La opinión de…
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Dialys Ehrman –
Los hechos acaecidos en la provincia de Bocas del Toro traen nuevamente a colación el tema de la discriminación racial de la cual somos objeto diferentes actores de la sociedad en su conjunto, especialmente, los indígenas y negros.
Después de más de 10 años de la mora del Estado panameño en rendir su informe ante la Organización de Naciones Unidas sobre este tema, por los compromisos asumidos en el marco de la Convención Sobre Todas las Formas de Discriminación Racial, me permito hacer la siguiente reflexión sobre el tema.
A pesar de los avances cualitativos y cuantitativos en materia indígena, es evidente que la intolerancia y la discriminación racial persisten en nuestro país, lo cual ha impedido notablemente el desarrollo social, económico y político de nuestros pueblos indígenas de Panamá, y se manifiesta en diferentes formas que paso a explicar.
1. Discriminación en el empleo: Los trabajadores indígenas son objeto de explotación y constituyen la mano de obra barata en Panamá, en la mayoría de los casos no le pagan seguro ni prestaciones laborales.
2. Discriminación en la educación: En la esfera de la enseñanza, en los planteles educativos de las ciudades existe un sistema que tiende a relegar a los niños y niñas indígenas y en especial si asisten al plantel con su vestimenta originaria; reciben malos tratos y marginación por parte de educadores y compañeros de salón.
El Estado al permitir esta marginación desde una etapa muy temprana atenta contra la armonía social entre los distintos integrantes de un plantel educativo.
3. Prejuicios racistas: Más allá de los factores económicos y sociales, la situación de los indígenas en Panamá es consecuencia de prejuicios seculares extendidos en la sociedad, así como de ciertas prácticas de los agentes de Estado que nos consideran ciudadanos de segunda categoría. Es decir, hay un marcado estereotipo que se manifiesta en los materiales de estudio (libros, etcétera), los medios de comunicación (radio, televisión, etcétera). Estas prácticas se basan en la ideología de superioridad del mundo occidental.
4. Discriminación en la salud y vivienda: La exclusión de nuestros pueblos indígenas de los derechos sociales, como salud y acceso a la vivienda, contribuye a un mayor empobrecimiento, falta de hospitales y centros de salud, escasez de medicamentos, y a la desvalorización de nuestra medicina tradicional.
La escasez de viviendas en Panamá es uno de los grandes problemas que atraviesa el país; los pueblos indígenas no escapan de ese flagelo. Según el sociólogo Manuel Canales: “La intolerancia es una disposición cultural que tiende al rechazo, en cualquiera de sus formas de la diversidad sociocultural. La discriminación por su parte, se entiende como la disposición cultural a reconocer desiguales derechos de las personas, atendiendo a criterios externos a la esfera propia de responsabilidad de los individuos, tales como etnia, edad, grupo socioeconómico de pertenencia, etc”.
Igualmente Manuel Osorio, en el Diccionario de Ciencias jurídicas, Políticas y Sociales, define desde el punto de vista social, “dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos u otros”.
El racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas de intolerancia son propias de la ideología occidental y se reflejan en la relación que la sociedad dominante ha mantenido con los pueblos indígenas en América, la cual se constituye como un problema histórico que tiene profundas raíces en el colonialismo que comienza con la invasión de 1492, practicada por el Estado y la sociedad panameña occidental desde entonces.
Finalmente, hacemos un llamado de reflexión al Gobierno Nacional, a definir las políticas públicas que garanticen el ejercicio de nuestro derecho al desarrollo, que los diputados empiecen a elaborar las leyes necesarias que tipifiquen y sancionen penalmente las conductas y prácticas discriminatorias, xenofóbicas y racistas, vengan de donde vengan; a establecer procedimientos y recursos para una efectiva atención de las denuncias de violaciones a los derechos de los pueblos indígenas y problemas de racismo en general; que los tres órganos del Estado empiecen a promover políticas realmente pluriculturales y plurilingües, con el pleno reconocimiento y respeto a la diversidad cultural y la promoción de relaciones interculturales en el marco de los derechos colectivos e individuales.
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Este artículo se publicó el 29 de julio de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.
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