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La opinión del Ingeniero…
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Carlos Eduardo Galán Ponce –
Hay ciertos fenómenos naturales que solo ocurren en este pedazo de tierra chiricana. Y otros que si se presentan en otros lugares no podrían ser tan hermosos como los nuestros.
Uno de estos fenómenos son los arcoíris. Si estás en Boquete en un mes de diciembre, durante una hermosa noche de luna llena, podrás tener la suerte de apreciar en el firmamento, exactamente sobre el majestuoso volcán Barú, algo muy especial. Un arcoíris nocturno. Lunar.
Para ello tiene que coincidir la presencia de dos condiciones naturales. Una luna llena y ese tan propio bajareque boqueteño. Dado que la luna no irradia la misma intensidad lumínica que el sol y que los tonos de colores fuertes se proyectan en una longitud de onda diferente, esos tonos en este arcoíris son casi imperceptibles.
Y cuando la luna entra en su fase menguante, se van atenuando, hasta desaparecer. Pero persisten los tonos de menor intensidad, los colores más oscuros, que siguen dando una forma simétrica a ese arcoíris lunar sobre el volcán Barú. Es un fenómeno que solo se hace presente dos o tres veces al año.
En la luna llena de estas navidades, ese espectáculo se pudo apreciar en toda su intensidad. Y desde el Hotel Río Cristal, en la profundidad de las montañas vírgenes de Palo Alto, a mil 600 metros de altitud, donde no hay nada que obstaculice la vista. Con ese aire puro de las montañas y un cielo claro de fondo, apareció majestuoso, en todo su esplendor, ese arcoíris lunar. Era algo para recordar.
En horas de la tarde, tuvo lugar el característico arcoíris diurno. Solo que siendo este fenómeno causado por el reflejo del sol en la humedad del ambiente, sucede que en el centro de Boquete, con el sol, mil 50 metros más cerca de la superficie y donde su luminosidad se estrella, no con una humedad ambiental común, sino con el espectro que forman las finas gotas de nuestro bajareque, toda la gama de sus colores se mostraba en la plenitud de su intensidad. Es otro espectáculo fuera de lo común. Frente al Hotel Ladera, ese día, una gran cantidad de visitantes disfrutó del extraordinario multicolor de ese fenómeno. Y quiero agradecer a su propietario y amigo, David Carballeda, por las fotos que me enviara de ese momento.
Los caballeros de la época afirman que fueron estos fenómenos lo que llevaron al doctor Arnulfo Arias a llamar a su finca cafetalera “Finca Arco Iris”.
Pero Boquete no se ha conformado con solo mostrar sus bellezas naturales. Sus autoridades municipales, con su alcalde Manolo Ruiz al frente, han logrado hacer una hermosa calle peatonal, la única en la provincia, adoquinada y alumbrada por faroles típicos de esos pasajes. El parque central fue remozado y embellecido con flores. Se creó una plazoleta frente al Palacio Municipal donde podrán tener lugar esos espectáculos culturales, que ya se presentan en otros lugares de Boquete.
La Feria de Boquete es única en su clase. Sin querer restarle méritos a ninguna otra del país, sencillamente, como decía mi recordado amigo, doctor Ezequiel Rodríguez Pedreschi, “para hacer buen pan, hay que tener buena masa”. Las condiciones naturales de Boquete, su clima, sus suelos, sus ríos, su temperatura y su bajareque, no coinciden en ningún otro lugar de esta nación. Y su gente. Los orígenes y la vocación de sus fundadores. Su dedicación y el cariño por el campo y su cultura por la conservación de los recursos naturales, también son virtudes que han hecho de este pedazo de la provincia lo que es. Esa es “la masa” de donde nace Boquete y de donde surge su feria.
Es un lugar donde puedes escoger para disfrutar, acabados de cosechar, entre la dulzura de una dorada naranja injertada, o la de una copa de suculentas fresas, o de una jugosa chirimoya madura. O beber un refresco de naranjillas. O saborear unos filetes de trucha fresca. Y al terminar de saborear esos manjares, en cualquiera de los muchos restaurantes de primer orden que tiene Boquete, si pides una taza de café, que no puedes dejar de hacerlo, vas a encontrar no solo a “alguien” llevándote una simple taza de café.
Con nuestra típica hospitalidad regional, va a ser una bella chiricana la que te llevará a tu mesa una humeante taza de una aromática bebida, extraída de granos seleccionados, distinguidos entre los mejores del mundo. Un café de Boquete. Y ya al final, cuando sea hora de retirarte a tu lugar de origen, debes hacer un alto en uno de los coffee shop, para que adquieras y te lleves de recuerdo, una bolsa de cualquiera de sus premiados cafés. Verás que cuando se te termine, la vas a extrañar y te hará recordar esta feria y planear el regreso a la próxima.
Nota: Como el MOP no repare, antes de la feria, el puente sobre el río Palo Alto, cosa bien sencilla de hacer, de vergüenza, no debieran ni asomarse por allí.
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Este artículo se publicó el 14 de enero de 2011 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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