Y líbranos también de la intolerancia, amén

La opinión del Catedrático Universitario….
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VÍCTOR  M.  CABALLERO
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Y líbranos también de la intolerancia, amén

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Una democracia lo es porque cumple con una serie de requisitos. Cierto es que hasta ahora es la forma más acabada, pero sigue siendo un ideal. Ni siquiera las sociedades más evolucionadas políticamente han alcanzado la perfección democrática, pero los caminos democráticos, a veces tortuosos y tormentosos, deben seguir siendo los que han de utilizar quienes están llamados a construir y fortalecer nuestros esfuerzos democratizadores.

Democracia es también gobernar en el entendido que las sociedades democráticas basan su funcionalidad según George Vedel, en un sistema de diálogos permanentes, habida cuenta de que, “ la filosofía democrática rechaza la creencia de que existe una armonía espontánea y automática entre los diversos interlocutores del mundo político. Pero esta filosofía no cree tampoco que las oposiciones sean de tal naturaleza que impidan encontrar una conciliación ”. El diálogo permanente garantiza que cada interlocutor puede y debe conocer el punto de vista de aquel que tiene ante sí.

Cuando los interlocutores conocen los pareceres ajenos, están en condiciones de alcanzar soluciones de compromiso, en las que pueden darse varias alternativas, o se acepta en parte lo que dice el interlocutor, o se renuncia a favor de los planteamientos esbozados, o se mantienen las posiciones esgrimidas originariamente, sin ceder nada, excepto la satisfacción moral que deriva del ser escuchados, en los temas propios del quehacer común.

Lo que no debemos es descalificar de antemano y no escuchar al contrario, por el simple hecho de ser una voz contraria o disidente. Lo que no se puede o no se debe es truncar total ni parcialmente la posibilidad y la necesidad que tiene el individuo de ser escuchado en su democracia. Esas actitudes contradicen y niegan el espíritu y la naturaleza del ideal democrático, y son desafortunadamente estas conductas las que mayormente prevalecen en nuestras sociedades aún en transición. La falta de sentido crítico y autocrítico, pero sobre todo la intolerancia, siguen siendo la norma de conducta entre quienes gobiernan y quienes son gobernados.

Lo recientemente sucedido en ocasión de la conmemoración del 2 de Noviembre en el Cementerio Amador, no es sino una muestra de la intolerancia y de la incapacidad que se tiene en nuestra clase política de someterse a los dictados de la democracia. Pareciera como si cada quien viera a la democracia como un vestido que se le adecúa a sus necesidades y exigencias particulares, por lo menos eso es lo que desafortunadamente percibimos del bochornoso incidente provocado por el señor ministro de Relaciones Exteriores, al interrumpir, increpar, regañar y hasta manotear, a un Orador de Fondo (Julio Yao) y a otro funcionario (Jair Martínez, presidente del Consejo Municipal) por el simple hecho de que le disgustaron los planteamientos esbozados por el orador.

Uno puede o no estar de acuerdo con lo que dice el orador, pero una regla básica de cortesía y buenos modales es escuchar a quienes hablan y, si no se está de acuerdo, existen los mecanismos para rebatir los argumentos esbozados, pero lo que no le es dado a una persona que ha sido investida con uno de los más altos cargos que la Nación dispensa a sus hijos, es comportarse como un señor feudal, que en su feudo no permite a sus siervos decir lo que piensan.

Eso solo en cuanto a quien debe estar llamado a guardar la compostura en actos solemnes, por ser precisamente el portaestandarte del ceremonial y del protocolo del Estado. Lo más preocupante es el saber que no se tiene derecho a disentir, que no se pueden hacer señalamientos u observaciones a quienes gobiernan, porque estamos expuestos a la repulsa, a la condena y casi al ostracismo, por el simple hecho de pensar diferente.

Tal vez el secreto de la auténtica democracia, es como señala De Parga, el sistema de diálogos en el que la mayoría escucha a la minoría, o aquél en el que los gobernantes escuchan a los gobernados, más, con lo acontecido, asisto preocupado a la pérdida, si es que se ha tenido alguna vez, de la tolerancia de quienes nos gobiernan, y sin tolerancia tampoco hay democracia.

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Publicado el 19  de noviembre de 2009 en el diario La Estrella de Panamá, a  quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde

La social democracia en Panamá

La opinión de…..

VICTOR MIGUEL CABALLERO

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La social democracia en Panamá

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En nuestro país, el debate ideológico es de tal magnitud que literalmente brilla por su ausencia. Parece como si fuera verdad que el muro de Berlín nos cayó encima a todos y hubiese destruido nuestra capacidad de análisis y de debate, ya que salvo los esfuerzos que desde la óptica sindical hacen algunos sectores del movimiento obrero, como Frenadeso y Suntracs, o las reclamaciones indígenas que cobran cada vez más contenido por el discurso de sus nuevos líderes, el resto del entramado político panameño rehúye y hasta desconoce la necesidad de debatir desde perspectivas ideológicas diferentes lo que podemos hacer, por el beneficio de la democracia y la justicia social en Panamá.

Para algunos sectores de los llamados progresistas, pareciera que la recuperación del Canal y el fin del colonialismo en nuestro suelo, era el único leitmotiv de la participación política y ciudadana. El fin del sistema bipolar y la invasión norteamericana, junto con la culminación de las reivindicaciones soberanas, han desmovilizado a la sociedad panameña y la entregan sin más, claudicando con ello y abandonando las posiciones que hicieron crecer y madurar en algún momento de nuestra historia las luchas sociales. Por ello, y ante la necesaria participación de cara a garantizar un espacio que posibilite el perfeccionamiento de nuestro sistema democrático, se hace imperativo reivindicar, como merece, a la socialdemocracia panameña.

En nuestro país quien reclama el privilegio de autodenominarse socialdemócrata es el Partido Revolucionario Democrático, pero a mi juicio lo ha hecho coyuntural y convenientemente cuando le ha sido necesario, pero su discurso y actuación han estado realmente distanciados de los ideales y principios de esta corriente ideológica. En el espectro ideológico político la socialdemocracia es la centro izquierda, en algunas latitudes reclama ser portaestandarte de la izquierda, pero a mi juicio ese nicho históricamente ha correspondido a los partidos comunistas.

No faltará quienes argumenten que la socialdemocracia viene en desbandada producto de algunas de las derrotas que ha sufrido en algunos países europeos, luego de una real hegemonía que en el mundo comienza con bastantes bríos a finales de los 90, particularmente en Europa, gracias a las victorias electorales de partidos socialdemócratas y progresistas, sin olvidar lo que el avance del socialismo democrático ha significado en tierras latinoamericanas.

¿Por qué este renovado interés en esta alternativa?, ¿qué es lo que permite este avance y estos logros? Podemos notar como un elemento importante en esta “tendencia” que los liderazgos en Europa y Latinoamérica que asumen la conducción de estas organizaciones y movimientos redefinen sus discursos y los van adaptado a la realidad que impone la globalización; sus propuestas intentan romper las rigideces del discurso tradicional e incorporan elementos propios de la tradición liberal, en el caso europeo, como de otros movimientos progresistas o un discurso sobre los derechos de las minorías, participación ciudadana, medioambiente y evidentemente las reivindicaciones populares largamente postergadas, como las indígenas.

Ello hace necesaria en nuestro país, la transformación y adecuación no solo de las estructuras de los partidos, sino de los discursos y liderazgos, así como los mecanismos de comunicación con los diferentes sectores de la población; es decir, la necesaria sustitución del discurso de partidos dirigido por minorías que se sirven de la actividad política y del caudal acumulado, para beneficios propios, por liderazgos cimentados sobre la base de un discurso capaz de orientar y dirigir al conjunto de la sociedad, lo cual da real y efectivamente capacidad de generar los consensos necesarios, para sumar tanto a la izquierda como al centro.

Pero para ello es necesario abocarse a un proceso que permita dar contenido ideológico a un discurso que si algo expresa es esta falencia. Si ello ocurriese, el instrumental de argumentos con el que contaría cada militante de la socialdemocracia permitiría un mejor abordaje de la problemática nacional y sus alternativas, para un país que avanza con la actitud del avestruz, hacia modalidades autoritarias que en nada nos beneficiarían, pero que al final terminaríamos siendo convidados de piedra hasta que la intolerancia se afinque y no deje otra posibilidad que la conflictividad social, que nadie quiere ni necesita.

Hasta ahora han sido la intransigencia, los liderazgos mal concebidos, en estilos personalísimos de conducción, así como la incapacidad de sectores de aceptar la innovación los que han invalidado y hecho al mismo tiempo inviable un proyecto socialdemócrata en la sociedad panameña; por ello cabe el llamado a la retoma de valores y principios, que oferten a los diferentes sectores sociales del país, los que están y estarán al margen de las dinámicas que se vienen imponiendo, y a la sociedad en general, una real y verdadera alternativa socialdemócrata.

Tenemos el reto de ser responsables de generar liderazgos con capacidad de integrar los intereses de una sociedad que cada día enfrenta realidades más complejas; debemos poder conformar mayorías y alianzas amplias. Necesitamos dar participación y comunicar de manera eficaz, a la población en general, pero particularmente a cada activista que se siente parte y desea ser parte de la transformación que reclama y necesita la organización política y el país.

Para ello más que una nueva dirigencia, lo que se necesita es seguir apostando por la innovación con espíritu emprendedor, algo que siempre ha hecho bien la socialdemocracia en el mundo y que en Panamá no puede, ni debe ser la excepción.

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Publicado el 7 de noviembre de 2009 en el diario LA PRENSA, a  quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.