¿Una mamá llamada Ramón?

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La opinión del Jubilado del Cuerpo de Ingenieros de EE.UU…..

Carlos E. Rangel Martín

Dos vacas no pueden reproducirse. Dos caballos, tampoco. No pueden aparearse. Para ello tendrían que ser de distinto sexo y de la misma especie. Son cosas de la biología.   No son cosas de la cultura hitita, fenicia, maya, cristiana o musulmana. Definitivamente, no es un invento de la Iglesia católica.

Varios siglos antes que Jesús naciera en Belén de Judea, el Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer para crear una familia. La escueta realidad es que sólo una mujer, con la participación de un varón, puede tener hijos, que son la base de la familia.

El término “matrimonio” procede de la unión de dos palabras del Latín: el sustantivo «mater – matris» y el verbo «munio». El sustantivo significa «madre» y el verbo significa «proteger». Consiguientemente, el matrimonio consiste en la protección, por parte del padre, de la madre, que es la más importante y noble ocupación humana.

Cada término tiene su significado particular, y en Francia, por ejemplo, el acrónimo PACS denota un Pacto Civil de Solidaridad, que consiste en un contrato legal entre dos adultos, ya sean del mismo sexo o no, pero que desean compartir sus bienes igual que las parejas unidas por matrimonio, Por consiguiente, este PACS, cuya descripción aparece en http://www.vos-droits.justice.gouv.fr/vos-droits-10062/le-pacte-civil-de-solidarite-10209/, no es un matrimonio, como equivocadamente han hecho ver algunas publicaciones locales.

Aún más, llamar “matrimonio” a un “contrato” entre personas del mismo sexo, no sólo denota un desconocimiento de las inconexas etimologías de esas palabras sino que, jurídicamente, es un disparate. Dicho contrato podrán llamarlo PACS, «homomonio», «lesbimonio», lo que quieran, menos matrimonio, porque este término ya fue inalterablemente definido hace mucho tiempo.

Nadie llama pastel de manzanas al que está hecho de fresas. Lo curioso es que, cuando uno rectifica los términos, algunos miran extrañados, como si no se reconociera la libertad de las personas. Y por más que uno diga que sí, que uno respeta la libertad individual, que cada quien puede hacer con su vida lo que quiera, pero que el matrimonio tiene un significado inalterable, entonces van y lo llaman intolerante o irrespetuoso.

No sabemos lo que harán los legisladores a la hora de votar por propuestas semejantes, porque ellos son políticos, no juristas. Probablemente votarán según sus intereses políticos, no según el estricto Derecho. No obstante, de empezar a aprobar leyes absurdas, como una que intentara cambiar el significado del término “matrimonio”, estarían trastornando seriamente nuestro léxico legal y nuestro idioma; como sucedió en un lugar cuyo nombre me reservo, donde una profesora le preguntó a un alumno cómo se llamaba su madre y el niño contestó: «Mi mamá se llama Ramón”.

Nota: Este artículo incorpora y amplía un comentario que circula por la Internet, atribuido a José Carlos Areán, “supuestamente” Capellán del Real Club Celta de Vigo. Enfatizamos “supuestamente” porque nos fue imposible confirmar que ese sea el nombre del actual capellán de ese equipo del fútbol español.

 

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<> Este artículo se publicó el 23  de octubre de 2010  en el diario El Panamá América, a quienes damos,  lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.
Mas artículos del autor en:  https://panaletras.wordpress.com/category/rangel-martin-carlos-e/

Pretensiones erradas

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La opinión de….

Guillermo Tatis Grimaldo, hijo

Hay un sentimiento general de que nuestra sociedad va perdiendo valores sensibles, necesarios para la sana convivencia de la familia panameña y la preservación de su dignidad humana. Resulta peligroso y obran en nuestra contra aquellas pretensiones erradas que llevan propósitos de cambiar el orden social y natural.

En la Asamblea Nacional se discute un proyecto de ley que pretende imponer multas y penas de cárcel a quien ofenda o agreda a homosexuales que tiene como propósito oculto convertirse en preludio de lo que será una exigencia de mayor trascendencia.

Es necesario dejar claro que el resto de la sociedad no tiene nada contra ellos, tampoco es cierto que la sociedad los rechace, so pretexto de homofobia; una vez más, este es un país en el que la tolerancia se practica de hecho, aquí todos podemos vivir la intimidad como mejor le parece a cada quién.

Lo que resulta inaceptable es que el resto de la sociedad tenga que consentir sus excesos, su conducta extravagante y exhibicionista, contraria a la moral y a las elementales normas de conducta pública. La comunidad lésbica-homosexual no puede exigirle al Estado panameño que preserve a ultranza derechos para ellos y ellas en detrimento de los demás grupos o comunidades, como castigar a los que ofendan a un grupo cuando lo consecuente es que se castigue a todo aquel que ofenda, difame o ataque a cualquier ser humano o ciudadano sin distingos de religión, condición social, oficio, nacionalidad, edades, sexo, gustos o placeres.

La razón debe estar por encima de todo, y siento muy a mi pesar que lo que sigue es exigir una ley que les permita contraer matrimonio, francamente me parece una aberración. El deseo de esta pretensión es inaceptable porque vulnera el sano juicio, la naturaleza humana y el significado mismo de matrimonio.

De una unión de dos hombres o dos mujeres, no puede surgir nada coherente, sino la terrorífica posibilidad de que adopten un crío, y de llamarlo matrimonio tampoco. El derecho romano consagra desde hace siglos, inclusive antes de Cristo, que matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, cuyo propósito es tener descendencia, es decir hijos y la de constituir una familia, como principal intención; lo establece también el antiquísimo y sabio código. Cualquier pretensión o interpretación distinta es un descomunal error. Matrimonio es una unión entre un hombre y una mujer.

No obstante, lo peligroso de todo esto es que mañana aparezca quien pida derechos y que se les reconozca la unión de un padre con su hija o que se le acepte en matrimonio a un hombre que ha decidido sacarse a su hermana, o qué tal, un antojo de alguien de que le casen con su jumento. Quién podrá decirles que no, acaso no tendrán el mismo derecho que hoy exige la comunidad gay.

Pero hay otras luchas más importantes que debemos librar. Es la aprobación de la Ley de Esterilización en igualdad de condiciones y conveniencia para hombres y mujeres, y la divulgación efectiva de la política de uso de preservativos, aunque nos valga entrar en contradicción con las iglesias, porque puede verse como una interrupción contranatural o divina a que los hombres y mujeres sigan teniendo prole hasta donde su rienda por el sexo alcance, pero no, resulta obligante en el marco de una serie de políticas encaminadas a mitigar la pobreza y las enfermedades fatales de contagio por relaciones sexuales.

Además, por qué es necesario el control de la natalidad, por dos razones muy sencillas, no podemos seguir reproduciéndonos infinitamente en un mundo que es finito, ni tampoco traer hijos para condenarlos a vivir en la miseria material y humana.

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<> Este artículo se publicó el 20  de octubre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor en: https://panaletras.wordpress.com/category/tatis-g-guillermo/

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En Francia no existe el matrimonio gay

La opinión del Escritor y Analista Político…

Rafael Montes Gómez 

Es un hecho que el tema del mes es el matrimonio gay y, sobre todo, el supuesto “matrimonio” de Agustín y Carlos. Si lo que buscaban era notoriedad, sí que lo han logrado. Nadie se mete en las relaciones de los gais, en este caso, ellos mismos se aseguraron de que saliera publicado en todos los diarios del país. Tampoco han callado que “se aman” y tienen 3 años de “relación”.

Asimismo, ya salió el señor Beteta a hablar sobre la inconveniencia de publicitar esa unión, porque nosotros los que nos oponemos al proyecto de ley No. 50, vamos a decir que eso del matrimonio gay es precisamente lo que buscaban. Tarde, ya lo sabíamos y lo denunciamos desde el primer momento que eso es lo que buscan. Hemos dicho desde el día uno de nuestra campaña que “el reconocimiento tácito de la orientación sexual por género que implica la aprobación del proyecto de ley No. 50, es el paso previo al matrimonio homosexual”.

En Francia no existe el matrimonio gay. Los países que han aprobado el matrimonio gay son Holanda, Bélgica, España, Noruega y Suecia; en ese orden. La gente habla de Europa y de ponerse a tono con esas corrientes modernas, no obstante si bien al igual que en Panamá, existe mucha indulgencia en lo sexual y tolerancia hacia el tema homosexual, en la mayoría de los países europeos no existe el matrimonio gay.

El PACS (1999) o Pacte Civil de Solidarité o Pacto Civil de Solidaridad, como lo concibe la ley francesa no es matrimonio. El gobierno francés decretó como ley civil el PACS y están disponibles tanto para las parejas heterosexuales como las homosexuales y otorgan muchos de los derechos asociados con el matrimonio, aunque no todos los derechos.

Un alcalde de una ciudad de Francia ofició una ceremonia pública para una pareja homosexual, amparándose en el PACS y llamándole “matrimonio”. Lo que ocurrió es que el acto civil fue demandado y fue revocado de inmediato, debido a esa falta de la autoridad de catalogarlo de matrimonio o casamiento.

Las personas que acceden al PACS pueden beneficiarse de la seguridad social de su pareja y comparten las deudas.   En el parlamento francés tratan de introducir alguna legislación que permita el matrimonio gay o elevar el PACS a matrimonio.

Mientras en Panamá, Augusto y César pueden seguir profundizando en su relación que han declarado tan abiertamente al mundo, no hay impedimentos legales, solo los de Dios.

<> Artículo publicado el 9 de octubre de 2010 en el diario El Panamá América, a quienes damos,    lo mismo que al autor,   todo el crédito que les corresponde.

Presunto matrimonio de homosexuales

La opinión del Economista, Educador y Humanista…

VICTORIANO RODRÍGUEZ S.

La condición, pensamiento o preferencia sexual es potestativa e individualizada. Homosexuales siempre han existido sin que exista notoria diferencia, salvo que el comportamiento exagerado y ocasionalmente vulgar (de algunos), haga contraste.

Hay una realidad, personas que sienten atracción, simpatía y amor hacia personas de su propio sexo. Se les denomina homosexual o lesbiana u otras denominaciones, según características, actitudes o acciones.

El cambio en el mundo sigue trayectorias muy preocupantes. Muchos científicos juegan a ser dioses. Procrean con máquinas y hasta en animales. La perversión, desde todo punto de vista, lleva a nuestro planeta al desastre antes de lo esperado.

Mundialmente es conocida la existencia de organizaciones (algunas diabólicas), que han hecho creer la existencia de un tercer sexo; un engaño, algo inexistente. Imposible ser hombre y mujer al mismo tiempo.

En Panamá existe una organización que defiende los derechos de las personas que no identifican con su propio sexo, ellos tienen su derecho, pero no con ello a perturbar, amenazar, intimidar y abusar del derecho ajeno. Algunos diputados discutieron un proyecto de ley que, independientemente al derecho que los gay dicen defender, vulnera el de otros ciudadanos.

De aprobarse ese proyecto, los homosexuales tendrían muchos más privilegios que las propias mujeres, sólo una denuncia puede encarcelar tanto a hombre como a mujer entre 30 y 180 días y multas desde B/.100.00 a B/.5000.00.

Panamá es un país conservador con arraigados principios religiosos, éticos y morales, razón por la cual el mucho más de un 80% rechaza la presunta ley de protección, el matrimonio entre parejas del mismo sexo y la adopción de niños, entre otras cosas.

En el país existe como tal, un sólo territorio, una sola bandera. Independientemente de la condición de los extranjeros en Panamá, los mismos deben respetar el pensamiento y la idiosincrasia del pueblo y las leyes panameñas o retirarse.

Nadie, por lo menos en Panamá, está por encima de la Constitución y la Ley, ni siquiera las embajadas, razón por la cual nuestros gobernantes tienen que pronunciarse con relación al presunto matrimonio de homosexuales en la Embajada de Francia.   De insistir, declarar non grato al embajador y solicitar, de ser necesario, el retiro inmediato de dicho funcionario del gobierno francés.  Dios te salve Panamá.

<> Artículo publicado el 30 de septiembre de 2010 en el Diario El Siglo Digital,  a quien damos,   lo mismo que al autor,  todo el crédito que le corresponde.

Apostillas sobre el matrimonio

La opinión de…

Juan Carlos Ansin 

La velocidad de los cambios culturales impone desafíos constantes a las costumbres de nuestra sociedad. El matrimonio es uno de ellos. Un derecho que en la actualidad se dirime, individualmente, como institución corporal y colectivamente, como constitución social. Etimológica y legalmente matrimonio proviene del latín y del derecho romano, su finalidad esencial es la de dar legitimidad a la descendencia materna. De allí que este pacto social tenga un aspecto bien definido: legitimar el parentesco y la pertenencia a la familia o al linaje, con todo lo que ello implica en la organización del Estado. De modo que el matrimonio ampara a la mujer, a sus hijos y establece responsabilidad paterna.

Hoy la asimilación conyugal entre parejas homosexuales es motivo de ásperos debates. Un debate que carece de palabras justas o apropiadas para definir un derecho de convivencia que ha existido siempre y que sólo ahora ha salido a la luz pública con la misma fuerza que la defensa de los derechos femeninos. Causas estas, inextricablemente unidas a los Derechos Humanos.

El matrimonio, desde el punto de vista sociológico, tuvo su raíz en la familia, fratría, clan o tribu y no al revés. No es la familia la que proviene del matrimonio. El tabú del incesto y la exogamia, estuvieron destinados a preservar la supervivencia del grupo desde el matrimonio como contrato de unión mono o poligámico. En la antigua ley judía, la esposa viuda era heredada por el hermano mayor y la poligamia está legalmente vigente en muchas culturas orientales y en algunas tribus nuestras.

Para una conclusión objetiva sobre este tema, hace falta desprenderse de conceptos morales religiosos, porque la religión, cualquiera sea, ha dejado de ser el fundamento de la moral universal. En este aspecto las distintas expresiones religiosas tienen posturas disímiles y antitéticas. Es obvio que para los feligreses tales conceptos tienen un valor indiscutible, no así para el resto de la sociedad. Vivimos en un mundo multicultural, globalizado por la inmediatez de la información y, muy probablemente, destinado en su evolución a convivir en un sincretismo religioso junto a una moral laica respetable y respetuosa de todos los credos.

En consecuencia, no es correcto admitir, semánticamente, la palabra matrimonio para definir la unión conyugal entre personas del mismo sexo. Pero se debe admitir el derecho que les asiste a legitimar esa unión conyugal, incluido el derecho tutelar sobre niños y niñas por adopción legal. De modo que los hijos adoptivos de familias gays deben ser considerados como hijos de padres o madres tutelares. Los preceptos religiosos enfatizan demasiado en la moral sexual de las parejas de un mismo género y a menudo ignoran el vínculo amoroso, sentimiento por el cual los seres humanos se sienten compelidos a una unión que socialmente los incluya sin tapujos ni prejuicios. Amar es un sentimiento sublime, extraordinariamente versátil y complejo. Es, también, un derecho y una facultad humana que, como la moral, pertenece a la humanidad sin distingo de sexo, raza o religión y que sólo debe rendirle cuentas al tiempo.

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Este artículo se publicó el  25  de julio de 2010 en el diario  El Panamá América,  a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.