El tigre se tiene que ganar sus rayas

La opinión de…..

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Gaspar García de Paredes Ch.


Sí queremos mejorar nuestro nivel de vida, el mundo de hoy nos exige un desempeño  sobresaliente.   No podemos seguir haciendo las cosas  “como siempre”.   O hacemos lo que hacemos más competitivamente, más productivamente o quienes se empeñen en lograr ese objetivo y lo alcancen nos dejarán atrás.   El que mayores logros obtiene es el que mayores beneficios recibe… Tenemos que atender y entender que las cosas hay que ganárselas.

A diario nos quejamos de los precios de las cosas. Pero, los precios en los mercados se mantienen siempre que haya alguien que los pueda pagar.   Cuando un producto tiene costos que empujan su precio a subir, sí nadie lo puede pagar el producto es modificado o reformulado para provocar que bajo un nuevo diseño se pueda reactivar la demanda en el mercado.   Pero cuando los costos superan la capacidad de pago y no hay forma de modificar el producto el mismo es descontinuado; en este caso se trabaja para encontrar y ofrecer algún sustituto o alternativa que atienda la necesidad si la misma continúa vigente.

El precio es el incentivo para cambiar.  Si las cosas suben de precio, los consumidores debemos: hacer uso más racional del producto o servicio, es decir no malgastar; encontrar sustitutos que  nos resulten más viables; trabajar para lograr ingresos adicionales que nos permitan mantenernos, mejorar; O, quizás más fácil, hacer un poco de las tres anteriores…

Pero, si nuestra expectativa  es que otro nos  “resuelva”, y existe quien esté dispuesto a hacerlo, renunciamos a nuestra inventiva, a  nuestra responsabilidad primaria ante nuestro bienestar  y nos convertimos en dependientes de quien esté dispuesto a resolver nuestra situación.

Las preguntas que debemos hacernos son: ¿ese que está dispuesto a resolver nuestra situación qué interés (ulterior) pudiera tener para hacerlo? Y, ¿cuánta confianza podemos tener de que siempre lo hará?

El esquema  “populista” es  indeseable para un país, precisamente por eso, donde se practica hay un agente  con  un interés ulterior, el político que quiere llegar o mantenerse en el poder amparado en las dádivas que pueda entregar a sus electores.

Pero, es una condición evidentemente insostenible en el  tiempo; tarde o temprano se agotan los recursos –si  no  hay aumentos  en la productividad y los ingresos que compensen.

El “populismo”  o “paternalismo”, como también le llaman, es una práctica inconveniente para un pueblo que quiera prosperar en la era de la globalización.   Cuando desaparecen los incentivos para sobresalir, la sociedad reduce preocupantemente su capacidad para desarrollarse y crecer; invade el conformismo, impera la ley del menor esfuerzo.    Pronto escasearían los bienes y la capacidad de atender las necesidades de dicha población. Inevitablemente vendría el retraso frente al resto de las naciones. Demorar mucho por ese camino puede provocar que los costos para recuperar el terreno perdido resulten impagables,  arriesgando quedarse en el subdesarrollo.

William Easterly nos dice: “la gente responde a incentivos, lo demás son habladurías”. Tenemos que procurar que los incentivos (subsidios, política fiscal, política social, etc.) estén bien enfocados y eficientemente administrados; pero, sobre todo, hay que monitorear los efectos producidos por dichos programas y aplicar los correctivos oportunamente si notamos que no nos llevan hacia donde queremos llevar el país.

A Dios gracias, a Panamá, como país, le va bien; pero pudiera irnos mejor, sobre todo mejor para quienes aún no ven su bienestar mejorando, si nos proponemos elevar nuestra capacidad para producir competitivamente en el mundo de hoy, mejorando nuestros sistemas de formación de capital humano; empezando por la educación pública (a todo nivel).

Para pelear hay que saber cómo; para que el tigre pueda vivir tiene que saber cazar y defenderse –la madre le enseña, y luego lo suelta para que el cachorro se desarrolle y se multiplique. Sí la naturaleza no hubiera provocado esa dinámica, sino que hubiera inducido a las madres a ser sobreprotectoras, tal vez hoy existirían menos especies en el planeta.

Se hubieran extinguido, pereciendo ante las más dominantes, más fuertes, más competitivas. En el mundo de hoy, a los humanos también se nos exige saber y poder competir para salir adelante. Mientras más pronto nos empeñemos en lograrlo, y más nos esforcemos, mejor nos irá como país y como individuos.

La solución no está por el “paternalismo”, sino por ser mejores padres. Tenemos que preparar mejor a nuestros hijos para la batalla. La pelea en el mundo globalizado es contra ciudadanos de países que llevan años compitiendo y prosperando como nación, a ritmo más acelerado que el nuestro.

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Este artículo se publicó  el  26 de marzo de 2010 en el Diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Ante el nuevo salario mínimo

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La opinión de…..

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Gaspar García de Paredes Ch.

El Decreto Ejecutivo No. 263, del 21 de diciembre de  2009, por el cual “Se  fijan  las  nuevas  tasas  de  salario  mínimo en todo el  territorio  nacional”, por  sí sólo no es necesariamente  bueno ni  malo… Todo depende  de qué hagamos ahora.

Si no hacemos nada por elevar la competitividad y productividad, seguramente será una decisión que traerá tristes consecuencias –la destrucción de puestos de trabajo dentro del sector formal, el debilitamiento y la pérdida de competitividad de las empresas– como resultado de los costos adicionales que promulga el decreto, sin que los mismos se correspondan con aumentos en competitividad y productividad.

Al elevar el nivel de salario mínimo, sin productividad, se pone presión para que los puestos de trabajo de mano de obra menos calificada sean “exportados”, dejen  de ser viables en el país. Luego de los  aumentos (incluso anteriores) resulta que para sustentar un puesto que pague el nuevo salario mínimo los candidatos deben reunir más habilidades o competencias que hagan viable ese puesto de trabajo; en consecuencia, terminan desplazando a quienes tienen menos capacitación para producir.

Evidentemente hay empresas donde la  mayoría de sus colaboradores gana más que el  salario mínimo. En estas, cómo administrarán la situación dependerá del peso que tenga el salario mínimo en su gasto de planilla; o qué tanto el nuevo salario mínimo empuje los otros salarios a  subir.

Al  final, de no haber mejorías en la gestión, ahorros, mayor eficiencia, más productividad u otro elemento que pueda compensar el gasto adicional seguramente habrá presión para subir los precios al consumidor, como último recurso para mantener la salud financiera de la empresa.

Aumentar el  salario mínimo sin mejorar  la competitividad y la productividad, conlleva serias amenazas: riesgo de inflación, debilitamiento de las finanzas a las empresas, pérdida de competitividad (para pelear mercado contra productos internacionales, de donde no han experimentado aumento de costos), y obviamente la reducción de los puestos de trabajo viables o disponibles para quienes tengan menores competencias laborales.

Las peores consecuencias se darán donde se dieron cambios de región. Por ejemplo, en la región tres están los distritos con la peor realidad social del país. Lugares donde conseguir un empleo formal era muy difícil, ahora lo será más. Entre esos están: Cañazas, Chepigana, Chimán, Dolega, La Mesa, Las Palmas, Pinogana, San Lorenzo, San Félix, Santa Fe, etc.

Otros donde las empresas y sus colaboradores ahora tendrán más peso que cargar y un mayor reto para poder competir son los distritos que fueron cambiados de la región dos a la región uno. Estos son: Aguadulce, Arraiján, Bocas del Toro, Chitré, David, La Chorrera, Penonomé  y Santiago.

Lamentablemente, ni la eliminación de la región tres ni los cambios de región dos a región  uno están sustentados en estudios econométricos que nos permitan evaluar si  había mérito para hacer esos cambios. Tampoco se han estudiado las consecuencias  e implicaciones para la economía nacional y, sobre todo, para las de esos distritos o sus moradores.

La  preocupación para las empresas que experimentarán estos “saltos” de región están no sólo en los aumentos, sino que simultáneamente el cambio de región implica un aumento adicional. Ese doble aumento, y la amenaza de que esto se repita en el futuro, tiene hoy a muchos pensando si  continuar o no en la actividad en la que están. “Amenaza de que esto se repita”, porque el  presidente Martinelli  dijo: “estamos  abriendo  el  camino  para  establecer  un  solo  salario en todo el país”.

Es difícil elevar la competitividad y productividad a niveles que hagan esos aumentos viables en tan corto plazo. Algo se les ocurrirá para “resolver” –lamentablemente, en la última década, ante la escalada de costos para mantener una empresa, optan por incurrir en la informalidad– así su única contribución al fisco es si pagan impuestos al consumo.

Los panameños en la informalidad típicamente tampoco cuentan con seguridad social, ni prestaciones laborales; ni son sujetos de crédito para optar por invertir en mejorar su bienestar. Ellos viven el “día a día”. La informalidad en nuestra economía se estima en 44%, situación alarmante y que constituye una amenaza para las finanzas del país.

Necesitamos hacer un trabajo serio, y lograr efectivamente aumentar la competitividad y productividad, individual y colectiva, para poder hacerle frente a los nuevos costos. La empresa privada lleva años intentando que estos sean tratados como temas de Estado, y que los trabajemos al margen de la política  partidista.

Elevar la competitividad y productividad del país es lo que mejoraría el bienestar de la familia panameña. Lo demás son anuncios que pueden sonar populares, pero que conllevan poca posibilidad de ser una solución a los problemas de la población, pues no parten de un paradigma sostenible.

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Publicado en 30  de diciembre de 2009 en el diario La Prensa a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.