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La opinión de…
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Praxda Z. Castillo C. –
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Es noviembre. En los medios abundan las directrices para lucir los símbolos patrios. En el noticiero reprenden a una de nuestras glorias del deporte por usar la bandera en su vestuario, mientras honraba a su patria con su desempeño en las Olimpiadas. Se forma un zafarrancho por un dibujo incorrecto en nuestro escudo, mientras que en una escuela, un estudiante baja la bandera mientras arroja despreocupadamente un vaso de plástico al suelo.
En el semáforo, una conductora compra y luce orgullosa nuestra bandera en su auto, mientras habla por celular sobre los 200 árboles que derribó para construir su nuevo chalé.
En una oficina se empapela cada rincón con alusiones al respeto por lo nuestro, mientras que unas secretarias hablan de lo mala que es la música de los grupos nacionales. Amanece el 3 de noviembre y una madre da afanosa los últimos retoques al costoso uniforme de su hija batutera, quien no puede esperar para lucir su minifalda frente a todos. Llegado el desfile, posa con orgullo patriótico, hasta que un reportero pregunta: “¿Qué se celebra hoy?”, y ella, avergonzada, retira la vista.
Unos amigos conversan con un extranjero, y mientras éste se esfuerza en practicar español, la comitiva dice: “No pierdas tiempo. Para lo que sirve ese idioma…”.
Una abuela reprende severamente al nieto por no acompañarla al desfile, pero días antes participó en un cierre de calles, atrasando la atención médica de un compatriota de la edad de su nieto que estaba muy grave. Una pareja lleva a su hijo para que honre a la patria con su colegio, y al ser detenidos por un policía, le pasan un billetito para llegar a tiempo. Una directora exhibe públicamente a una estudiante del cuadro de honor por no desfilar el 4 de noviembre, aunque dicha alumna pasa todo el año estudiando para algún día trabajar por su patria.
No quiero saber qué dirían los padres de la patria si pudiesen ver toda esta contradicción. Estamos respetando y venerando todo, menos lo que en verdad importa.
Inculcamos en la juventud un patriotismo de ritual, de banderitas y uniformes, mas no de acciones, conocimientos y responsabilidad; un patriotismo de amar la bandera sin amar al prójimo, de respetar las estrellas del escudo sin respetar a las glorias nacionales que aún viven; una defensa fanática de los símbolos sin defender nuestro idioma, costumbres y expresiones artísticas; un respeto hacia la imagen del águila harpía, y no hacia valorar y cuidar nuestras plantas y animales; un fervor hacia el canto del himno, pero no hacia trabajar unidos para que el progreso acaricie nuestros lares.
Imagino en el cielo a don Amador y doña María Ossa, a don Nicanor y don Sebastián, a don Jerónimo y don Santos, observando con tristeza lo poco que queremos a la patria y lo que aparentamos quererla cada noviembre.
Deben estar preguntándose ¿por qué tanto fanatismo con los símbolos, y tanto desdén con la tierra sagrada y la gente hermosa a la que representan?
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<> Este artículo se publicó el 5 de noviembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos de la autora en: https://panaletras.wordpress.com/category/castillo-praxda/
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