el ambiente influye en un porcentaje importante, cómo la exposición continua a imágenes violentas logra una adaptación y un hábito que induce en el espectador ingenuo (por no decir cretino producto de la programación chatarra que nos ofrecen) un estado de ánimo que exalta el protagonismo.

Prueba escalofriante de este protagonismo mal asumido es la respuesta de algunos jóvenes homicidas que al ser interrogados sobre qué los llevó a incurrir en un delito tan grave, responden, sin reparo: “Para salir en televisión”. Esta necesidad de demostrar “que son dementes” o “que pican”, según su propio lenguaje, es alimentada por el criterio meramente lucrativo y narcisista con el que inescrupulosos comunicadores se jactan de su liderazgo en los “ratings”, mientras sacan ventaja del dolor y la tragedia.

Si bien es un fenómeno global, el agravante en sociedades como la nuestra, en las cuales impera la impunidad, salvo casos aislados generalmente dirigidos hacia grupos adversos, carentes de estructuras sociales más fortalecidas como la familia, instituciones de apoyo social o carentes de funcionarios de gobierno que vayan más allá de la promesa electoral y el espectáculo mediático, lo convierte en algo realmente insostenible.

Como comunicadores sociales, y en especial quienes tienen la responsabilidad de seleccionar la programación y dirigir los espacios noticiosos, debemos activar nuestras conciencias teniendo siempre presente que, más allá de las ganancias, las caricias al ego que producen los “ratings“ o las leyes que nos regulan, existe un deber deontológico hacia la dignidad de quienes nos ven, escuchan y leen.

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Publicado el 11 de septiembre de  2009 en el diario La Estrella de Panamá; a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.