Otra tarea pendiente para Anam

Otra tarea pendiente para Anam
Leslie Enrique Marín – Abogado ambientalista – Escritor…

¿Has meditado sobre el ruido que todos los mares reciben procedente del aumento de naves, el incremento de exploraciones en busca de gas o petróleo y de las nuevas generaciones de sonares militares? Si todavía no lo has hecho, aprovecharé que el pasado 12 de febrero, durante el sexagésimo tercer período de sesiones, la Asamblea Nacional de Naciones Unidas resolvió designar, mediante el artículo 171 de la Resolución A/RES/63/111, el 8 de junio de cada año como “Día Mundial de los Océanos”.

Es, pues, en el marco de dicha celebración que se aproxima, que abordaré brevemente un tema que, pese a tener “en jaque” a miles de investigadores desde hace varios años, aún no se ha dimensionado popularmente en nuestros países: el ruido interoceánico de origen antropogénico. Y no, no se trata de una “locura más” del ecologismo.

Cerremos los ojos, por tan solo un momento, e imaginemos que dependemos de la audición para movilizarnos, encontrar alimento, localizar una pareja, evadir predadores o hasta para comunicarnos con nuestras crías. ¿Qué ocurriría entonces si un factor ajeno a nuestro entorno nos interrumpe esa básica e indispensable comunicación?

Lo que ocurrirá es lo que ha venido pasando en los últimos años: un incremento en la desorientación y pérdida de rutas migratorias de, por ejemplo, delfines y ballenas tras la pérdida temporal o permanente del oído. ¿O acaso pensabas que era una coincidencia que los medios de comunicación reporten varamientos cada vez más seguido y en mayor número de individuos; o que, como nota curiosa, informen el hallazgo de ejemplares en lugares fuera de ruta o colisionados?

No en vano, desde julio de 2005, Naciones Unidas considera al ruido interoceánico como una de las cinco mayores amenazas para los cetáceos; y, de hecho, como uno de los 10 problemas que más impactan negativamente la vida marina, no solamente por alterar la reproducción de las especies, sino también por ocasionarles la muerte por hemorragia cerebral, meníngea y/o de otros órganos. De hecho, un año antes, la UICN ya había adoptado una resolución reconociendo al ruido como una forma de contaminación, y llamó a los Estados a adoptar, con base en el Principio Precautorio nacido en la Declaración de Río de Janeiro de 1992, medidas para evaluar los impactos del ruido en hábitats de especies vulnerables y en áreas de concentración de mamíferos marinos.

Que no se me malinterprete, pues no se trata de abandonar al mar cual si nos causara alergia, o renunciar a los beneficios que éste nos ofrece. Lo que se requiere es que nuestras autoridades comiencen a adoptar, como en otras latitudes, nuevos mecanismos que refuercen la delicada función de las Áreas Marinas Protegidas y los Corredores Marinos, de sus hábitats críticos o esenciales, y de las especies sensibles que por allí transitan. Solo así cumpliremos con los compromisos internacionalmente adoptados por nuestro país mediante los innumerables convenios de que somos signatarios.

Publicado el 30 de mayo de 2009 en el diario La Prensa