Concertar para el Desarrollo

La opinión de…..

.

Isabel Saint Malo de Alvarado

“Concertación en su agonía final” anunciaba un titular de este diario el pasado 6 de mayo. Y yo pienso “increíble que dejemos pasar las oportunidades de esa manera”. Todavía no logramos el desarrollo que aspiramos y a pesar de ello nos damos el lujo de desechar una de las herramientas más poderosas para tal fin: la Concertación Nacional.

El desarrollo nos debe importar a todos. A los jóvenes que no consiguen empleo de calidad, a pesar de haberse educado. A quien se le muere un hijo, porque no lo atendieron a tiempo en el hospital. A quienes escuchamos estupefactos que en un país con uno de los ingresos per cápita más altos de la región, aún hay niños que mueren de hambre.

Si miramos los países más desarrollados del mundo constatamos que muy pocas naciones han alcanzado altos niveles de desarrollo en las últimas décadas, salvo Irlanda y Singapur. Estos, así como otros que lo lograron un tanto antes como España, con sus Pactos de la Moncloa, lo hicieron sobre la base de amplios acuerdos nacionales. Contar con una visión estratégica de mediano y largo plazo con metas ambiciosas y realistas ha sido un factor común a su éxito. Se trata de consensos formales que definan hacia dónde quiere caminar el país. En nuestro propio país hemos sido testigos de lo que es posible a partir de la construcción de grandes acuerdos. Recordemos como ejemplo la aprobación de toda la legislación que nos permitió recibir el Canal de Panamá.

Además de los acuerdos, se requiere de mecanismos para darles seguimiento.

Irlanda instaló un Consejo para tales efectos. El mismo cuenta con una secretaría pequeña, semiautónoma y financiada por el Estado.

Esto, además del apoyo de los sectores productivos, sin los cuáles no hay desarrollo, permite que las estrategias tengan sostenibilidad y no sean presa de los ciclos políticos. Por otro lado, los acuerdos fomentan la inclusión y la cohesión social.

Los panameños contamos con los acuerdos de la Concertación Nacional para el Desarrollo, que fueron alcanzados participativamente y construidos sólidamente; cubren los ejes centrales del desarrollo: educación, salud, crecimiento, bienestar y equidad, institucionalidad. Fueron construidos a partir del esfuerzo desinteresado de muchísimas personas representantes de los sectores empresarial y laboral, partidos políticos, mujeres, indígenas, ambientalistas y Gobierno, entre otros, con el apoyo técnico del PNUD. Se requirieron 173 sesiones de trabajo en mesas temáticas, 51 reuniones en nueve provincias y tres comarcas indígenas para alcanzarlos.

La concertación, además, concluyó con la instalación de un Consejo, al igual que lo hizo Irlanda y España.

El mismo cuenta con recursos aprobados y hasta llegó a tener un secretario quien recién renuncia según él por razones personales, según los diarios porque la actual Administración no le permite trabajar, empezando por nombrar el equipo técnico mínimo que un esfuerzo de semejante tamaño requiere. Una pena.

A mi juicio, mientras en este país sigamos con una educación pública sin calidad, un sistema de salud público altamente ineficiente y grupos marginados que viven en extrema pobreza, esos acuerdos siguen siendo válidos y los debemos utilizar como un norte en las estrategias nacionales.

Al Gobierno lo elegimos para gobernar, sin duda. Sin embargo, los retos que enfrentamos son de todos y para superarlos necesitamos la participación de todos.

Si los acuerdos alcanzados en la Concertación contravienen las estrategias de este Gobierno, pues sentémonos como sociedad a conversarlo.

El desarrollo es dinámico y así deben ser los acuerdos y estrategias para alcanzarlos.

Lo que no es posible es lograr los cambios que requerimos, cualesquiera que estos sean, sin acuerdos nacionales mínimos. Ningún país, con excepción de algunos que lo han logrado por medio de dolorosas dictaduras, ha logrado hacerlo de otra manera. Comprometidos como estamos los panameños con la participación y los valores democráticos, este es el único camino en nuestro caso.

<>

Este artículo se publicó el 11 de mayo de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.