La opinión de….
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Raúl Moreira Rivera –
Recientemente la República de Panamá ha recibido importantes reconocimientos a su extraordinario desempeño económico. Las principales agencias calificadoras de riesgo otorgaron a nuestro país el tan ansiado grado de inversión.
Posteriormente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico informó que Panamá registró uno de los mejores índices de competitividad en América Latina. Estos reconocimientos fueron ampliamente divulgados en todos los medios, sin embargo un informe en el cual también aparecía nuestro país no recibió la misma publicidad, de hecho ha sido prácticamente ignorado.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reveló las cifras del Índice de Desarrollo Humano de 2010 en el cual Panamá aparece en la posición No. 60 de desarrollo a nivel mundial, ubicándonos como un país de desarrollo humano alto.
A pesar de todas las buenas nuevas antes señaladas, podemos ver que dentro de este informe el PNUD preparó una tabla de la desigualdad en el mundo, utilizando el instrumento de análisis conocido como el Coeficiente de Gini que va de 0 a 100, en el cual 100 es una desigualdad absoluta. En esta lista se señala que nuestro país con 54.9 se encuentra ubicado a nivel mundial en la posición número 11, con el peor nivel de desigualdad económica, con Namibia, Las Comoras y Bostwana encabezando la lista con un 74.3, 64.3 y 61.0, respectivamente, y en la posición No. 5 entre los países de América Latina por detrás de Colombia con 58.5, Bolivia 58.2, Honduras 55.3 y Brasil con 55.0.
La desigualdad antes señalada se refleja en la encuesta de niveles de vida de 2008 en la que se observa que el 20% de los hogares más pobres recibía apenas el 5.1% del ingreso total, mientras que el 20% de los más ricos acumulaba el 48.5% del ingreso. Esta situación, además de ser grave, refleja el empeoramiento de la misma, ya que con relación a la encuesta de 2003, los hogares más pobres recibieron 0.34% menos del ingreso total, mientras que los ingresos de los más ricos se incrementaron un 1.2%.
La historia de América Latina muestra cómo situaciones generadas por la distribución desigual del ingreso se convirtieron en el caldo de cultivo de conflictos armados en los cuales se buscaba el derrocamiento de las instituciones para instaurar mecanismos con una mayor perspectiva social.
Aun cuando hoy son pocos los que siguen este ejemplo, esta desigual situación ha dado paso a otros escenarios en los cuales se refleja esta delicada situación social. La delincuencia, violencia, narcotráfico y otras lacras sociales que corroen las entrañas de la sociedad utilizan a los sectores más desposeídos, ya sea como mercado o como instrumentos para incrementar su poder.
Si no recapacitamos y tomamos medidas que conlleven a la satisfacción de las necesidades sociales de la población más marginada, corremos el peligro de enfrentar la realidad de otros países en los cuales los ricos no pueden disfrutar de su riqueza por andar constantemente protegidos por ejércitos de guardaespaldas y viviendo en mansiones amuralladas, mientras que las familias de los más pobres se desintegran aún más, creando una espiral que nadie puede adivinar en qué ha de acabar.
Según algunos autores, en momentos en los cuales los países se disputan la atracción de la tan deseada inversión extranjera, resulta peligroso utilizar conceptos como la redistribución del ingreso, ya que el mismo lo asocian con regímenes en los cuales la empresa privada ve amenazada su existencia, sin embargo la realidad que enfrentamos nos obliga a tomar medidas urgentes, de lo contrario no nos quedará más que lamentar la destrucción de nuestra sociedad, incluyendo a estas empresas que se desean proteger, y añorar en el futuro lo poco que nos queda aún de seguridad en la actualidad.
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<> Este artículo se publicó el 20 de octubre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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