Una confusión anunciada

Una confusión anunciada
César A. Delgado O.

La calidad de la enseñanza en Panamá se encuentra, una vez más, en el ojo de la tormenta. Hace algunas semanas una aspirante panameña a un certamen internacional sufrió un revés, al dar respuesta a un comentario que ha revolucionado la inquietud de la crítica nacional e internacional. Ahora entre risas y chanzas, todos preguntan ¿quién es Confucio? y lo preocupante es que a la candidata nunca se le preguntó quién es Confucio, sino que se le pidió que comentara una máxima de este célebre filósofo chino (no chino japonés): “Leer sin meditar es una ocupación inútil”. ¿Será que los egresados de la educación media en Panamá no están capacitados para reflexionar?

En el lenguaje cotidiano, empleamos el término calidad como sinónimo de excelencia o como un atributo, pero en educación, el término es más abarcador, puesto que se incluyen todas las políticas, sistemas y procesos dirigidos a mantener esa excelencia en la provisión de los servicios educativos. Es por ello que cada institución educativa debería comprometerse con mantener esa calidad hasta elevarla a los más altos estándares. Pero la realidad es otra. Nos encontramos con centros educativos, en los cuales educar es solo un negocio. Los padres y estudiantes son solo clientes, y, por ello, estos se sienten con el derecho de exigir que al acudido se le apruebe sin haber alcanzado los objetivos básicos del nivel en el cual estudian.

En nuestro país, la educación politizada (cada vez que un gobierno asume el poder, esto basta para cambiar todo lo que el gobierno anterior hizo y deshizo), el aumento de la población estudiantil, la falta de incentivos a los educadores con vocación, y la falta de consistencia en los programas educativos, entre otras razones, han contribuido a que la calidad de la educación vaya en detrimento de los educandos. Cada día son más los jóvenes que ingresan a un aula, luego desertan de ella, o lo que es peor, culminan sus estudios, pero sin haber logrado los objetivos del nivel. Nos preguntamos, ¿qué es lo que ocurre con el sistema?, ¿los educadores panameños del siglo XXI tienen vocación? Parece ser que, para algunos, es la última carrera a la que pueden optar, pues es común encontrar a educadores inmersos en este mundo solo por el bienestar económico, o porque es lo que les toca vivir. No hay una verdadera vocación para enseñar. Debemos estar dispuestos a cambiar el comportamiento didáctico, al comprender, amparar y orientar a los estudiantes.

Con el propósito de que nuestros estudiantes no se confundan y que una simple máxima de Confucio se convierta en el talón de Aquiles de una sociedad, todos los educadores comprometidos de este país debemos actualizarnos en los aspectos que involucra la expresión oral y escrita, no solo aquellos que enseñamos lengua y literatura, sino también los que enseñan artes, tecnologías, ciencias exactas, naturales y sociales. Así proporcionaremos las herramientas didácticas para que nuestros estudiantes sean capaces de pensar y enfrentarse a los retos que le impone la sociedad cuando abandonan las aulas.

Publicado el 29 de mayo de 2009 en el diario La Prensa