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El abogado ofrece al público una variada gama de servicios; sus honorarios los fija la ley, aunque se establecen en la práctica respondiendo a las leyes de la demanda y la oferta. Si ya de por sí es difícil lidiar con problemas ajenos, presionado constantemente por el cliente, y si a eso le sumas la indolencia de los funcionarios y la incertidumbre del cobro de honorarios, a causa de ese desgaste físico, en poco tiempo terminará en un hospital o de por vida sometido a delicados tratamientos ‘anti stress’.
La relación cliente – abogado es una relación de confianza recíproca, pero si el cliente desconfía de la habilidades e integridad de su asesor, y si el abogado realiza el encargo con temor a no recibir su ‘paga’, el desenlace final quedará en manos de la suerte. El común de la gente no contrata al abogado para que lo defienda, sino que lo busca para que ‘le mate un caso como sea’ , y si encuentra al ‘sicario de la ley’ buscado, gustoso pagarán la suma que pida. El cliente que busca una solución ‘arreglada’, a un asunto de difícil solución, inclinará su preferencia por el abogado que se jacte del ‘buen manejo’ con el funcionario, pues piensa que ese contacto es indispensable para tentarle con ‘proposiciones deshonestas’. En cierta ocasión escuchaba decir a un curtido litigante, que la gente paga sin chistear por todo lo inmerecido, y paga con regateo los honorarios del abogado. En la calle se percibe que el buen abogado no gana los casos por sus conocimientos ni habilidades profesionales, sino gracias a los contactos personales y al dinero disponible.
En otros tiempos, por el respeto dispensado al abogado, su compromiso de parcialidad profesional no le generaba ningún riesgo. Pero hoy al abogado se le ve como un aliado del ‘enemigo’, y como está en uno de los bandos, debe prepararse para las represalias. Resulta paradójico, pero he llegado a creer que bajo estas condiciones, el abogado tiene serias razones para no interesarle que el problema de la mora judicial sea superado, pues si ‘ganas’ o ‘pierdes’ el caso, lo que tienes asegurado es un gran problema. El desenlace del juicio, luego de una largo transitar termina satisfaciendo sus aspiraciones justicieras, a costa del riesgo constante de la salud y la integridad personal del abogado.
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<>Artículo publicado el 3 de noviembre de 2010 en el diario El Siglo, a quienes damos, lo mismo que al autor, el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor en: https://panaletras.wordpress.com/category/zuniga-sanchez-jorge/
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