El día del Mockus

La opinión de…..

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Alejandro J. Fernández


Por razones que me son completamente desconocidas, en Panamá, cuando queremos posponer algo a una fecha parecida al infinito no hacemos referencia a una galaxia lejana sino a nuestras narices. “Le daré su cheque el día del moco”, quiere decir que la persona que ha pronunciado la frase no tiene la más mínima intención de pagar el dinero. El día del moco es un día improbable, imposible, impensable. Un día como el 20 de junio.

Y es que algo improbable, imposible e impensable podría ocurrir ese día.  Un filósofo y matemático, afectado con el mal de Parkinson, que le ha mostrado su trasero al mundo y que pertenece a un minúsculo partido en su país, podría convertirse en Presidente de Colombia.  Esa improbabilidad, imposibilidad e impensabilidad se llama Antanas Mockus.

Cuando Platón habló del gobernante–filósofo jamás se imaginó que su modelo de gobierno perfecto tendría que esperar dos milenios y medio y cruzar un océano ignoto para tener alguna posibilidad de alcanzarse. El mismo Platón intentó convertir a un tirano en filósofo cuando educó a Dionisio II de Siracusa. La aventura se convirtió pronto para el autor de La República en uno de sus más grandes fracasos. Por otro lado, el filósofo Séneca, que fue una especie de César de facto, tuvo enormes problemas manejándose políticamente para controlar al entonces joven Nerón y sus maniobras lo terminaron aislando hasta que le solicitaron formalmente el suicidio, demostrándose así que también es muy difícil la conversión de un filósofo en un buen gobernante. De ahí la magia de Mockus y su capacidad de hacer bien las dos cosas.

Con una campaña completamente diferente en la que no hizo publicidad, Mockus gana la alcaldía de Bogotá y con este triunfo se da inicio a una de las transformaciones más grandes en la historia de cualquier ciudad del mundo. Mockus, el gobernante, trabaja para sanear las finanzas y se arriesga a ser impopular tomando medidas duras para que los números cuadren. Mockus, el filósofo, sabe que la mejor forma de generar cambios es a través de la educación y pone a mimos a que enseñen a cruzar la calle a los bogotanos y les da tarjetas rojas a los conductores para que se amonesten de manera simbólica entre ellos cuando cometen infracciones.

Además, Mockus, el gobernante-filósofo, crea la ley zanahoria. El nombre nace porque en Colombia se les llama zanahorias, de forma algo despectiva, a las personas sin vicios o con costumbres demasiado sanas (de ahí zana-horia). La ley zanahoria, que consistía en limitar el consumo de alcohol en la ciudad hasta la 1:00 a.m., fue una de las medidas que ayudaron a reducir de manera extraordinaria la criminalidad en Bogotá.

De acuerdo a la revista española Quórum, en 1993, antes de Mockus, la cifra de homicidios era de 77 por cada 100 mil habitantes en la ciudad. En 2004, después de la segunda alcaldía de Mockus, el índice se había reducido a 22 homicidios por cada 100 mil. ¡Cuatro veces menos! Platón estaría orgulloso.

Hay que hablar también del Mockus transparente (perdonando el doble sentido). Antanas no oculta nada. Sus números los conoce todo el mundo. Le llama a los ‘dineros’ públicos, “dineros’ sagrados”. Su manejo diáfano no solo lo demostró en dos ocasiones como alcalde de una de las ciudades más grandes y complicadas de América. También se comprobó en la campaña actual a la hora de mostrar su enfermedad. No dudó un minuto en decirle a los votantes que le habían diagnosticado inicios de Parkinson, un mal que, aunque deja intacta la capacidad mental del enfermo, complica enormemente su manejo motor. La imagen de un Presidente tembloroso enfrentando a la guerrilla podría ser muy difícil de vender a un país que espera fortaleza de su gobernante, pero Mockus prefirió arriesgarlo todo y decir la verdad.

Antanas es hoy un Mockus… verde. En 2009, los tres ex alcaldes que habían creado el milagro de Bogotá se unen al Partido Verde Opción Centro y hacen una campaña primaria al revés de todas las otras: Antanas Mockus, Enrique Peñaloza y Luis Garzón se dedican única y exclusivamente a hablar bien de sus rivales. En los debates Mockus exaltaba los valores de Peñaloza, Garzón los de Mockus y Peñaloza los de todos. Tanto amor demostraron estos candidatos frente al público que la prensa colombiana les puso el mote de “Los Trillizos”.

Pero más allá de su cariño mutuo, este partido se convierte rápidamente en sui géneris por su plan de gobierno en el que se presenta, por encima de todo lo demás, a la educación. No recuerdo un solo documento de campaña en este continente que plantee un objetivo tan importante, pero tan poco sexy, como el de la educación como base para alcanzar todos los otros. Esto ya pone a esta propuesta en otro universo. En algún lado muy, muy lejos de América Latina y muy cercano a la antigua Atenas.

Pero aun un genio como Mockus, que ya a los dos años leía, no es perfecto. Y es que este personaje también tiene sus particularidades. Cuando era rector de la Universidad Nacional de Colombia, ante la negativa de algunos estudiantes de dejarlo hablar, procedió a darles la espalda, bajarse sus pantalones y mostrar su trasero lituano a todo el que tuviera ojos.

Este acto, que al principio causó horror en la sociedad bogotana, pronto lo convirtió en una especie de leyenda. Y Antanas ha continuado en la boca de todos con sus muy inusuales actuaciones que incluyen rarezas como la de casarse en un circo (montado en un elefante) y vestirse de súper héroe para salir a pasear por la ciudad.

Pero creo que todos estamos de acuerdo en que cuando comparamos estas “ñamerías” con todo lo que ha hecho y con todo lo que planea y posiblemente haga Mockus, podríamos permitirle que se divorcie en un estadio de fútbol y se disfrace de bruja si le parece bien.

En América Latina tenemos que celebrar esta maravillosa ocasión de ver de cerca la posibilidad (aunque sea remota) de tener un gobernante-filósofo. Y es que sabemos que después del 20 de junio pasarán muchos años, tal vez décadas, para que algo así vuelva a ocurrir. Porque, aunque es posible que un nuevo Antanas aparezca, lo más probable es que eso ocurra, exactamente, el día del moco.

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Este artículo se publicó el  27  de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.