La opinión de…..
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Yolani Rognoni Arias
El último fin de semana largo pasé unos días junto a mi familia en la playa. Fuimos invitados a uno de muchos desarrollos que se están construyendo en la costa Pacífica, relativamente cerca de la capital.
Estábamos en una “casa de playa” algo alejada de la playa. Para ir a la orilla, transportamos nuestras sillas, meriendas, nevera, niños, niñeras y a nosotros mismos en carro. Estacionamos el auto al borde de la playa.
Un rato después de acomodar todos nuestros implementos sobre la arena, cerca del mar, un dependiente de la empresa que administra el proyecto nos hizo la observación de que el auto debía ser movido hacia la calle.
Acto seguido, uno de nosotros movió el carro. ¡Cuál sería mi sorpresa, cuando vi vehículos transitando por la playa! Me refiero a vehículos de cuatro ruedas, que consumen combustible y por toda descripción (four wheel, carrito de golf o similares) son vehículos.
Por lo anterior, el área en donde uno coloca sus toallas y demás chécheres debe ser bien escogida para evitar el tránsito –sobre las pertenencias– de los mencionados vehículos.
De hecho, eso mismo sucedió con un juguete de mis hijos. Un supervisor de la empresa administradora llegó casi hasta el mar para conversar con nuestra anfitriona en uno de esos carritos. Cuando retrocedió sobre su camino, sin fijarse, pasó encima del juguete. Poco después comenté con el jefe de este supervisor lo sucedido, le mostré las huellas del vehículo y le mostré el juguete distorsionado.
Su respuesta fue que si el juguete hubiera estado al lado nuestro el incidente no hubiera sucedido. ¿Me diría lo mismo si en vez de un juguete hubiera sido mi hijo?
Hace años (más o menos 15) hubo un accidente en la calle de acceso a una playa muy popular.
No presencié el accidente, pero como en Panamá todo se sabe, supe que una niña de 14 años perdió control de su vehículo de cuatro ruedas, cayó sobre una cuneta y perdió la vida. Ese accidente fue el detonante para que algunos padres de familia reconsideraran el uso de estos vehículos por sus hijos.
¿Hará falta un accidente para que se deje de transitar en vehículos de cuatro ruedas (o de dos) sobre las playas donde aspiramos pasar un buen rato?
Fue muy desagradable jugar con un frisbee en medio de la playa, porque al correr hacia atrás temí perder de vista una moto que me viniera encima. Pasado el juego pensé en lo irónico de la situación.
¿No es a eso a lo que vamos a la playa?
Exhorto a las autoridades municipales para que se pongan las pilas y prohíban el uso de estos vehículos, independientemente de su tamaño, en las áreas comunes de esparcimiento.
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Este artículo se publicó el 10 de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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