La opinión de……
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Jorge Castañeda Patten
El transporte público en Panamá nació con imperfecciones desde su misma génesis.
El cómo se creó estuvo marcado por una serie de vicios que a la larga han hecho veces de síntomas para su propio funeral. Exequias que, rescatables o no, no son temas ahora de discusión; lo que tenemos ahora es una necesidad urgente de una población exigente versus una forma de transporte mellada por los medios de comunicación y de forma endógena por una serie de eventos atroces propias de una crisis.
Pero, en medio de esta vorágine de sucesos siempre existe el ánimo de lucro, oculto entre las fauces gubernamentales de quienes buscan enriquecerse de cualquier forma y a cualquier costo, más que el beneficio popular y ciudadano. La propuesta del Metro Bus es una falacia que debe ser desenmascarada; el hecho que cambien “Diablos Rojos” por buses “Yeyés” que a la final quedarán obsoletos y derruidos como toda institución gubernamental que le tiene que servir al pueblo es otra promesa falsa.
Peor aún, la empresa privada que gane la concesión (con ayuda de algún mecenas) llenará sus arcas con el aumento del pasaje, inevitable e irrebatible hasta por el propio gobierno que al referirse al tema se limitan a decir que “se hará lo posible por escoger la mejor oferta”. Además de que se dejará sin sustento a muchas familias dependientes del sistema de transporte, los choferes responsables, los asistentes y otros ubicados en el organigrama de este servicio, auspiciando de forma indirecta la posibilidad de aumentar la tasa delictiva al no brindar solución certera, al contrario, abandonándolos a su suerte con la incertidumbre de saber qué comerán sus familias.
Lo cierto es que en este renglón un ente privado siempre velará por sus ganancias y no por el beneficio de los trabajadores y menos del usuario.
Sobre el estado actual de los buses es otra prueba fehaciente de como el neoliberalismo ataca y destruye la pequeña inversión nacional; o sea, los propietarios de buses también son afectados por el alto costo de la vida y demás males que afectan a todo el pueblo panameño. Hábilmente, el gobierno nacional se aprovecha de esta coyuntura para imponer a sangre y fuego reformas en el sistema sin estudiar a fondo importantes puntos en las necesidades del panameño como lo son la red vial de acceso a la ciudad y la falta de planificación urbanística con lo que se pudiese garantizar la minimización de los terribles tranques.
Con el Metro Bus, el negociado se garantiza, pues, ¿quiénes creen que van a pagar la ganancia de una transnacional cuando esta decida que sus costos de operación no son cubiertos con 25 centavos de pasaje? Cuando suban la gasolina y el diésel, así mismo va a subir el pasaje. Nadie se debe oponer a una reorganización y solución al transporte del pueblo, pero de esta forma tampoco se puede permitir.
Exigimos una respuesta justa y popular sin concesiones leoninas y lesivas al pueblo; despertemos del desconocimiento que algunos nos quieren imponer; como alguien escribió alguna vez: “lo peor de la ignorancia es que a medida que se prolonga, adquiere confianza”.
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Publicado el 27 de enero de 2010 en el Diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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