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La opinión del Ingeniero de Sistemas y Comunicaciones…
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Desmond Harrington Shelton –
archbishop22@gmail.com
Este título repite lo pactado por ambos bandos en la Primera Guerra Mundial al momento de concluir cuatro años de hostilidades y regresar los soldados a casa, mientras sus respectivos políticos negociarían la paz los siguientes siete meses. Todo eso culminó con el inequitativo -para Alemania- Tratado de Versalles. Para mí es allí, después de un total de 16 millones de muertos otros 21 millones de heridos en esa contienda, donde señalo la génesis de la Segunda Guerra Mundial que eventualmente cobraría (entre militares y civiles) 56 millones de muertos. Es evidente que no habían aprendido de los vencedores de la Europa Napoleónica sobre cómo mejorar el tacto y términos de paz hacia los vencidos ya que Alemania, así como Bonaparte después de fugarse de Elba, reemerge para saldar cuentas; un libreto digno de Marte, sus fans, y los halcones que aun pululan los pasillos del poder tras las bambalinas aquí y en el Primer Mundo.
George Washington, en su discurso de despedida como presidente en 1796, les advierte a los norteamericanos que evitaran a toda costa, alianzas con cualquier miembro del belicoso continente Europeo. Históricamente (mucho antes y después de Cristo) esa parte del Mundo no había sido más que una casta reincidente de guerras y más guerras explicando entonces porque EE.UU. entró tarde en ambas contiendas mundiales. Es exactamente en el alucinante Salón de los Espejos, en Versalles, que vemos los rencores ancestrales incubados por siglos. Viejo Mundo emerge eclipsando la lógica y buenas costumbres que su elite tanto graznaba a los cuatro vientos engendrando unos términos de paz que atoraría hasta al más disléxico de los presentes. El día después de su firma desaparecieron cuatro imperios (el Kaiser, el Zar, los Habsburgos y los Otomanos) mientras los glotones ingleses y franceses se reparten el Medio Oriente despojado de los Turcos, cooperando en dividir y fomentar el caos de hoy por aquellas latitudes. Ahora Europa era fértil para el encanto de disfuncionales como los carniceros de Hitler y Stalin, cuyas consecuencias continuarían muchos más después de la caída del Muro de Berlín en 1989 y la Guerra Fría.
Se creía que la Primera Guerra sería la que le pondría fin a todas las guerras; que sería por medio de forums como la Liga de las Naciones y después la ONU, donde todas las disputas entre países serían resueltas pacíficamente (!!!). Para mí, esa guerra fue donde se estrenaron novedosas tecnologías de muerte masiva producto de la Revolución Industrial, las cuales fueron mejoradas poco después de aquel noviembre para protagonizarlas en la siguiente hecatombe Europea, pero con el mismo elenco. No sabemos quién fue el último muerto a las 10:59 AM aquel día; nadie quería serlo ni ser su verdugo pero, lamentablemente, alguien lo fue. La mejor anécdota era la de un oficial judío alemán que apuntó y vació su primitiva ametralladora hacia un inerte lago aquellos últimos minutos, después se levantó, se despidió de la trinchera enemiga con aquel universal saludo militar, dio la vuelta y caminó de regreso a su regimiento sin nadie dispararle. De los 50,000 judíos que prestaron servicio al Kaiser 31,500 fueron condecorados por valentía durante esos cuatro años. Sin embargo, ninguno se le permitió volver a prestar servicio militar poco después gracias a Hitler; probablemente muchos de sus descendientes fueron exterminados por sus camaradas de la contienda anterior. Hoy, noviembre 11, es un día feriado en el grueso del Occidente; no lo considero un día de paz si no de luto y de desprecio a la casta política triunfante negociadora en aquel junio 1919.
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<>Artículo publicado el 11 de noviembre de 2010 en el diario El Panamá América, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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