El peligro de mensajes “No lo maquilles. Denúncialo.”

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La opinión de la Socióloga, Especialista en Género…

Ángela I. Figueroa Sorrentini

La violencia machista expresada en una diversidad de formas, entre ellas la violencia física, sexual, emocional y económica contra la pareja o ex pareja, las violaciones y los femicidios son un mal endémico en Panamá.
Muchas son las causas, muchos los culpables y muchas las acciones que hay que implementar para poner fin a este mal que se ejerce contra la mitad de la población y que afecta gravemente al conjunto de la sociedad. Las acciones policiales y penales son parte de cualquier estrategia exitosa para combatir la violencia machista, pero en ausencia de otras medidas, las denuncias pueden llevar a agravar el problema, incluso ocasionando un mayor número de femicidios.

Diversos estudios indican que los hombres- y las mujeres machistas- quienes maltratan a sus parejas (esta última una realidad que hay que sacar del clóset) caen en uno de dos tipos: quienes se intimidan y retroceden ante la denuncia y aquellos para quienes la denuncia tiene el efecto de exacerbar su ira y violencia. Estos últimos no pueden concebir, mucho menos aceptar, que “su” mujer se haya atrevido dar el paso de denunciarlo.

Cuando se trata de agresores Tipo 1, la denuncia tiende a ser efectiva aunque, si no se toman otras medidas, la mujer suele eventualmente perdonar a su pareja y entra nuevamente en el ciclo de violencia o establece una nueva relación con otro agresor.

Cuando se trata de agresores Tipo 2, la denuncia es el camino seguro a la muerte de la denunciante si, junto a la denuncia, no entran en vigor otras medidas para hacerle imposible al agresor lograr su objetivo.

El problema grave estriba en que no hay suficiente investigación para establecer a priori si un agresor es Tipo 1 o 2.   Sabemos algunas cosas, pero no lo suficiente para poder afirmar a un grado alto de confianza que un hombre (o una mujer abusadora) concreta- no una abstracción- va a reaccionar en una forma u la otra.   De ahí que lo más responsable, de parte de quienes trabajan este tema, es preparar a todas las mujeres para presentar denuncias como si se tratara siempre de un agresor Tipo 2.

Por las limitaciones de espacio menciono rápidamente cuatro medidas fundamentales que hay que tomar.

Una, enseñar a las mujeres a preparar planes de escape. Un plan de escape es un conjunto de medidas que le permitirá a la mujer desaparecer rápidamente cuando requiera hacerlo por su seguridad, ya que ese no es el momento para ponerse a averiguar a dónde puede ir, juntar lo que necesita llevar, etc. Por ejemplo, tiene que saber de antemano adonde irá- que no puede ser el hogar de familiares, amistades o persona alguna conocida por el agresor- y la persona que la recibirá tiene que saber que su llegada puede darse en cualquier momento sin previo aviso; tiene guardado en ese mismo lugar o en otro punto seguro un maletín con mudas de ropa para ella y sus hijas(os), fotocopias de todos los documentos importantes, algo de plata para moverse y tiene siempre dentro de un cartucho o cartera todos los medicamentos de ella y sus hijos(as). Esto, por supuesto, no es una lista exhaustiva de todos los elementos que debe contemplar un plan de escape.

Dos, hay que enseñar a la mujer medidas que debe tomar con vecinas(os) cercanas para que pueda ser socorrida de requerirlo.  Por ejemplo, tener una señal acordada que significa “llama a la Policía”.

Las otras dos medidas requieren un compromiso que aún no se ha dado de parte del Estado y hay que exigirlas.   Son la creación de una red de albergues para las víctimas y sus hijas, hijos y familiares adultos mayores dependientes (los 20-30 podrían dedicarle la Teletón 2011, por qué no) y la adopción de convenios interinstitucionales que le permitan a la mujer maltratada inscribir a sus niñas y niños en cualquier escuela en cualquier momento del año escolar bajo nombres falsos y obtener atención médica bajo las mismas premisas, entre otros convenios.

Mientras no garanticemos estos servicios y apoyos, sopesemos con sumo cuidado los consejos que damos. Se trata de las vidas de estas mujeres, no las nuestras.

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<>Artículo publicado el 9  de diciembre  de 2010  en el diario El Panamá América,   a quienes damos,  lo mismo que a ls autora,  todo el crédito que les corresponde.

Reflexión a propósito de declaraciones del Papa

La opinión de…

 

Ángela I. Figueroa Sorrentini

Dice el Papa que la homosexualidad está contra la naturaleza. Habría que comenzar por definir qué es estar “contra la naturaleza”. Si estar contra la naturaleza es atentar contra ésta, actos contra natura –como los llama la Iglesia– serían todas las prácticas de consumo, malos hábitos en la disposición de desechos y proyectos desarrollistas que contaminan las aguas, secan los ríos, devastan millones de hectáreas e inundan otras tantas, acometen contra la flora y la fauna y aumentan de forma amenazadora el calentamiento global.

Aunque algunas y algunos piensan que el sexo gay o lésbico es lo más caliente que existe, les aseguro que no hay prueba científica alguna de que aumente el calentamiento global, afecte el curso de los ríos o coloque en peligro de extinción a especies marinas o aves tropicales.

Si estar contra la naturaleza es actuar en formas que no son inherentes a nuestra biología, sino que van en contra de ésta, la práctica sexual contra natura por excelencia sería la perpetua abstinencia. El sexo entre dos personas del mismo sexo no va contra nuestra biología, pues nacemos con el equipo y el potencial para dar y recibir gratificación sexual, tanto de personas del mismo sexo como del sexo opuesto.

Si el argumento es que va contra nuestra biología, porque dos personas del mismo sexo no pueden procrear, están cometiendo un grave error de razonamiento lógico: el que el sexo sirva para procrear no significa que tiene que limitarse a ese fin. El reducir el sexo a la reproducción de la especie es un argumento religioso, cultural, social, no un imperativo biológico. Además, quienes lo arguyen caen en la hipocresía de la doble moral, pues no condenan como contra natura el sexo entre personas del sexo opuesto, que no resultará en embarazo porque uno o ambos son estériles, porque usan protección o por otras razones. Y pregunto a las y los heterosexuales –sean sinceros (as) por favor– ¿cuándo fue la última vez que usted tuvo sexo cruzando los dedos para que el fruto fuera un embarazo?

Si estar contra la naturaleza tiene que ver con afectar/actuar sobre/transformar lo que se da naturalmente, contra natura sería producir, distribuir y consumir productos enlatados o congelados que prolongan la vida natural de frutas, vegetales, granos, mariscos y carnes. Contra natura sería la electrificación, focos con baterías y velas que prolongan la luz más allá de lo que la naturaleza brinda. También, las tecnologías médicas que permiten prolongar la vida con respiración artificial, transfusiones sanguíneas, trasplantes de órganos y tecnologías   similares.

Lo que nos lleva a un importante planteamiento: no todo lo que va contra la naturaleza es malo o inmoral.   En esta acepción, lo contra natura en materia sexual sería el uso de juguetes sexuales –sin que quiera decir que eso es malo o inmoral– más no el uso de la piel, la mente y toda la riqueza de órganos que la naturaleza nos regala y que sirven muy bien para el disfrute sexual, sea entre personas del mismo sexo o del sexo opuesto.   Ni siquiera sería contra natura el uso de pepinos o plátanos, porque eso también nos lo brinda la naturaleza y crecen sin una inscripción en su cáscara que diga: para alimento solamente.

Si estar contra la naturaleza es, como dice el Papa, “contra la naturaleza de aquello que Dios ha querido originariamente”, entonces no puede afirmarse que haya algo en este mundo contra la naturaleza. Aún si usted cree que existe ese ser sobrenatural que llamamos Dios, no hay forma humanamente posible de conocer qué es lo que esa entidad quiere, originariamente o en el presente. ¿Cómo lo sabríamos? Por la Biblia no, porque es racionalmente demostrable que la Biblia no puede ser la palabra de un ser quien es, por definición de los creyentes, omnisapiente, perfecto y sin error.

Porque lo dice el Papa o la Iglesia tampoco, porque el Papa es un ser humano y la Iglesia es un producto de seres humanos.   Recuerde que son estos seres humanos –no Dios– quienes dicen que su palabra es la palabra de Dios. Creerles sería admitir su fe ciega en hombres, no en Dios.   ¿Porque Dios lo puso en su corazón? Si cree en Dios, cree también en el diablo, ¿cómo exactamente sabe que fue Dios y no el diablo quien se comunicó con usted? ¿Cómo sabe que no es un diálogo de yo con yo? Por reclamos similares en los cuales no se incluye a Dios o a la religión, hay mucha gente internada en hospitales psiquiátricos.

En conclusión: no importa cómo definamos contra la naturaleza, no aplica a la homosexualidad.

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<> Este artículo se publicó el 4 de diciembre  de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.