¿Por qué nosotros sí y el resto no?

¿Por qué nosotros sí y el resto no?
La opinión de…

Alberto Sánchez

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Qué fácil es despertar todas las mañanas y encender la televisión para después entrar a la ducha tibia y empezar la rutina diaria un día tras otro. Esa facilidad con la que transcurren los primeros 10 a 20 minutos de cada uno de nuestros días es la que a veces nos bloquea mentalmente, cuando pensamos que ningún proyecto industrial más puede tener cabida en nuestro país, pues vamos a contaminar el medio ambiente y que además, si evitamos que nuevos proyectos se ejecuten estamos ayudando a la conservación del planeta.

Definitivamente para que esos primeros minutos del día transcurran con normalidad, muchas minas en el mundo han debido extraer el cobre para poder tener energía en nuestros hogares y fabricar el televisor que vamos a encender, además de las emisiones que se estarán generando en alguna de las centrales térmicas que operan en nuestro país.

En Panamá existe un gran número de proyectos que son víctimas de ataques por parte de grupos ambientalistas cuya bandera de lucha constituye el fundamentalismo conservacionista, no obstante todos ellos también son usuarios de las materias primas transformadas.  Ellos se oponen y llaman a los pueblos del interior a oponerse, pues deben de defender el medio ambiente.

Sin embargo,  la realidad en el interior es totalmente diferente a los primeros minutos diarios de cualquier trabajador o directivo de algunas de las ONG ambientalistas en el país.  Pues para empezar no hay energía eléctrica, y los servicios de saneamiento son limitados, pues son comunidades que no están insertadas en el circuito económico formal, viven en la más completa informalidad económica que condena a los pueblos a tener deficitarios servicios públicos (salud, educación e infraestructura de producción).

Las ONG proclaman que debemos vivir del ecoturismo y del manejo de la biodiversidad; sin embargo, no dicen que son actividades que generan riqueza, pero de manera muy limitada; no dicen tampoco que se requiere mucha inversión para implementar la necesaria red básica de servicios turísticos (carreteras, puertos, etc.) que solo actividades industriales importantes pueden pagar y que además generan oportunidades de mejora de calidad de vida para más población.

Cualquier proyecto industrial actual, además de tener como obligación respetar el medio ambiente e interactuar responsablemente con él, tiene la capacidad de promover formalidad económica y fomentar la accesibilidad de servicios básicos públicos de toda índole. Eso es así en cualquier país del mundo.  Eso, señores, es la mejor forma de ejercer un derecho fundamental, el de la igualdad, mediante el cual la población que vive al lado de los recursos industrializables puede tener la opción de romper los círculos viciosos de la informalidad en su economía y entrar en el círculo virtuoso de la economía de mercado con enfoque de desarrollo sostenible.

Pero, para lograr eso debemos de darle un poco más de crédito a empresas responsables que pueden apostar por una realidad de nuevas oportunidades y gestión responsable.  Finalmente, como en toda economía de mercado si los proyectos no se hacen aquí se van hacer en otros países y nuestras riquezas quedarán enterradas o fluyendo por los ríos, como hoy.

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Publicado el 24 de agosto de 2009 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde