La agricultura panameña

La opinión de….

Hirisnel Sucre Serrano

En una conversación que sostuve con Alberto Velásquez, comunicador especializado en el agro, y Ángelo Chen, prestigioso ingeniero agrónomo, en referencia al desarrollo del sector agropecuario de Costa Rica (que tiene un considerable peso en el PIB de ese país) les señalé que no recordaba que nuestro mismo sector hubiese superado el 5% del PIB en los últimos años, con la diferencia que de este escuálido aporte depende el 40% de la población del país, que en su mayoría vive en pobreza media y extrema ¿cuál será mejor? Y se me ocurrió preguntarle a estos amigos ¿a qué se debía esto? Rápidamente me contestó el ingeniero Cheng que ello era así, “porque Costa Rica no tenía un Canal”.

Esa respuesta la consideré acertada, porque en una ocasión escribí en este periódico que nuestro país tiene geográficamente dos economías: la primera se desarrolla desde Capira hasta la frontera con Costa Rica, y desde Chepo hasta la frontera con Colombia; la segunda está comprendida entre las áreas metropolitanas de La Chorrera, Panamá, San Miguelito y Colón.

La primera economía es de tipo agrario, igual a la centroamericana, y la segunda es de servicios y comercio, tipo Miami;  desarrollada a base de la construcción del ferrocarril, el Canal, los puertos, la existencia de la ex Zona del Canal y, por supuesto, la existencia de bases militares norteamericanas en esa franja, que ya no existe, pero que mantiene sus efectos económicos, sociales y culturales promotores de una robusta actividad comercial y de servicios, creadora desde hace décadas de un “espejismo”, causa principal de una intensa migración de la población del campo a la ciudad en busca de empleo, educación y viviendas, afectando el crecimiento ordenado en estas regiones, provocando un déficit en los servicios básicos, transporte, viviendas y recolección de basura en estas áreas de crecimiento urbano, no planificado. Fenómeno difícil de corregir para cualquier autoridad.

En buena hora hemos conocido, gracias a los medios de comunicación, que el titular del Mida presentó al Consejo de Gabinete un plan estratégico para apoyar al sector agropecuario, con una inversión de 700 millones de dólares en los cuatro años próximos, fortaleciendo el presupuesto de funcionamiento de este ministerio, de tal forma que se establezca un eficiente servicio de extensión agropecuaria que le permita a los técnicos y especialistas de las instituciones del sector público agropecuario llevar a los productores conocimientos y técnicas modernas de producción de alimentos para el consumo nacional y la exportación.

Estoy convencido de que con acciones como estas, ejecutadas como política de Estado, podremos mejorar la productividad (costo/beneficio) para que el productor reciba las utilidades necesarias que le inspiren a continuar en la producción de alimentos, a la vez que se da una oferta de productos superior a la demanda, de forma que los intermediarios en la cadena de comercialización no sean los mayores beneficiarios, y que tanto el productor como el consumidor obtengan beneficios, potenciando la agricultura familiar y la seguridad alimentaria.

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<> Este artículo se publicó el 19  de octubre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Mascotas, celulares y canasta básica

La opinión de…..

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Hirisnel Sucre S.


Después de haberme encontrado y de conversar con mi condiscípulo del Instituto Nacional de Agricultura, Carlos Salcedo, destacado avicultor, decidí escribir las siguientes inquietudes como panameño y profesional de las ciencias agropecuarias por más de 40 años.

Cierto es que fue una promesa de ambas campañas presidenciales bajar la canasta básica familiar.  Yo también lo desearía, pero me pregunto: ¿cómo?, ¿a base de qué?, ¿de resolver la cadena de frío?, ¿de darle más apoyo al productor nacional? ¿ o bajando o eliminando aranceles de productos importados?

Las preguntas anteriores se podrían resolver con una ecuación: mascotas + tarjetas de celular= canasta básica familiar. Veo difícil resolverlas si no tomamos en consideración los hábitos de consumo modernos de los panameños como lo son los excesivos gastos en alimentación y cuidados de animales de pequeñas especies, llamados “mascotas” y el alto consumo de tarjetas de celular de los panameños de la campiña y la ciudad.

Me asombré al ver en un supermercado de la 24 de Diciembre, la cantidad de alimentos para “mascotas” disponibles para su clientela y después, por casualidad, pasé frente a una escuela primaria del sector, me detuve para ver a los niños en la hora del “recreo” y me asombré nuevamente al ver a cada escolar con uno y hasta dos celulares “chateando” o llamando ¿a quién? y hasta tomándose fotos.

Nunca olvido el primer día de ingreso a la Facultad de Veterinaria en el sur de Brasil, donde me gradué, cuando en 1968 el decano nos reunió y dijo:   Aquí aprenderán a ser veterinarios orientados a la producción de carne, leche y lana, porque esto es lo que necesita este país (Brasil); ese mensaje me quedó bien claro y en mis estudios y prácticas fue muy poco lo dedicado a las “mascotas”.

¿Será por casualidad que Brasil hoy es una potencia económica mundial? ¿Será porque esa era la orientación para una profesión que coadyuvara a la actividad más noble del hombre, la producción de comida?

Si bajar la canasta básica de alimentos es para que los panameños ahorremos en comida, ¿a costa de quién? Y que esto se utilice para alimentar, peinar, peluquear y poner champú a las “mascotas” y la otra porción del dinero ahorrado en alimentación familiar, dedicarlo a comprar tarjetas de celular, que la más barata vale B/. 2.10, casi igual a una libra de carne bovina de primera calidad.

Se me ocurre otra “ecuación”: ¿cuántas tarjetas de celular y cuántas libras de carne bovina compra cada familia quincenalmente?, y ¿cuánto cuesta cada “mascota” quincenalmente?

A esta última tengo la respuesta, porque mi hija Rita, que es ingeniera industrial recién graduada, trabaja en un banco, está soltera, tiene una “mascota” en nuestro apartamento en La Alameda, que por no tener conocimientos y práctica no atiendo yo, pero sí veo las facturas de su alimentación y atención, y es ¡una exageración!

Rubén Ureña, tendero de Piriatí en Chepo, me afirmó que él vendía ¡más tarjetas de celulares que pan!

A los estudiosos de esta materia los invito a que me ayuden a resolver esta “ecuación”, porque aún no la entiendo y no me sé el resultado.

P.D.: ¿Cuántos niños (as) de nuestro país desearían tener un trato y alimentación de “mascotas?

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Este artículo se publicó el  14  de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.