¿Dónde quedó nuestro paraíso ?

La opinión de…..

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Pauline Jácome De la G.

Crecí en el barrio de Bella Vista y viví ahí hasta el día que el destino me llevó a tener mi propia familia. Cuatro generaciones de mi familia vivieron y crecieron en este barrio, las anécdotas que tenemos son interminables. Recuerdo cómo mi padre, en el balcón de nuestro apartamento en la Justo Arosemena y Calle 45 (ahora Calle 44), nos contaba las aventuras que tuvo con sus amigos cuando pequeños. Echemos para atrás, me contaba de los paseos con el cochero de mi bisabuela, Mi Tina.

¿Cochero, eso cómo se come?, dirán los jóvenes de ahora. Cuando se iban al parque Urracá por la Calle 46 a esperar que pasara el tranvía; ¿tranvía, dirán los jóvenes de hoy en día, y eso qué es? O cuando mi mamá y sus hermanas, que vivían frente al parque Urracá en el edificio Hispania, en la misma Calle 45, paseaban frente a la casa de mi abuela Clelia, y ella decía: “cómo me gustaría que uno de mis hijos se casara con una de esas muchachitas”. O cuando tiraban el ganado en la playa y salía la chiquillería corriendo por las hermosas arboledas de Bella Vista, esas calles altas que se vislumbraban desde el parque Urracá, como un recordatorio de lo que debe ser el Edén.

Claro, el Edén tropical que todos nos imaginamos, con sus amplias aceras y sus palmas altas frondosas, los árboles que daban sombra a las grandes casonas de dos altos con hermosos ventanales por donde se respiraba aire sano, aire puro. Donde los chiquillos que allí vivimos crecimos robustos, fuertes, llenos de dignidad, paz y amor por la naturaleza. Donde jugábamos “la tiene” en esas hermosas calles, o nos trepábamos en las ramas de los frondosos árboles para jugar a las escondidas. Esto era el barrio de Bella Vista con sus incansables historias hermosas.

¿Ahora, qué tenemos, qué quedó del hermoso paisaje que teníamos desde la Avenida Balboa? Una enorme pared de concreto por donde no pasa el sol, porque se ha asustado, luego de lo que el hombre ha hecho con su ciudad. Donde personas sin visión urbana se han dado a la tarea de llenar de concreto nuestra vida, nuestra ciudad, nuestro país, nuestro mundo. ¿Dónde está el desarrollo urbanístico?

Las autoridades, que han dado los permisos de construcción durante todos estos años, no se percatan de que no han dejado ningún espacio pequeño para respirar, ¡nos estamos asfixiando! ¿Para qué? Para tener más personas viviendo en cajetas de cemento, una encima de otras,   ¿es esto calidad de vida?

Nos estamos desensibilizando, nos estamos deshumanizando, estamos retrocediendo en el tiempo. Lo que está de moda, hoy por hoy, es cuidar lo que siempre tuvimos: verdor, aire puro, vecinos y chiquillos corriendo por nuestras aceras.

¿Es que queremos ser modernos, queremos parecernos a las grandes ciudades; Nueva York, quizás? Sí, pero ellos tienen un Central Park y tienen aceras por donde caminar. Miren las construcciones en la cinta costera, son un alto riesgo para todos los que transitamos a diario, ¿o no? ¡Hemos destruido nuestro paraíso!

Cuidado y a alguien se le ocurre pedirle a las autoridades que le vendan el parque Urracá para construir un centro comercial. “Dios mío, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, esta fue la frase de Jesucristo antes de morir en la cruz. Es que ya no les pido ni que recapaciten, el daño está hecho.

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Este artículo se publicó el  21  de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Cuando perdemos un amigo

Recordatorio a María Cristina García Eleta
CUANDO PERDEMOS A UN AMIGO
Pauline Jácome De la Guardia

La tristeza que sentimos al instante que nos dan una mala noticia, es una tristeza vaga que se va definiendo a medida que nos damos cuenta que es una realidad y no una fantasía, o un sueño. Así va pasando el tiempo y nuestra mente divaga por nuestros recuerdos llevando y trayendo imágenes que nos ayudan a darnos cuenta, y saber que estamos viviendo un presente muy triste, la pérdida de un gran amigo.

Hemos perdido a nuestra queridísima María Cristina García Eleta, muy pocos la conocían como Cristina; para todos solo Gina, la alegre, la divertida, era esencia, natural, original, era una buena amiga. Quiero que aquellos, los desafortunados que no la conocieron tengan una idea de la falta que nos hará a todos, con su alto grado de aprecio a la vida, de amor por sus sobrinos Shantal y Marquitos, a su madre, a sus hermanos, a su familia. Y, qué decir de nosotros, sus amigos, todos los que compartimos con ella el breve tiempo que estuvo con nosotros. De Gino Martín García Eleta, su perro que tanto quiso y cuidó como si fuera un hijo. Con el alto grado de amor a su Patria, y entrañables deseos de hacer algo por ella, de dejar una huella.

Gina comenzó hace muchos años con la idea que tenía que hacer algo propio, se graduó de arquitectura, sin embargo, se dio cuenta de que esto no era para ella, y con la ayuda y consejos de su gran amigo Tommy y el apoyo incondicional de su primo Antonio inauguró G & G formal wear; esto fue la realización de su vida, su negocio con el cual logró cumplir sus anhelos, su independencia económica y así poder ayudar a su familia y a todos los que le pedían una mano. Mas tarde vino la lavandería, que como siempre, fueron su iniciativa y su esfuerzo los que llevaron a que pudiera tener estos negocios exitosamente, en los que siempre podíamos encontrar a Gina detrás del mostrador o a su hermana Gaby o a su mamá, dando la mejor de las atenciones y siempre con una sonrisa.

Fue miembro fundador del grupo Los Hashers de Panamá, grupo de amigos, colegas, profesionales, empresarios, corredores que todos los lunes los veíamos por las calles de Panamá, haciendo su recorrido para luego departir juntos un rato de camaradería. Su muerte trágica, dura; nos ha llevado a darnos cuenta de lo vulnerables que somos; que nada es como era antes cuando éramos mas jóvenes, salíamos e íbamos de un lado a otro sin temor, ahora estamos en un grado de egoísmo en donde los malos hábitos, los «desvalores», la desintegración familiar, la pobreza y los rencores; dominan nuestros barrios marginados, y el ejemplo de otras culturas que no se parecen en nada a la nuestra. La ley de la maleantería, lo vulgar y la violencia son elementos que se han introducido sin control en nuestra sociedad, sin que nadie haga algo al respecto.

No somos ni seremos los mismos, pero no conseguiremos nada con mantener rencor en nuestros corazones. Tenemos que predicar con el ejemplo y enseñarle al mundo entero, que somos personas con un gran amor y respeto por la vida. Esta era nuestra querida Gina y así la vamos a recordar toda la vida, estará cantando I Will survive en el cielo, pero tú sobrevivirás en nuestros corazones para siempre.

Sé que te despediste de todos nosotros con la frase que te caracterizó y con la que te recordaremos toda la vida; ¡Gracias Panamá, I love You!

Yours, Pauline

Artículo publicado  el 27 de octubre de 2007 en la sección Nacionales (Pag8-A) del Diario La Prensa de Panamá.