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La opinión de…
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Carlos E. Rangel Martín –
La bestial represión a los trabajadores en Changuinola el pasado mes de julio, ejecutada por unidades escogidas de la Policía Nacional siguiendo órdenes directas de nuestros más encumbrados gobernantes, y la pavorosa quema de reclusos a principios del presente año, festejada por otras unidades policíacas, son responsabilidad principal de esos gobernantes, debido a sus componendas legales para, aparentemente, ganarse el apoyo incondicional de la Policía Nacional en cualquier situación.
Esta desgracia probablemente no puede ser mayor: Primero, por el creciente malcontento de multitud de panameños serios y trabajadores, cansados de gobernantes principalmente interesados en servirse de nuestro país para satisfacer ansias personales de poder y riqueza.
Segundo, porque la imposición de disparatados negociados multimillonarios que nos endeudarían o perjudicarían indefinidamente, como lo son la compra de los corredores y la minería a cielo abierto en nuestro frágil clima tropical, contribuiría a que otros funcionarios emularan a sus superiores y buscaran el enriquecimiento a como diera lugar, sin valorar la importancia social y la satisfacción personal de servir y respetar, sin distinción alguna, a todos sus conciudadanos.
Tercero, porque, como señala la jerarquía de nuestra Iglesia católica, esta deprimente conducta gubernamental a largo plazo solo contribuiría a aumentar la violencia y a que cayéramos en manos de improvisadores líderes populistas, quienes le traerían mayores sufrimientos al pueblo, como está sucediendo en la hermana República de Venezuela; porque se equivocan completamente quienes crean que los partidarios de una dictadura marxista se quedarán de brazos cruzados indefinidamente ante un río completamente revuelto por tantas arbitrariedades.
Lamentablemente, la dirigencia del Partido Revolucionario Democrático (PRD) se encuentra mayoritariamente en manos de personas que apoyaron la dictadura norieguista y quienes no admiten que, por esa misma razón, sus recientes candidatos presidenciales oficiales fueron rechazados contundentemente en las elecciones y nunca lograrán ganar la confianza de las mayorías; aparte de que también rehusan aceptar que todo partido político que aspire a crecer o sobrevivir requiere de la continua formación y participación de nuevos y prometedores dirigentes.
Nuestro pueblo clama por partidos políticos serios, en los que priven la honestidad, el profesionalismo y la verdadera búsqueda del bienestar de las mayorías.
Desafortunadamente, la reciente trayectoria del Partido Panameñista, bajo la dirección de Juan Carlos Varela, ha sido la de un compañero de viaje que apoya a un “Cambio Democrático” evidentemente demagógico, autoritario y cleptocrático. Sin embargo, de escoger un presidente de mayor seriedad, el panameñismo partiría por delante de otros partidos hacia una conversión al tipo de colectivo que la mayoría de los panameños apoyaría gustosamente.
De no imponerse esa meta, el panameñismo estaría en peligro de desaparecer prontamente, quizá antes que el partido personal del presidente, Ricardo Martinelli, porque por más que una empresa encuestadora local pregone la inalterable “popularidad” del primer mandatario, es imposible olvidar que, durante las primarias de las pasadas elecciones, la misma empresa encuestadora firmó un contrato con la candidata presidencial del PRD quien, sin que mediara explicación alguna, inmediatamente “aumentó de popularidad”.
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Este artículo se publicó el 5 de febrero de 2011 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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