Vorágines interminables

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La opinión de…

Eric A. Quintero

En otros países las diferencias entre sus ciudadanos se dan por razones religiosas, económicas y políticas sociales erradas que cometen los gobiernos, en detrimento de las mayorías. Las inconformidades surgen en torno a temas que afectan a la colectividad o a la sociedad en su conjunto, no así en lo personal.

En Panamá, el fenómeno es a lo inverso. Las diferencias tienen sus génesis en situaciones meramente personales que transcienden el plano religioso, económico, social y político. Por ejemplo, en política vemos a personas que fueron afectadas (justificada e injustificadamente) por un político o funcionario de la pasada administración, actuar casi irracionalmente y al margen de la ley, con tal de vengarse del que se supone le hizo daño.   Muchas veces, poco o nada importa si en ese afán de desquite y venganza afectamos a todo un país o a la humanidad en su conjunto (esto lo vemos a cada cinco años).    Las demandas e inconformidad de gran parte de los panameños se centran no en temas que afectan al país como tal, sino en situaciones e intereses meramente egoístas y personales.

Un gran segmento de la sociedad panameña se conduce con altas dosis de odios, rencores y venganzas, justificadas o no. Hasta en las actuaciones más triviales en las actividades diarias del panameño vemos traslucirse ese odio visceral. Por ejemplo, los improperios y vulgaridades proferidas por conductores de ciertos vehículos, que sufren desperfectos mecánicos, quedándose varados a media vía.

En otras sociedades no muy lejanas, con todas sus diferencias religiosas, sociales, económicas y políticas, sus ciudadanos tratan de ayudarse mutuamente (no mediante dádivas como sucede en Panamá) para salir adelante, a fin de obtener un mejor futuro. Aquí, pareciera que el panameño es el peor enemigo del panameño. Sólo basta ver el clima de conspiración y maledicencia urdidos en contra de un compañero de trabajo, al saberse que será promovido laboralmente. El egoísmo del panameño no tiene límites.

Me pregunto … ¿de dónde nace esa malsana pasión de odios y rencores entre panameños? ¿Será que como nuestra independencia de España y Colombia, jamás nos costó ni una gota de sangre, los panameños no sabemos apreciar lo que significa la paz e independencia, por no haberla luchado por cuenta propia? ¿Habrá que pasar por los tragos amargos que pasaron Nicaragua y El Salvador, que fueron devastados por cruentas guerras civiles, para que los panameños aprendamos a valorar la paz, a respetar la institucionalidad, el estado de derecho, y el derecho ajeno de los demás?

Mientras los gobiernos y la sociedad panameña no hagan un alto a esa vorágine de venganza, odio y egoísmos, nuestro país se acercará cada día más al camino sin retorno de la confrontación fratricida entre panameños.

<> Artículo publicado el 12  de octubre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos,    lo mismo que al autor,   todo el crédito que les corresponde.