Solidaridad periodística

-Por solidaridad con el amigo en Facebook, Paco Gomez Nadal cuyos artículos han sido reproducidos en este blog, lo mismo que en solidaridad con los periodistas, los defensores de los derechos humanos y de  la libertad de expresión, reproducimos el siguiente artículo que nos enviara nuestro también amigo en Facebook y de este sitio, el sociólogo y político Olmedo Beluche-.  El editor


La opinión de…

PACO GOMEZ NADAL

El mar, 1/3/11, Jennifer Delgado <jdelgadou@gmail.com> escribió:

Fecha: martes, 1 de marzo, 2011 09:13

En el blog del Colegio Nacional de Periodistas se ha publicado el siguiente comunicado:

MENSAJE DE PACO GOMEZ NADAL A SU LLEGADA A MADRID   NOS DICE SU VERSION

Acabamos de llegar a Madrid custodiados por dos agentes del SANM.    Les envío este comunicado que redactamos en la escala de San José. Les pido que lo reboten a los compañeros de los medios.
Desde San José de Costa Rica, camino a Madrid (España)
He sido expulsado de Panamá en el día de hoy por el Gobierno de Ricardo Martinelli. La fórmula legal se denomina retorno voluntario pero ni es voluntario ni es retorno. Explico las circunstancias: 

1. El sábado 26 de febrero fui detenido ilegalmente cuando, claramente identificado como miembro de la organización de Derechos Humanos Human Rights Everywhere (HREV), documentaba el desalojo de los indigenas ngäbe que cortaban la Plaza 5 de mayo. La detención se produjo con violencia y sin ningún tipo de contemplación. En el operativo también fue detenida de forma arbitraria e ilegal mi compañera, Pilar Chato, que estaba en el andén de la esquina entre 5 de mayo y Calle L esperando el final de los acontecimientos.

2. En las siguientes 20 horas fuimos recluidos en tres instituciones diferentes y en ningún momento se nos indicó de qué se nos acusaba, no se nos permitió comunicación con nuestros abogados ni recibir asistencia consular de la EMbajada de España, país del que somos ciudadanos. Los propios funcionarios de la DIJ de Ancón nos manifestaron que no había expediente ni documentación que justificara nuestra detención en esas instalaciones (donde tuvimos que dormir en el suelo sobre periódicos)

3. Que en la tarde del día 27 de febrero, 23 horas de spués de la detención, fuimos víctimas de un juicio express en la corregiduría de Balboa con acusaciones falsas de la Policia Nacional (como que no estaba identificado al momento de la detendicón o que se nos leyeron nuestros derechos o que fuimos informados de las razones del acto) y en base a un video sin audio que, a todas luces, no es probatorio de ningún acto delictivo o contrario a las leyes panameñas.

4. Que Aproximadamente a las 4:30 p.m. fuimos trasladados a las oficinas del Servicio Nacional de Migración donde ni siquiera sabían por qué recibirnos hasta, tal y como nos indicaron, «recibir una llamada de Presidencia». Una vez que nos recibieron en calidad de «retenidos», los funcionarios del SNM aseguraron al consul de España, a nuestra abogada y a representantes de la Defensoría dl Pueblo que ningún trámite sería realizado hasta la mañana del día 28 de febrero y que por esa razón debiamos permanecer en las celdas de Migración, a pesar del compromiso de los funcionarios nacionales e internacionales de servir como garantes de nuestra comparecencia al día siguiente.

5. Que después de irse el equipo de acompañamiento, la directora del SNM junto a sus abogados dictaron un decreto ilegal y arbitrario en que sin pruebas nos condenan a detención por haber alterado el orden público e «instigar» protestas». Fuimos despertados pasada la media noche, intimidados e irrespetados y obligados a firmar un documento en que se afirmaba que el SNM había escuchado nuestra defensa y respetado nuestros Derechos Humanos, cuando esto no se había producido.

6. Que ante las arbitrariedades cometidas, la agresividad de los comunicados públicos del Gobierno desde el mismo sábado 27 y los antecedentes del intento de expulsión del 4 de julio de 2010 y ante la TOTAL FALTA DE GARANTÍAS jurídicas para un proceso justo o para nuestra seguridad física ni jurídica, decidimos aceptar la deportación voluntaria.

7. Manfestamos la absoluta falta de garantías para el trabajo como Defensores de Derechos Humanos en Panamá y alertamos a NAciones Unidas y a la Comisión Interamerciana de DDHH sobre el grave riesgo al que están sometidos otros defensores en Panamá y cualquier líder social.

8. Agotaremos todos los recursos legales disponibles en Panamá y en el sistema Interamericano de JUsticia para revertir esta situación y exigiremos la compensación por los daños morales, económicos y personales a los que hemos sido sometidos al abandonar nuestro hogar, nuestros amigos, nuestra misión como defensores de Derechos Humanos y nuestro desarrollo profesional.

9. HREV y mi persona sólo hemos tratado de promocionar y defender los derechos humanos de los colectivos más desfavorecidos de Panamá, tal y como es nuestro mandato. Nuestros informes sobre violación de derechos humanos en Changuinola o en el Centro de Cumplimiento de Tocumen o nuestro seguimiento a todo el proceso de defensa territorial de los pueblos Naso, Ngäbe y Buglé han molestado a las autoridades que han desconodio las recomendaciones de las organizaciones internacionales respecto a los Derechos HUmanos de estas poblaciones. A esta situacion se suma mi labor como periodista y columnista en el diario La Prensa con trabajos críticos que incomodan al Gobierno tal y como lo han manifestado en diversas ocasiones.

10. El trato de los funcionarios de rango bajo de la DIJ y de Migración fue en todo momento correcto y ellos mismos nos mostraron su perplejidad ante este proceso.
11. Los pueblos originarios de Panamá no necesitan de instigadores. Son autónomos y dignos y cuando protestan suelen ser provocados por medidas del Gobierno que, además del abandono secular, aprueba medidas que afectan contra la autonomía territorial, cultural y política de los pueblos originarios.

12. Reconocemos y agradecemos profundamente la valentía, el ánimo y la solidaridad que numerosas organizaciones, ciudadanos y, en especial, los representantes de los pueblos originarios de Panamá nos han mostrado en las últimas horas.

No nos echa Panamá. Nos echa su gobierno.

La lucha por los Derechos Humanos es irrenunciable y los delitos de lesa humanidad imprescriptibles.

Paco Gómez Nadal
Pilar Chato Carral

1932

La opinión de…

 

PACO  GOMEZ  NADAL
paco@prensa.com

Va a resultar que la historia sí es circular, que los fantasmas de la humanidad tienen la mala costumbre de levantarse de la tumba mal sellada y tentar a los vivos a repetir sus errores.

También vamos a estar de acuerdo en que los seres humanos hemos cultivado poco el sentido de la memoria. Creemos, con una ingenuidad miedosa, que la historia comienza con nosotros y que los acontecimientos que nos tocan vivir son los más increíbles, en su hermosura o en su perversidad.

La realidad es un poco más compleja y algo más lamentable. En 1932 un tipejo con bigote estreñido y la mente podrida se presentaba como candidato a la presidencia de Alemania.

Eran tiempos de crisis, de resaca bélica, de valores quebrantados y cualquier loco que levantara el ánimo y la economía tenía posibilidades de triunfar ante el silencio cómplice de la mayoría y el grito atónito de los temidos por revoltosos.

El del bigote se llamaba Adolf Hitler y en ese mismo año su gran amigo Mussolini celebraba sus 10 años en el poder con una tierna y entrañable audiencia con el papa Pío XI.

Era 1932 y los vientos del fascismo soplaban con fuerza. También lo hacían los huracanes sociales, en Honduras con la revuelta de los trabajadores bananeros, en el Chaco con la patética y cruel guerra entre Bolivia y Paraguay, el movimiento inquilinario en Panamá… Hay momentos en la historia que son así: puntos de quiebre en el que los locos tienen más posibilidades de prosperar y en el que personajes otrora deleznables se hacen con el poder y con el poder del poder.

Esta semana de 2011 recuerda un poco a 1932, aunque para ello haya que torcerle el pescuezo a la linealidad pretendida de la historia. David Cameron, el primer ministro británico, tiene las agallas de decir la siguiente fantochada: “Necesitamos menos de la tolerancia pasiva de los últimos años y más de un liberalismo muscular activo”. Con esa frase enterró lo que quedaba del intento de fomentar una sociedad multicultural.

Claro, no lo dijo en cualquier sitio, sino que aprovechó una cumbre sobre seguridad en Alemania (es decir una cumbre de adeptos del control y del pensamiento único) para criticar a aquellos que han querido ver en el otro (en el caso de Cameron, en el Islam) una cultura respetable. El mismo día, en la misma Europa en crisis y acrítica, intelectuales y artistas italianos (ñángaras seguro, según los recalcitrantes locales) se reunían en Milán para defender “el honor nacional” ante la vergüenza y el repudio que les genera su primer ministro, Silvio Berlusconi.   En uno de los discursos se escuchaba: “Los italianos quieren legalidad, no connivencia; quieren seguridad, no protección; quieren ser ciudadanos, no clientes. No pueden más de esta situación”… ¿les suena a algo cercano?

Europa, como buen jugador dominante, goza de una buena doble moral que le permite ver a los tiranos ajenos (como el de Egipto) cuando ya no les hace falta o cuando ya no tiene remedio su caída. El peligro de este momento, es que ante la caída ajena se radicalizan las posturas locales, los nacionalismos, los discursos de barricada que cercenan la libertad para, supuestamente, garantizar el orden y la seguridad nacionales.

En Panamá llevamos ya un año y medio de discursos –y acciones – que serían denominados como neofascistas si las manecillas del reloj pudieran ir marcha atrás. El guión es plenamente fascista si escuchamos al ministro de Seguridad o si juzgamos el actuar del jefe de la Policía; pero igualmente radical y peligroso es el actuar y el poco discurso –no tiene más– del presidente y algunos de sus corifeos radiales (incluidos los adeptos a la quelación).   El discurso neofascista tiene una característica muy interesante. Siempre alude a la moral, a los valores o a la ética para justificar los ataques verbales o físicos a terceros, aunque en el ejercicio del poder esos paladines de la moral sean corruptos, autoritarios, violentos o ineficaces.

El discurso neofascista gusta a los pueblos. Gusta porque señala enemigos, porque apunta con el dedo a los culpables de todos los males sin definir muy bien cuáles son sus “pecados”.   Y los pueblos necesitan enemigos, odiar para descargar el incomprendido dolor que les supone la pérdida de libertades a cambio de empleos miserables o de cuentos de hadas sobre el futuro. El discurso neofascista siempre habla de futuro, porque en el presente sólo maquina acumular más poder confiando en la causalidad de la historia. 2011 y vamos hacia atrás en este planeta…

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Este artículo se publicó el 8 de febrero  de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Los guardianes de desechos

La opinión de…

 

Paco Gómez Nadal

En el juego de la exclusión hay niveles. El autodenominado Primer Mundo excluye al denominado Tercer Mundo; en el Tercer Mundo latinoamericano se excluye a pobres, negros e indígenas; en la periferia de esta exclusión se instalan centros de reclusión para excluir a los pobres, negros e indígenas a los que una sociedad autodenominada democrática ha denominado antisociales; dentro de estos “vertederos humanos” los más fuertes excluyen a los más débiles… La cadena continúa un poco más, pero ya casi. Las cárceles son el fin de la vergüenza, el último muro entre lo que somos y lo que no queremos reconocer; son la frontera entre la humanidad y la deshumanización.

Explica Zygmunt Bauman en Vidas desperdiciadas que la modernidad capitalista genera “residuos humanos” y que la superpoblación del planeta nos ha dejado sin “vertederos naturales” donde quitarlos de la vista.   En nuestras sociedades, donde la basura es un problema permanente, hemos convertido en “basura humana” a una parte de la sociedad y su gestión es más difícil que la de Cerro Patacón.

La mayoría de la sociedad se queda tranquila al considerarse “no basura” y clasifica a la “basura humana” como “reciclable” (elegantemente conocido como “resocializable”) o como “no reciclable”. Pero, al igual que la mayoría no recicla papel o botellas por falta de fe en el sistema (o en la Alcaldía), tampoco confía en una posible resocialización de los humanos que considera “dañados”.

Si, tal y como se desprende de los testimonios de muchos ciudadanos, los jóvenes delincuentes no son “reciclables”, lo único que nos queda es aislarlos en vertederos seguros, lejos de la vista del resto de los ciudadanos de bien y sin que se hable mucho de ello.    Mulino, ese pobre humano vaciado de humanidad, tenía razón en estos días cuando decía –sin tacto político- que nadie quiere un basurero en su barriada, refiriéndose así al problema de ubicar predios para nuevas cárceles.

Una vez aislados se buscan guardianes, custodios, y se contrata a un par de psicólogas para mantener la apariencia de una sociedad moderna y bondadosa, creyente de la resocialización (o reciclaje). Pero esos custodios y esos expertos al entrar a las filas del Instituto de Estudios Interdisciplinarios se convierten a su vez en “residuos”, se manchan de la miseria humana y del olvido.   ¿A quién le importa el respeto de las condiciones laborales del personal penitenciario?    ¿Quién se preocupa de capacitarlos o de ayudarlos psicológicamente? ¿Para qué mejorar las instalaciones del basurero si nadie va a mirar hacia allá?

Entre muchos de estos funcionarios y los familiares pobres de los pobres reclusos se genera una cierta empatía, ya que son los únicos que se relacionan con los condenados al olvido y a la deshumanización.   Son los únicos que pagarían porque dentro de los penales la vida fuera de otra forma o, al menos, pagarían porque fuera vida. Hay funcionarios deshumanizados, contagiados por un ambiente ausente de todo lo que identificamos como humano. Pero los hay entregados, comprometidos y silenciados, avergonzados, ignorados, machacados por unos superiores que viajan en carro de lujo y que toman el té con la buena sociedad a la que comparten pequeños secretos del mundo de los vertederos.

A esta sociedad le importa poco lo que pase allá, en ese submundo que visité esta semana y cuyo olor todavía no me he podido sacar del alma.    A pocos nos importa la vida o la muerte de los “residuos humanos”. Por eso, ante la imposibilidad de decir nada más, les regalo un poema que, me temo, nos retrata de arriba abajo.  Me avergüenzo de ser humano, me avergüenzo de formar parte de esta humanidad si somos capaces de tratar al otro de esta manera y de justificarlo.

“Aquí no grita nadie. Desde hace mucho tiempo

esta ciudad es un caimán amaestrado,

un volcán sometido, sin rescoldos.

Es la paz, que ha colmado finalmente

-creedlo- todo el mundo.

 

Los mendigos meditan al cabo de la calle

y dan gracias a Dios por tanta buena suerte;

con las aguas benditas se deslavan los hombres

de color fastidioso -¿no sabría,

señor, tararear el blues de los rendidos?-

 

De los jardines públicos emanan los perfumes

de las adormideras, y el vientre de los perros

aprendió a ser puntual.

 

Aquí no grita nadie,

ni hacia Roma -¿qué Roma?-

ni hacia ninguna parte.

 

Sería impertinencia

turbar tanto esplendor con palabras de aristas

sin pulir, sería extemporáneo, sin duda, y delincuente.

 

Es hora –convengamos- de invocar las palabras

esféricas –albricias, consumación, futuro-

palabras de sirope dulcemente escandidas

en himnos polifónicos, es hora

de ser por fin poetas alegres

o no serlo.

Todo está bien, gozad, gozad, benditos,

del fragor de esta paz

la paz de los pazguatos”. Javier Velaza

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Este artículo se publicó el 1 de febrero  de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Organizar la rabia

 

La opinión de…

 

Paco Gómez Nadal

Hay lágrimas de muchos tipos. No se crean que en temas lacrimógenos hay monopolios o absolutos, pero sí algunas categorías. Las lágrimas de alegría son un mordisco a un buen chocolate negro, caliente, con un punto amargo pero enseguida dispuesto a conquistar con dulzura. Estas a veces mutan a sonrisa disimulada y a veces a risa con carcajadas.

Hay lágrimas de dolor físico, involuntario chorro de agua salada que trata de aliviar el instante con húmedo acompasar de narices y glándulas. Las lágrimas de emoción, de ternura, parecen sacadas de una partitura de Bach, con esa solemnidad, lentitud y evolución propias de la música que conmueve a quien solo está ahí, quieto, dejándose permear.

Pero están las lágrimas de frustración, las de dientes apretados, las que contraen el cuerpo con trompicones propios de un motor dañado. Y estoy cansado de esas en estos días. Ya son demasiadas lágrimas.

Las he visto despeñarse por los rostros de mujeres (a los hombres nos prohibieron el necesario alivio de las penas)   frustradas porque en este país no pase nada después de que se haya asesinado a los adolescentes recluidos en el Centro de Cumplimiento de Tocumen, después de comprobar que las mamás de las víctimas no tienen plata ni para enterrarlos; frustración al fin por la injusticia llevada a su extremo y que no provoca una reacción en cadena de la sociedad.

La frustración es peligrosa. Más que Mulino y sus salidas de machito (detrás de un machito siempre hay un cobarde); más que Martinelli y sus disculpas en “cadena” y sin consecuencias políticas ni legales (cuando se tira de la “cadena” ya sabemos lo que pasa); más que la ruidosa indiferencia de la mayoría. La frustración es un sentimiento individual que no logra traspasar el ámbito de lo privado y que, muchas veces, sume a la persona que la vive en la depresión o, cuanto menos, en la tristeza.

La frustración por el momento dramático que vive el país (así es, sin eufemismos) hay que convertirla en rabia. Dice el estribillo de un tema del grupo David vs Goliath que hay que “defender la alegría y organizar la rabia”. ¿Qué significa este juego de palabras?

Lo primero es que la tristeza no sirve de nada excepto para escribir buenos poemas (si está acompañada de genialidad y de un par de rones) o generar compasión.   Hay que defender la alegría, la energía vital de este pueblo, la alegre tarea de cambiar nuestra realidad, de vivir y hacerlo desde la vereda en la que nos sabemos hermanos y ya, solo eso, debería provocarnos alegría. Lo segundo es que la rabia, a diferencia de la frustración, es un sentimiento externo, siempre es hacia fuera, siempre busca la forma de manifestarse. La rabia desorganizada lleva a reacciones extremas e inútiles, normalmente salpicadas de violencia o de inútil valentía. Pero la rabia organizada es la que logra los cambios que nuestra sociedad precisa.

Defendamos la alegría, transformemos la frustración en rabia y organicémosla para darle forma de pueblo y de ideas. No hay tiempo ahora para lamentarnos, sino para reaccionar, para impedir que mientras unos cuantos siguen haciendo dinero a costa de este Estado enflaquecido y desprestigiado Panamá se deslice hacia el gorilismo policial y la autocracia (tal y como ha confesado por escrito el Presidente).

Si aquí el único que manda es Martinelli (aunque debería aprender de la máxima boliviana de “mandar obedeciendo al pueblo”), organicemos la rabia para exigirle que asuma su responsabilidad sobre las persistentes violaciones de derechos humanos, sobre el desastre del agua (parece muy fácil echarle la culpa al cambio climático), sobre el deterioro de la seguridad en el país, sobre la conversión de la administración en el narcoestado que nos olemos o sobre el incumplimiento de sus promesas de campaña.

En Davos hace demasiado frío para pensar; quizá nuestra rabia organizada debería recordarle al presidente que este pueblo tiene sangre en las venas y que no quiere ver más de esa sangre regada en las calles… o en las cárceles.

Hemos empezado el año con muy malas noticias (la de la renuncia de Ebrahim Asvat ha confirmado lo peor) y ante este panorama: ni una lágrimas más, ni un instante más de silencio, ni un medio de comunicación censurado, ni una duda ante la urgencia de lo que se avecina.

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Este artículo se publicó el 25  de enero de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Un país sin Policía

La opinión de…

Paco Gómez Nadal

Ya que este país se dio cuenta tarde de los despropósitos que conlleva tener Ejército, ahora debería plantearse a tiempo eliminar a la Policía Nacional por orden constitucional y pedirle a Bosco Vallarino que organice las tropas de Boy Scouts para traernos orden y seguridad.    Hoy, no sabemos si en Ancón han llegado a trabajar en labores administrativas los agentes de policía acusados de homicidio por la muerte de cuatro muchachos en el Centro de Cumplimiento de Tocumen.

Lo hacen sin miedo. Trabajan seguros de que su jefe directo, el silencioso Gustavo Pérez, y su jefe supremo, el ministro de ¿Seguridad? José Raúl Mulino, los protegerán hasta el final y que si, por un error, judicial, fueran condenados, el presidente de esta mafiocracia les concederá un indulto (como ha hecho con otros agentes involucrados en actos delictivos).

También en estos días sabemos que la Policía ha desplegado un gran operativo para detener a los desgraciados que robaron a la selección tica y que empañaron la imagen del país.   Es decir: quemar adolescentes en un centro de rehabilitación no enturbia el buen nombre de la patria; constatar que muchos agentes de policía, de migración y aduanas son cómplices de tráficos ilícitos en el aeropuerto internacional, tampoco.

Vemos a los diligentes agentes de la autoridad “cuidando” el carril exclusivo de mentira (hombro y medio) dedicado al improvisado Metrobús, quizá colaboren también repartiendo botellas de agua a los sedientos (ya que están acostumbrados a cuidar los camiones de Coca Cola y de otras empresas que embotellan la poco agua sana que sale de Chilibre).

Lo que pasó en Tocumen es de una gravedad extrema, aunque la mitad del país le reste importancia porque las víctimas no eran más que “maleantes”.     El ministro Mulino, en una de sus bravuconadas, no se indigna con los hechos, sino que se pelea con su colega de Gobierno Roxana Méndez y ésta, tierna ovejita contratada para promover la imagen suave de su amigo Ricardo, no sabe ni qué responder y pone a Hincapié a pelear en los medios para no asumir la responsabilidad.

Nada nuevo. Este Gobierno ha perfeccionado la técnica de la irresponsabilidad política practicada por sus antecesores. Sólo Luis Cortés ha pagado con su cargo el error en el escudo impreso en los pasaportes; pero no hay un solo responsable material o intelectual de los sucesos de Bocas del Toro que haya pagado por lo acontecido; ni uno que responda por la crisis de la basura; por la crisis del agua; por el hundimiento del acceso al puente Centenario; por las mentiras sobre los operativos en Darién; por la persecución a líderes de la sociedad civil; por las decisiones en asuntos ambientales que están hipotecando a las futuras generaciones…

Aquí no hace falta más Policía. Lo que es necesario es algún juez que trabaje y que tenga las agallas de enfrentarse al poder, que demuestre que todos somos iguales a la hora de asumir nuestras responsabilidades, que de una vez por todas acabe con la impunidad oficial, con este hacer y decir lo que les dé la gana sin que pase nada. Tendrán que ser los jueces, porque los ciudadanos bebieron “dormitrón” y no hay quién los despierte, quién los haga ver que tienen derechos y que los pueden exigir. Aquí no hace falta Policía porque no hay nadie que altere el orden público, que salga a las calles a exigir lo elemental (agua y comida), excepto Eladio y Jované.

Aquí no hace falta esta Policía, lo que necesitamos es un cuerpo de funcionarios ejemplares, honestos y sensibles, y no un grupo de machotes a los que por mucho que se les cambie el color del uniforme (jugosos contratos) será difícil cambiarles el alma.    La culpa no es de ellos.   Los agentes de la Policía son tan excluidos y tan pobres como los muchachos a los que dejan quemarse y en la institución,   soy testigo,   hay hombres y mujeres honestos y valerosos,   pero son la minoría y están solos ante el apoyo que reciben las manzanas podridas de sus superiores.

Las familias de los muchachos asesinados en el Centro de Cumplimiento de Tocumen ya saben que en la búsqueda de justicia no les acompañará el Estado que debería protegerlos. Mucha suerte y toda mi solidaridad.

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Este artículo se publicó el 18  de enero de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

La paja en el ojo ajeno

La opinión de…

Paco Gómez Nadal

 

Hay déficits de espejos en Panamá. Parece mentira en estos tiempos que corren, cuando la imagen es tan importante y el maquillaje hace tan poco, que el excelentísimo (Zúñiga dixit) no tenga espejos para mirarse y para mirar a su Gabinete antes de andar señalando la paja en el ojo ajeno sin percatarse de la viga que lleva atravesada en su cristalino.

Martinelli asegura que no busca la reelección en 2014, porque al terminar su administración va a “gozar la vida” y a divertirse, pues tiene “muchas otras cosas más interesantes que hacer en la vida que estar en este puesto [el de Presidente],   aquí me critican por todo lo que suceda en el país, es el puesto más solo que hay, amigos falsos y enemigos verdaderos”, según reseñaba Telemetro después de entrevistarlo.   Desde El Malcontento nuestra más absoluta solidaridad con este hombre que sufre cada día por un puesto que le costó millones de dólares y años de rejuego político.

Debe ser por eso que al Presidente le molestan tanto los insultos; quizá por eso mandó a Agustín Shellhorn a presentar la iniciativa para penalizar el difícil y sutil arte de insultar en el que solo incurrimos los que no somos cargos electos. Si Martinelli y su tropa (tropa no es insulto) utilizaran espejos, quizá deberían primero modificar su lenguaje.

¿Recuerdan aquel bello poema de José Raúl Mulino dedicado a los obreros de Suntracs:   “Maleantes de mierda”?; ¿se han olvidado de cuándo el Presidente, en plena crisis de Bocas del Toro, dijo que “en el PRD hay un poco de kamikases a quienes les importa un bledo el país o cuando calificó al Parlacen como “una cueva de ladrones”?; ¿quizá habrá que recuperar aquellas magníficas aseveraciones de Mulino y de Alma Cortés calificando a los bocatoreños como indígenas borrachos y maleantes?   Esta pequeña lista quizá le hubiera servido a Shellhorn para responder a la pregunta de Álvaro Alvarado sobre qué es un insulto para él.

Pero la cosa es más sutil. A falta de espejos, el Ejecutivo se olvida de otra forma de insultar más refinada que ha utilizado desde el principio de su mandato: las acusaciones falsas para ensuciar el nombre de las personas.

Algunos ejemplos recientes: las inspecciones tributarias “sospechosas” a periodistas reconocidos en el país; los ataques permanentes a la procuradora Ana Matilde Gómez; Giselle Burillo acusando a la sociedad civil organizada de ser responsable de “una conspiración perversa contra el Gobierno y la paz social en Panamá”; varios miembros del Ejecutivo y de la alianza oficialista distorsionaron hasta la estupidez las declaraciones de Mauro Zúñiga sobre la desaparición de Valentín Palacios hasta convertir en verdad una mentira; la dirección de Migración aseguró en repetidos comunicados que el autor de esta columna era un defraudador de impuestos y cuando demostré lo contrario no pidió disculpas ni públicas ni privadas…

También podría considerarse como un insulto al país el hecho de que un tercio de la población lleve sin agua potable desde hace casi un mes, o que la oficina de la primera dama pida donaciones para los damnificados de las lluvias, cuando el Gobierno contrata sin licitación con la alegría de quien no ha puesto la plata, o que las víctimas de la represión de Bocas del Toro sigan esperando una justicia que no va a llegar…

Ante este gobierno maltratador y grosero en el uso del lenguaje parece un chiste de mal gusto la propuesta de condenar con cárcel a los que, según ellos mismos, insulten al Presidente o a cualquier funcionario electo.

Revista Sospechosa de Noticias (nuevo apartado para pelar el ojo):

1. Aparece de la nada la asociación Ngäbe Jädrán Nigwe Nirien que tiene plata para pagar una página completa de publicidad en los periódicos nacionales, que es recibida al día siguiente por el ministro de Comercio y que, “casualmente”, está a favor de la explotación minera de Cerro Colorado.

2. Como ya denunció Asvat, Crítica da una versión sin fuentes decómo fue el ataque panameño a los campamentos de las FARC. Nuevos dueños, nuevas técnicas de contaminación informativa.

3. Se van conociendo datos del Censo y todos son sorprendentes. Algunas conclusiones: la población afrodescendiente del país debe estar utilizando polvos blancos para esconderse; los ngäbe tienen razón al pedir más territorio comarcal, si más de la mitad de su población vive en Bocas del Toro.

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Este artículo se publicó el 11  de enero de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor  en:

¿Dónde están los empresarios?

La opinión de…

 

Paco Gómez Nadal

Uno de los principales argumentos de este Gobierno durante la campaña electoral era el de estar compuesto por ejecutivos de empresa que no perderían el tiempo en politiquería sino que harían de la eficiencia la norma en la gestión de lo público.

No es que yo crea que el sector privado hace las cosas mejor que el público (ese es un mito necesario solamente para privatizar lo que es de todas y todos), pero digamos que esperaba ansioso ver y disfrutar de los resultados de ese Dream Team de Martinelli (ya que el Team Martín fue un fiasco), desdecirme de mi defensa apasionada de lo público, mostrar mi arrepentimiento de forma pública y echarme a los brazos del balance scord card y otras chorradas similares que camuflan de tecnocracia la especulación y la acumulación de capital.

También de reconocer que era la única promesa que me parecía innovadora, porque eso de que al tener dinero no querrían robar nunca me lo tragué: va en contra de la naturaleza humana no querer más y más, de forma fácil, sin licitación, beneficiando a los tuyos para ampliar el coro de aduladores y dependientes.

Por eso comprenderán ustedes que mi decepción es doble. Cualquier empresario que hubiera puesto en marcha el Metro Bus de una forma tan chapucera como lo ha hecho el Gobierno estaría pagando ahora las consecuencias con pérdidas millonarias o con más de una denuncia ante la Autoridad del Consumidor. La improvisación, los apaños, el maltrato al usuario y las mentiras no solo viajan en diablo rojo sino que parecen cómodamente instalados a bordo de los modernos aparatos sobre ruedas de Metro Bus. Un sistema sin paradas, unos conductores sin la necesaria formación, la mentira fundacional sobre el precio del tiquete, las sorpresas sobre la licitación y los precios pactados en ella… Si la eficiencia se tuviera que medir en el Gobierno, todos estos ejecutivos estarían en la calle, engrosando las estadísticas del desempleo.

Juegan a su favor la impunidad y el olvido. Impunidad, porque aquí nadie paga si tiene el poder para hacerse el loco. Incluso cuando la justicia, en un despiste de legalidad, condena a los culpables, siempre hay un beneficio presidencial para sacarte de apuros o una simple llamada que archiva las investigaciones antes de que comiencen (si no que se lo pregunten al único condenado por el asesinato del Plaza Paitilla Inn; a los policías involucrados en actos violentos; al ministro que va perdiendo equipos para pinchar teléfonos, o a los responsables materiales e intelectuales de la sangrienta represión de Bocas del Toro). La impunidad política se produce ante los banquillos de acusados y ante la opinión pública (por eso el Presidente aún no ha dado respuesta convincente sobre las escandalosas filtraciones de Wikileaks).

El olvido juega a favor de esa impunidad. En el último año, ese que acaba de morir agónico, raquítico, sin ninguna gracia, el gobierno ha incurrido en tantos atropellos que se olvida uno tras otro. Por si a los medios de comunicación se les ocurriera refrescar la memoria, en los últimos meses han acosado a periodistas, han comprado medios de gran calado, han comprado a algún periodista aparentemente serio para dirigirlos, y han distribuido publicidad millonaria para mantener tranquilos a algunos idealistas.

En resumen, que el país es una especie de Metro Bus, ineficiente, improvisado, fundamentalmente publicitario, fruto del contrato directo y la ocultación de información y sin parada conocida en donde recalar. Nos quedan algo más de tres años de locura prometida y no parece que sean empresarios tecnócratas los que vayan a dirigir el rumbo del país.

A ellos no se les ocurriría modificar la Constitución a su antojo, o espiar a oposición y demás calaña crítica, ni se esconderían para no hablar cuando las cosas se ponen difíciles (como está haciendo el presidente). ¿O sí? Quizá lo que nos pasa es que estamos en manos de una generación de empresarios no evolucionados, de los que beben de la herencia rentista de la triste y mediocre oligarquía de principio del siglo XX, de esos que a pesar de haber ido a las mejores universidades no se han dejado permear por las normas de gobernanza empresarial modernas y transparentes. En fin, como 2010 nos sirvió de entrenamiento, ojalá que en 2011 sepamos medir mejor las consecuencias de la “locura” oficial.

 

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Este artículo se publicó el 4  de enero de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Vidas por cruzar

La opinión de…

PACO GÓMEZ NADAL
paco@prensa.com

Evelin Acosta Rengifo murió a las 2:43 a.m. del 24 de diciembre junto a otras 40 personas que habían subido al bus que las debía llevar de Quito a Manta, en Ecuador.

Unas horas después, en Boca de Briceño, en la misma provincia ecuatoriana de Manabí, una abuela sonríe discreta al ver a su familia reunida, preparando la comida que compartirán para celebrar la vida o lo que resta hasta la muerte (que no siempre es lo mismo).

Ese mismo día, unas 300 personas se aprestaban a pasar la Nochebuena en el impersonal aeropuerto Charles de Gaulle de París, atrapados por la nieve y el caos.

Ninguno de ellos sabía que mientras buscaban un emparedado cuasiplástico para pasar la noche, en otra esquina del planeta un hombre que responde al nombre de Giuseppe Bonissi, renunciaba a un cargo que nunca fue suyo como procurador.

En Costa de Marfil, las familias de 173 personas lloran en silencio lo que allá no puede ser público: el asesinato de sus seres queridos en los días previos al 24 de diciembre en medio del caos postelectoral debido a la negativa de Laurent Gbagbo a dejar el poder.

Los corazones se rompen la noche del 24 de diciembre, según la Universidad de Duke, Estados Unidos, que ha hecho un estudio para demostrar que esta es la fecha del año en que se producen más fallos cardiacos.

Las vidas paralelas son la norma y las vidas cruzadas, obsesión. No sabemos, no imaginamos, casi nunca pensamos para no caer al abismo, que junto a nosotros, en la casa cercana o en el país remoto, acontecen otras vidas, complejas, hermosas, necesarias todas, prescindibles todas también.

Los puntos de cruce no son siempre azarosos.  Las vidas se encuentran porque provocamos la yunta. Leo que un experto sociólogo anuncia que mientras en la era del teléfono una persona se relaciona con otras 125 en un mismo momento de su vida, en estos tiempos de redes sociales, internet y paranoia velocípeda llegaremos a una media de 500 relaciones a la vez.   Pero… ¿haremos que nuestras vidas se crucen de verdad?, ¿nos dolerá lo que le duele al otro?,   ¿sonreiremos con el otro?,   ¿nos atreveremos a intervenir,   a cruzar la frontera de la persona, para influir en la vida ajena?

En estos tiempos de individualismo extremo, la vida ajena es una paralela que se va convirtiendo en vida ausente conforme se aleja del punto de fuga que es el interés egoísta.   Este siglo de la movilidad (claro, sólo para una élite) nos permite estar en muchos sitios y conocer a mucha gente. La pregunta que hoy me hago es si nos cruzamos realmente con esas personas, si dejamos que nos permee su realidad.   No creo. Tengo la sensación de que, cada vez más, las historias de los otros son parte del noticiero, del mortecino archivo de la realidad.

Reconectarnos, ponerle cara a las noticias, ponerle alma a la vida debería ser tarea urgente si queremos que vivir en sociedad sea algo amable que nos genere seguridad. Para eso, suena como imperativo retomar la confianza en los otros. Si no confío en que mis vecinos también están pensando en mi bien, por qué voy a poner yo más carne, más esfuerzo, en cultivar esas relaciones.

Entrelazar las vidas es, básicamente, restablecer los lazos de confianza que este mundo de urbanizaciones atrincheradas, rejas en las ventanas y sospecha permanente. Si ya no podemos confiar en nuestros políticos (mentirosos profesionales), confiemos en las gentes normales, como nosotros. Tratemos de sentir un poco de dolor al leer de la muerte de Evelin o al imaginar el cruel asesinato de los marfileños, imaginemos cómo echar una mano al vecino que ya está mayor y tiene problemas para abandonar su casa o, simplemente, hagamos la vida más amable a todos los que se cruzan con nosotros.

Les aseguro que este texto no tiene nada que ver con el espíritu de la Navidad, una comercializada celebración que ya pocos dotan de sentido. Las palabras vertidas tiene más que ver con las ventanas abiertas los últimos días, con la estúpida manía de imaginar la vida del otro y realizar que, detrás de máscaras y cortinas, se esconde una humanidad como la nuestra.

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<> Este artículo se publicó el 28 de diciembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

AES: la responsabilidad irresponsable

La opinión de…

 

Paco Gómez Nadal

Las máscaras pueblan los rostros del siglo XXI.   Las personas las utilizamos con más facilidad ahora que tenemos internet para fingir que somos lo que no somos.   En internet a las máscaras se les llama perfiles y suelen ser engañosos y premeditados. Pero los individuos somos inofensivos: tontos útiles de este teatro sin actores pero con guionistas conocidos. Las máscaras más peligrosas son las corporativas.

Las grandes empresas invierten un buen porcentaje de su presupuesto en mercadeo y en relaciones públicas para asegurar que sus máscaras funcionen bien. Cuanto más riesgosa –peligrosa para el resto– sea la actividad de la empresa más hay que invertir en imagen. Y como los corifeos de la publicidad conocen la sicología masiva saben que lo mejor es relacionar la imagen de una empresa con la bondad, con el cuidado del medioambiente o con la caridad (¡Que se lo pregunten a los limosneros de la Teletón!).

Panamá ya sabe lo que son las relaciones públicas engañosas, también conocidas como Responsabilidad Social Corporativa. Empresas autodenominadas como de comunicación (como, por ejemplo, Estratego) se dedican a camuflar, a construir máscaras que luego las publicitarias refuerzan y los expertos en ciencias sociales avalan.    Que se lo pregunten si no a las decenas de “expertos en desarrollo comunitario” que contratan las empresas petroleras, mineras o agroindustriales cuando prevén conflictos sociales en las zonas en las que operan.

Ahora, de hecho, tenemos que, por ejemplo, también soportar anuncios por doquier que presentan a Minera Panamá como un gobierno corporativo del país: programas de becas escolares, comedores, plan de reforestación, desarrollo comunitario sostenible, etcétera.    Si uno se creyera sus vallas o su sitio en internet pensaría que estos empresarios no quieren el cobre de las entrañas de la tierra, sino hacer el bien a la humanidad. ¡Menos mal que llegaron a salvar a este país!

Uno de los casos más cínicos de máscaras es el de AES Panamá (“10 años de desarrollo energético responsable”). La misma empresa sobre la que pesa ahora la sospecha de una pésima gestión de la represa de Bayano –que dejó sin casa y a la intemperie a cientos de familias durante las lluvias de la pasada semana–, es la que construye el proyecto hidroeléctrico de Chan 75 (o Changuinola I, porque a todo lo que huele mal se le cambia el nombre o la máscara).

Durante años, AES ha sostenido un pulso violento con las comunidades afectadas por este megaproyecto que este Gobierno apoya con uñas y dientes.   Ha fingido negociar, ha mentido sobre los supuestos acuerdos, ha ignorado las recomendaciones de Naciones Unidas o de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ha comprado periodistas en Bocas del Toro, ha privatizado carreteras de penetración y tiene contratado a un escuadrón de la Policía Nacional para que nadie meta la nariz en su feudo. Pero, insisto, lleva “10 años de desarrollo energético responsable” en Panamá.

Ante los problemas de las inundaciones en la zona de Bayano, AES ha guardado silencio ya que parece que en estos casos la Responsabilidad Social Corporativa con la comunidad pasa a segundo plano. Esta semana, los estrategas de AES Panamá también deberán maquillar un poco más la realidad, ponerse sus mejores máscaras y enfrentar la visita de la CIDH que viene a comprobar la situación de violación de los derechos fundamentales de miles de panameños en el río Changuinola. Imagino que están relativamente tranquilos porque, además de su equipo de comunicación y relaciones públicas, AES cuenta con el inestimable trabajo gratuito del Gobierno en pleno.

En noviembre, el Ejecutivo declaró el proyecto de utilidad pública y urgencia notoria para allanarle el camino, y se ha hecho el sordo, como lo hizo el gobierno anterior, ante las medidas cautelares dictaminadas en 2009 por la CIDH y que exigían la paralización de las obras hasta que los derechos de los habitantes ngäbes de la zona no estuvieran garantizados.

La máscara de AES funcionará a la perfección aunque espero que los enviados por la CIDH sepan ver detrás de la sobredosis de toxina botulínica que esta empresa se aplica cada vez que su perfil perverso asoma y, aunque sea de forma simbólica, se condene el proceder de estos genios del “desarrollo comunitario”. De paso, ya que los de la CIDH están por Panamá, podrían aprovechar para constatar el clima del viejo oeste en el que languidecen los derechos humanos.   Tenemos poco que ofrecerles y mucho que esperar de ellos.

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<> Este artículo se publicó el 14 de diciembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

La mentira cotidiana

La opinión de…

Paco Gómez Nadal

No hay que rasgarse las vestiduras por las revelaciones (filtraciones reveladas) de Wikileaks. Hay que indignarse. A pesar de que la mayoría de los ciudadanos no está siguiendo estas revelaciones con el interés que uno supondría o de que los gobiernos se estén inventando fanfarrias diversas para aplacar el ruido del escándalo, lo cierto es que las filtraciones de los cables confidenciales del Departamento de Estado de Estados Unidos dejan sin ropa a más de uno, incluidos algunos personajes de nuestra vida nacional.

No son cualquiera los personajes, no. Se trata del presidente y del vicepresidente de la República, quienes en la confianza de las conversaciones con la ex embajadora de Estados Unidos,  Stephenson, dijeron lo que pensaban: que algo huele mal en la adjudicación del contrato de construcción de las esclusas del Canal ampliado, en el caso de Martinelli; y que algo va a salir mal en ese negocio vendido como un sueño a la mayoría de los ciudadanos y que puede convertirse en pesadilla.

Dos caras. La mentira cotidiana que escuchamos de nuestros dirigentes, y la otra versión compartida en los cenáculos del poder real, el de Estados Unidos. La mentira instalada en nuestros medios de comunicación, incapaces de ir más allá de la cosmética de la declaración pública y resignados a ser correa de transmisión de las “fuentes oficiales”.

Tuve la suerte de escuchar de voz del propio Varela su versión de la ampliación del Canal mientras conversaba inocentemente con un grupo de turistas en un bar, atrapado por la lluvia y excitado por el entonces reciente ascenso al poder:  “Yo fui el único político de Panamá que se opuso a la ampliación del Canal y van a ver: el proyecto va a fracasar, los votantes se van a acordar de lo que yo dije y seré presidente”. Tamaña irresponsabilidad era lo que pensaba –y lo que seguramente piensa aún– el canciller. Otra cosa es la que dice ante las cámaras.

Lo que nos revela Wikileaks es que nuestras peores sospechas eran certezas sin prueba: que los políticos de la mayoría de las democracias formales de Occidente juegan con la opinión pública mientras, tras bambalinas, hacen lo contrario. Y, ante esta verdad… ¿cuál debe ser nuestra reacción? Pareciera que, hasta ahora, la apatía es la tónica dominante. Los ciudadanos siguen mirando a otro lado mientras los medios de comunicación arden con este Watergate llevado al infinito. Nada nuevo, porque ante la crisis financiera que ha mostrado el engaño del sistema capitalista, la mayoría de las personas también han reaccionado anclándose a la nada.

Es cierto que la reacción de la opinión pública en nuestros países no es natural o espontánea, sino que es inducida por un clima mediático adormecedor y despistante. El bombardeo es constante y los días previos a Navidad no ayudan a que el ciudadano medio piense, reflexiones y decida su camino.

Considero, sin embargo, que es un momento fundacional para nuestra civilización. Abocados, como estamos, a una suma de crisis sin igual en los últimos siglos, debemos tomar posición. El primer paso para una solución a este clima de mentira y falta de control de nuestro propio destino es la indignación. Si no nos indigna, si la rabia no se instala en nosotros por unos minutos para, después de respirar profundo, pasar a la acción, probablemente estemos condenando a las generaciones futuras a enfrentar retos nada agradables marcados por la violencia, la rapiña y la individualidad cuasi genocida.

Hace unos días escuchaba al sacerdote y sociólogo belga Françoise Houtart responder a la pregunta del “Qué hacer” con esta contundencia: “Todos tenemos la obligación ética de deslegitimizar el sistema [capitalista]”. Eso es lo que toca. Y hay que hacerlo sin esperar resultados espectaculares para no navegar en la frustración –en un mundo “normal” las publicaciones del cablegate habrían tumbado a varios presidentes–.

Wikileaks ha hecho un gran favor a la humanidad: quitar la máscara democrática a aquellos que prefieren el despotismo y las sombras.   Ahora nos toca a nosotros hacer el cambio, provocar la renovación de nuestras estructuras y retomar el control del acontecer. Escribía Ryszard Kapuscinski: “Hay que implicarse una y otra vez en la obra de liberar al mundo, aunque se caiga docenas de veces por el camino y aunque todo lo bueno siempre parezca hallarse inconmensurablemente lejos”.    Que así sea.

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<> Este artículo se publicó el 21 de diciembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Cumbres borrascosas

La opinión de…

 

Paco Gómez Nadal

La comunidad internacional se tambalea. Las revelaciones de Wikileaks y la falta de capacidad para gestionar los principales problemas del planeta hacen que los ciudadanos bostecen ante el anuncio de una nueva cumbre internacional, de un coctel de lujo de mandatarios sin resultados o, al menos, sin resultados conocidos.

El presidente Martinelli, tan dispuesto a fustigar la inutilidad del Parlacen, de la que nadie duda, no parece igual de enfático con el resto de foros internacionales.

Los viajes presidenciales se multiplican y los resultados se desconocen. Transparencia cero para gestiones tan vacuas en unos casos –al estilo de los viajes a Mónaco de la doña– como crípticas en otras –la famosa visita a Israel o a los tiburones asiáticos.

Esta semana que pasa nos deja dos fracasos sonados. La fallida Cumbre Iberoamericana de Mar de Plata y la Cumbre sobre el Cambio Climático de Cancún.

En la primera, Panamá ha hecho el ridículo internacional, aunque la salvó el ausentismo de algunos de los presidentes con más peso político en la comunidad iberoamericana (sea lo que sea que significa ese término inventado en Madrid).

Martinelli ha sido el único que ha insistido hasta el cansancio en la reinclusión de Honduras en este grupo de países que se autodenominan democráticos y que, en general, tiene suficiente pudor como para no aceptar en la misma mesa a Porfirio Lobo hasta que, por lo menos, se juzgue a los responsables del golpe de Estado que sacó del poder en pijama a Zelaya y se reconstruyan los mecanismos formales de la democracia occidental.

Al gobierno de Martinelli no le parecen tan “importantes” los estándares democráticos y anda de embajador mundial del régimen posgolpista de Lobo en el país ejemplo de la ultraderecha latinoamericana. Claro, que nuestro presidente viajó a Honduras en secreto a reunirse con Uribe y Lobo y tampoco consideró necesario dar explicaciones al país una vez que su homólogo hondureño reconoció el encuentro.

Tampoco parece que avance la cumbre sobre el Cambio Climático de Cancún. No es sorpresa, eso es cierto, pero siempre queda la leve esperanza de que los gobiernos entiendan que estamos hablando de la supervivencia de la especie y no de un capricho de cuatro ambientalistas radicales.    Los países poderosos se reservan el derecho de decidir qué acuerdos cumplir y cuáles saltarse a la torera… es decir: se confirma lo que ya sabíamos, que no hay voluntad política real de trabajar en conjunto. Esto ocurre porque abordar con seriedad el problema del cambio climático supondría cuestionar las bases del sistema capitalista y eso no está en la agenda internacional.

La inutilidad de estas cumbres tiene explicaciones. El poder real no se juega en esas reuniones. Y eso lo sabemos. Las filtraciones de Wikileaks nos confirman en parte la teoría de que no tenemos ni idea de cómo mueven las fichas los poderosos. El club Bilderberg, el G–8, el Consejo de Seguridad de la ONU, las Instituciones Financieras Internacionales (las IFI) y, por encima de todos ellos, las multinacionales y las instituciones financieras privadas, son los que mueven los hilos de este planeta bajo una óptica de especulación cortoplacista que juegan en contra de la democracia y, por supuesto, de la conservación del ambiente o de un desarrollo realmente sostenible (que, a estas alturas de la devastación, competiría con cualquier concepto de crecimiento).

Quizá tenga razón Martinelli y haya que abandonar tanto foro inútil, pero no por lo que cuesten o por su tendencia política, sino para reinventar nuestras sociedades y, por qué no, las relaciones internacionales. En este entorno de mitomanía internacional corresponde rescatar lo mejor que inspiró el Foro Mundial Social, ese encuentro abierto de la sociedad civil que aún se permite soñar con que otro mundo es posible. Nuestros políticos, incluidos los que dicen no serlo (como el presidente del país), nos han fallado, quizá es la hora de aplicarles nuestra propia Carta Democrática a ellos: el que no cogobierna con su pueblo no tiene derecho a gobernar.

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<> Este artículo se publicó el 7 de diciembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Ética y cementocracia

La opinión de…

Paco Gómez Nadal

La democracia es un asunto complejo porque el único valor que le permite perdurar tiene que ver con la credibilidad del sistema y de sus actores y ésta solo la proporciona la ética de los mismos. La democracia o es ética o no lo es.

Le podemos buscar muchos nombres –tecnocracia, mafiocracia, autocracia, oligocracia, plutocracia…– pero ni será democracia ni podrá dormir tranquila por las noches.

No es que la democracia haya tenido muchos tiempos de esplendor en nuestra historia como humanidad. En realidad, si lo vemos con perspectiva histórica, solo hemos sido islas democráticas flotando en océanos plagados de reyezuelos, líderes mesiánicos, dictadores y otras faunas marinas.

Pero, como hoy estoy optimista, digamos que andamos intentando aprender y enrumbar nuestros destinos por los rieles de un sistema político más o menos democrático que cada cual define a su antojo.

Por ejemplo, el turista Álvaro Uribe, de reciente visita al país (espero que la DGI haya comprobado cómo un turista trabajó por 50 mil dólares durante unas horas y se marchó), considera que es un demócrata de pro y que su país le debe varios monumentos por tamaña gesta. Son pequeñas anécdotas sin importancia que durante su gestión “democrática” tuviera que espiar (caso DAS), matar (caso falsos positivos), organizar grupos ilegales (la parapolítica) o robar (son cientos los casos de corrupción multimillonaria) … También considera su amigo hondureño Porfirio Lobo que es democrático llegar al poder después de sacar del país a tu antecesor en pijama o dejando en la más absoluta impunidad los crímenes contra líderes de la oposición o periodistas.

Pero no me voy a desviar de mi argumento central. Uribe vino a Panamá a dictar una conferencia organizada por Incae, parte del club selecto que ha estado convenciendo a los ciudadanos de que la democracia es cemento y no ética. Es decir, que para ser un buen presidente solo hay que cortar cintas de inauguración y no construir consensos o avanzar en la institucionalidad democrática o buscar una sociedad participativa y plural. No importa el fundamento ético de las decisiones ni el comportamiento de sus ejecutores, solo hay que hacer, hacer y hacer (en palabras de Alvarito: trabajar, trabajar y trabajar).

El gobierno de Martinelli (el amigo de Alvarito y de Lobo aún no recibido por el patrón del norte) tomó nota de esta teoría y la aplica a la perfección. Obras y más obras, cemento y más cemento, sin mucha reflexión y sin un plan de desarrollo para Panamá. Promete millones como Papá Noel augura sueños y tendrá que buscar la reelección o, al menos, la continuidad porque no alcanzan estos tres años y medio para tanta vaina. El pueblo, una vez sorbido el cerebro con la publicidad rabanesca, aplaudirá la iniciativa y tendremos cementocracia para rato.

Si lo miramos con perspectiva, veremos que no hay mucha diferencia entre Martinelli y su amigo Bosco Vallarino.   Si el último tuviera más presupuesto, además de las villas navideñas estaría construyendo sus piscinas olímpicas chinas porque, en el fondo, es la misma política de su prócer presidencial: Metro, Metro Bus, pasos vehiculares, hospitales, aeropuertos… vamos a tener de todo.   Eso sí, ideas, ni una.

Si alguien tratara de definir qué país está proponiendo este gobierno para dentro de 10 años lo tendría difícil. O no tanto: un paraíso de cemento y vidrio, sin campesinos, sin tugurios a la vista (pero todos activos) y sin oposición. Por eso, desde ya propongo que ahorremos reales y disminuyamos el tamaño del Estado eliminando ministerios y oficinas inútiles para estos propósitos. Entre ellos, y de forma urgente, hay que acabar con el Ministerio de Desarrollo Social (¿Se acuerdan de Ferrufino?), el de Desarrollo Agropecuario (dos palabras contradictorias en Panamá),   la Contraloría de la República (para construir tanto hay que controlar poco), la oficina del zar anticorrupción o la Dirección de Política Indígena.

Sinceremos esta cementocracia y  hagámosla más eficiente. No dejemos que los discursos antipatrióticos, ñangarudos o pseudointelectuales nos arruinen la fiesta (¿o será un festín?) y potenciemos el populismo mediático, el silencio crítico y el patriotismo barato. Ese fue el plan de los colonizadores de todas las épocas y se ha perfeccionado tanto que ahora no es necesario siquiera imponerlo desde afuera.

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<> Este artículo se publicó el 30  de noviembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor  en:  https://panaletras.wordpress.com/category/gomez-nadal-paco/