La opinión de….
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Howard V. Walker
La fuga de petróleo en el golfo de México debe alzar la bandera roja para todos los panameños. No porque se taladre en busca de petróleo en las costas locales del Pacífico y el Caribe, sino porque este país es amenazado gravemente por desastres ambientales, más cerca de nuestra casa, principalmente en las tierras verdes del interior y en sus ríos.
Las propuestas alarmantes de minas y represas hidroeléctricas han causado muchas críticas de parte de nuestra ciudadanía. Entre ellos, grupos diversos como el de los científicos, ambientalistas y los indígenas, estos últimos en cuyos territorios se llevan a cabo la mayoría de esta explotación de recursos.
Panamá es un pequeño país. Se puede decir que se escucha caer cada árbol que se tala.
Claro, es imposible limitar o aislar los impactos del número de mega intervenciones, como las represas y sitios mineros que ya se aprobaron y se empiezan a desarrollar.
El Colorado no se ubica en una remota montaña andina, típica de los sitios chilenos de minería. Mientras, el trabajo sigue adelante con camiones y equipo pesado de tallas enormes que compiten en las carreteras con el bus popular, el automóvil económico y los turistas extranjeros.
Estos proyectos de interés multinacional nos arrancan la calidad de vida. Los proyectos se aprueban con caminos nuevos, a través de reservas naturales, y con comunidades rurales exigiendo un precio ambiental. Se contamina el suelo, el agua y se desampara a miles de campesinos.
Los partidarios ingenuamente reclaman que hay controles incluidos. Quizás sea necesario reflexionar sobre las recientes experiencias que se han registrado a falta de aplicar la ley en Panamá (también BP y el golfo de México). En este punto, a los residentes canadienses, como este servidor, nos preocupa la manera arrogante en que las compañías mineras canadienses se empeñan en la explotación destructiva del paisaje virgen en Panamá.
Hasta en Canadá se reclama en voz alta. Al comienzo de año, un diputado canadiense (John McKay) presentó la Propuesta C–300, que requería a las compañías mineras observar y respetar los estándares y normas que se exigen en Canadá en sus actividades en otros países.
¿Por qué sus anfitriones panameños, en la mayoría indígena, no se merecen el mismo respeto y trato con el que se labora en Canadá? Desgraciadamente, no es ninguna sorpresa que la propuesta encuentre oposición en reuniones de accionistas y en otra parte.
Es obvio que no se puede depender solamente de la conciencia cívica/social de los que explotan los recursos naturales en Panamá. Esto es un asunto que sólo puede ser dirigido por regulación del Gobierno.
Diariamente se incrementa la lista de países que desean la cornucopia de las ricas reservas minerales y fuentes de energía que Panamá posee. El interés y el sentido común, sin duda alguna, dictan que las frágiles y valiosas herencias naturales y culturales de Panamá reciban la protección requerida. Una vez que el daño está hecho, la ganancia a corto plazo de unos cede a cicatrices ambientales y cívicas de manera permanente.
Panamá ha sido bendecida con una belleza natural única, un puente ístmico extraordinario entre dos continentes, y es el hábitat de una flora y fauna de esplendor incomparable y enriquecedor del alma.
La fama de nuestros atractivos naturales atrae y crece con los miles de turistas y nuevos residentes que han venido a disfrutarlos. Sus ciudadanos ingeniosos han triunfado sobre la conquista colonial y la mucha adversidad política y, ahora, se paran en el umbral de un futuro próspero.
Es inimaginable que sus patrimonios nacionales se vendan ahora para quedarse solo con el mal sabor y mal olor de los desechos. Panamá ha cultivado la imagen, a través de los años, de ser un país con tesoros y riquezas naturales. Urge mucha cautela y medidas responsables para mantenerlo así.
Como reza un dicho: en las decisiones del día de hoy están las consecuencias de mañana.
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Este artículo se publico el 23 de junio de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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