Urinarios

La opinión del Periodista y Docente Universitario…

MODESTO A. TUÑÓN F.
modestun@yahoo.es

La destartalada unidad del Diablo Rojo entró a la calle 23, Este y antes de llegar al ‘mercadito’ de Calidonia, exactamente frente a las casetas donde se expende el coco rallado, detuvo la marcha.   El conductor bajó, se acercó a un lado de la parte delantera y allí descargó su vejiga para bañar de orine una de las llantas anteriores. Resuelta la molestia, volvió a subir, quitó la palanca de la posición neutral y prosiguió su camino.

Eran las dos de la tarde y los pasajeros debieron esperar que el ‘chof’ terminara la micción para continuar el recorrido urbano.

La escena es cotidiana en el espacio de la urbe capital.   En un costado del parque Urracá, en la Cinta Costera, en los corredores, en la sección de la avenida Juan Pablo II, dentro del bosque, o en la Vía de la Amistad se aprecia en cualquier hora del día, taxis, buses o autos particulares y a un lado, hombres que resuelven problemas de ‘plomería’ o urgencias fisiológicas que dejan de ser íntimas para convertirse en públicas.

Nuestro organismo requiere liberar sus aguas residuales y hemos tomado la costumbre de buscar el primer lugar que se nos ocurra para dar rienda suelta a esta extroversión costumbrista, sin advertir que existen locales donde por veinticinco centavos —y que cuentan al menos con un mínimo de gestión sanitaria— se puede satisfacer aquella importante función de desalojo corporal.

La primera vez que visité Alemania, me llamó la atención —además de su cronométrico sistema de transporte— la existencia de sitios para resolver estos ‘apuros’.    Los transeúntes entraban al local público, pagaban una moneda a una funcionaria impecablemente vestida (posiblemente municipal) y se internaban para ‘resolver’. La dependiente se aseguraba de que el sitio estuviera muy aseado.

El pequeño espacio urbano era limpio y satisfacía un requerimiento ciudadano tan importante. Luego, me enteré de que en muchas ciudades europeas existían baños públicos, cada uno de acuerdo a las costumbres locales, brindaba diferentes servicios.

En las carreteras —freeways— de Estados Unidos, a cada cierta distancia, se encuentran lugares, como postas para que los conductores hagan un alto y los interesados puedan atender dichos asuntos del cuerpo; además, tomen café, adquieran alguna golosinas o ‘donas’, descansen y luego prosigan su camino.

Cuando en México se empezó a construir el sistema del metro en la década de los setentas, se concibieron las características de las estaciones de ese transporte público que reducía los tiempos de traslado de un punto a otro de la megápolis y se adecuaron áreas en ciertas terminales para la satisfacción de las tendencias mingitorias y otras ‘ganas’ del usuario.

Es por eso que sorprende, que se haya dicho en la Secretaría del Metro en el país, que el modelo panameño no va a contar con servicios sanitarios, porque los flujos de utilización del novedoso transporte, son de un tiempo ínfimo que no hacen necesaria aquella opción.   Además, se plantea que de acuerdo con recomendaciones, allí es alto el índice de atracos.

Imagino las portadas de los diarios ‘Apuñalado mientras ‘meaba’ en el Metro’, ‘Lo plomearon cuando se disponía a echar un c…’, ‘Le roban en el servicio de la estación del Metro en Fernández de Córdoba’ u otras peores, según la imaginativa mente de los tituladores.

Todavía estamos a tiempo de que la institución responsable del macroproyecto de transporte, dé una salida a esta urgencia y pueda agregar los espacios para atender aquel requerimiento en los diseños de las estaciones.  Peor sería contestar demandas de alguien a quien se le reventó la vejiga, mientras el Metro esperaba que se restituyera el fluido eléctrico y pudiera continuar su marcha, precisamente en su segmento subterráneo.

Es una lástima que no se ayude a resolver ese gran problema de reservorios de las orinas de los ciudadanos locales y visitantes.   Se tendrá que hacer evaluaciones exactas cuando se sale de la casa y se utiliza el Metro para ir al trabajo o viceversa, tiempo que en las actuales condiciones de los autobuses es ‘incalculable’.

Usted ahora sabe que con el ‘subte’ (como llaman por cariño al tren subterráneo) va a demorar un tiempo exacto en llegar a su destino.   Por favor, tómese un momento antes de salir, porque el final del recorrido será dentro de unas dos horas y hasta entonces, podrá llegar a un baño público.

No ponga en peligro sus tripas, planifique su desalojo líquido y, por favor, no lo practique ni en el parque o la carretera, porque es una malacrianza y un atentado a la sanidad pública.

 

Este artículo se publicó el  16  de febrero   en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

En los lugares comunes

La opinión del Periodista y Docente Universitaio…

MODESTO  A.  TUÑÓN  F.
modestun@yahoo.es

El profesor Franz García de Paredes siempre insistía en que había que separar el lugar común de los textos y del habla cotidiana. Así aprendimos a determinar su uso en el lenguaje y a saber cuándo era útil, porque se trataba de un artificio que permitía ejemplificar; pero también, su capacidad de emerger con su rostro de vicio lingüístico para afear la expresión.

Y es que el lugar común, a veces confundido con el estereotipo y pariente cercano de la perogrullada, se ejercita en diversos ámbitos con la equivocada idea de resaltar las cualidades de elocuencia del hablante. Pero la diversidad de tipos de discursos de la vida cotidiana, como el religioso, el periodístico, el deportivo, el cultural y el político están plagados de frases hechas que solo aportan ideas vacías y pura ‘cháchara’.

En el campo periodístico por ejemplo, al decir ‘los 365 días del año’ o ‘la lamentable muerte’ se cae en un lugar común, pues en el primer caso, se supone que solo hay una excepción (cada cuatro años) en que el año tiene 366 días y en el otro, ¿qué muerte no es lamentable? a menos que haya algunas que sean agradables, como en casos de accidentes o hechos relacionados con agresiones e incidentes policivos.

Pero este fenómeno del habla no solo pertenece a la época actual o es un reflejo de la sociedad contemporánea. Ya Quevedo la había percibido en el siglo XVII y con su fino olfato costumbrista, pudo referirse a ella como ‘perogrullada’ o verdades de Pedro Grullo y resaltar que el nombre ‘Pedro’ había sido sustituido por el de ‘Pero’, un frutal, según él.

Un par de siglos después, el autor de Madame Bovary, Gustave Flaubert, recogería de la burguesía francesa, mucha frase insulsa y armaría su Diccionario de lugares comunes, una forma de pensar emergente en esa época, un conocimiento popular construido sobre la superficialidad y que gracias al escritor se pudo hacer un perfil de este periodo en Europa.

El tema viene al tapete, pues en el país se vive constantemente de situaciones convulsas; en muchos casos de crisis que pudieran evitarse por un buen manejo del discurso político o científico y por el sentido común aplicado a la comunicación. Por ejemplo, la inestabilidad en Bocas del Toro se inició cuando hubo frases dichas por funcionarios que no fueron del gusto de la población.

Y en esas y otras expresiones se cayó en el uso de lugares comunes. Alusiones despectivas a los indígenas, colmaron el vaso de la intranquilidad ciudadana. Algo semejante ha ocurrido con la difícil etapa de la producción del agua potable y con el manejo de los incidentes de las inundaciones del Este de la provincia de Panamá y Darién.

Decía Álex Grijelmo que el idioma se enriquece y evoluciona por ‘millones de experiencias y de usos que confluyen en una costumbre, decisiones democráticas de los pueblos que actúan por su cuenta y enriquecen su lengua, pese a las influencias de las cúpulas sociales y de los medios de comunicación de masas, de los que generalmente emanan efluvios empobrecedores’.

Es precisamente en estos dos sectores donde encontramos un escenario propicio para el desarrollo de estos vicios en la interpretación de la realidad.   La frase estereotipada de ‘Esto nunca debió suceder’ o en ‘… investigaremos hasta las últimas consecuencias…’ empiezan a repetirse y suenan tan huecas, como cuando se escucha en los medios de comunicación ‘el vital líquido’ o ‘el pan líquido panameño’.

‘De eso se trata’, es como una muletilla; al igual que palabras que funcionan como detonador de oraciones, tal como ‘realmente’, que inicia cualquier declaración o exposición, particularmente en los sectores profesionales.

Hubo un presidente de la década de los años sesenta que era famoso por responder a cualquier crítica ‘estamos tomando medidas’, frase que le ganó el apodo de ‘el sastre’.   En ocasiones, los asesores de imagen, los expertos en protocolo, les recomiendan crear dichas frases con la finalidad de salir del paso en situaciones incómodas.   Hasta los muñecos caen en estos trances, si no, observen a Casimiro con su ‘¡no me digas!’.

El lenguaje procede de un encadenamiento de la razón, diría Grijelmo. La realidad que vive el país es muy compleja por la transición hacia una sociedad moderna y se requiere de enfoques más profundos, esclarecedores y a veces tan sensibles que no pueden ser satisfechos con tanta mediocridad, desparpajo y grosería en los hechos y en los dichos.

La sociedad necesita nuevos enfoques, profundos y sin lugares comunes, que alumbren la realidad.

Este artículo se publicó el  9  de febrero   en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Más allá de la vida ¿qué hay?

La opinión del Periodista y Docente Universitario…

MODESTO A. TUÑÓN F.
modestun@yahoo.es

Conocer qué ocurre después de la muerte ha sido motivo de interés y fuente de inspiración para todo tipo de manifestaciones artísticas, filosóficas, religiosas y culturales. Cuando Hamlet toma un cráneo, lo acaricia y dice ‘Algo está podrido en Dinamarca’, el punto de partida de su proverbial frase es motivada por una angustia existencial.   En la mitología clásica, se habla del viaje que hacían las almas de los difuntos en el río Estigia, que separaba el mundo humano del hades o infierno.   Se creía que los fallecidos cruzaban este líquido camino en una barca guiada a veces por Caronte y allí hacían un ajuste,  de acuerdo a cómo se hubieran desempeñado en vida.

Clint Eastwood, el prolífico realizador norteamericano ha querido dedicar su último trabajo –Más allá de la vida– (Hereafter) a ese tema, pero en la perspectiva temporal del siglo XXI, un referente que no había tratado de manera central en ninguna de las cintas de sus treinta años como director cinematográfico. Esta película despierta en el espectador un deseo de conocer que hay más allá de la partida definitiva.

La idea central de la historia presenta a tres personas diferentes ligadas por su relación con ese espacio que continúa al final del camino vital. George Lonegan (Matt Damon) es un solitario hombre que tiene el don de mirar o contactárse con el más allá.   La periodista Marie Lelai (Cecile De France), vivió una experiencia trágica en Tailandia con el tsunami y el niño Marcus (Frankie McLaren) no puede confrontar la muerte de su hermano gemelo, y se ve desorientado.

Los respectivos casos de estos personajes son el argumento de Eastwood, cuyo entramado de textos dan sentido a este relato de ciencia ficción, que nos pone en la perspectiva de imaginar o cuestionar cómo el realizador va a fusionar estos cuentos y las circunstancias en que están inmersos el vidente, la periodista y el estudiante para culminar su propuesta.

A través del guión se expone la especial circunstancia de cada uno; Lonegal no alcanza a saber cuál es el poder que tiene entre manos.   Un hermano trata de aprovecharse de estas cualidades y él busca respuestas por sí mismo, huye a otro estado y se refugia en unas clases de cocina.

La periodista, luego de tener las experiencias que cambian su vida en el fenómeno marino, vuelve a Francia y no puede integrarse a sus tareas cotidianas. Trata afanosamente de escribir un libro sobre sus nuevas sensaciones y temores, que no despierta mucho interés en el mundo editorial.

El niño luego del accidente trágico de su hermano que lo sostiene emocionalmente, deambula en la búsqueda de alguien que le ‘conecte’ con él, quien quizás desde el ‘más allá’ también lo protege. A través de esta trenza cinematográfica, el guión de Peter Morgan, analiza puntos específicos en la trama; la soledad de los personajes, la charlatanería de las ofertas de comunicación con fallecidos, la instantaneidad de la fama en la farándula; hay un acercamiento a asuntos secundarios que interesan a Eastwood, pero donde no se detiene, como la alusión a un pasado incestuoso de la joven que conoce Lonegan en las clases de cocina. El filme tiene una excelente fotografía de Tom Stern que evoca un sentido nostálgico a través de los colores, algo que el realizador logra con mucho acierto en sus últimas obras y una partitura musical; ahora con guitarra y piano, casi tan perfecto como el minimalismo musical de ‘El Sustituto’ (con Angelina Jolie), donde él compuso una banda solo con la interpretación en diferentes cadencias de piano.

La cinta pierde fuerzas en el centro y parte del final. El director en los últimos minutos une las tres historias, pero deja de lado, aspectos que pudieran darle a la película el sello inconfundible de los grandes dramas que le han caracterizado. Sin embargo, esto no es motivo para opinar que el resultado carezca de los atributos que Eastwood da a sus trabajos, al menos en la forma.   Más allá de la vida no inserta en su menú visual esas fuertes escenas típicas de este tipo de relatos sobre ciencia ficción con aparecidos y seres que deambulan en un limbo visual, sonoro y de fuerte impacto emotivo; sin embargo, hay un texto muy sugestivo que con los enfoques, el tratamiento, ritmo y gusto de la senectud creativa de Eastwood, satisface al espectador e inserta este nuevo ámbito en el conjunto de su obra cinematográfica.

Este artículo se publicó el 2 de febrero  de 2011   en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Desarrollo sostenible

La opinión del Periodista y Docente Universitario…

 

MODESTO A. TUÑÓN F.
modestun@yahoo.es

La comunidad de Las Canoas en las montañas de la provincia de Herrera, vive la transformación en sus tareas productivas, en la forma de ser de sus pobladores y hasta en la idea que cada uno de ellos se hace de la vida rural cotidiana.   El agricultor Santiago Gómez, de ese poblado, ha cambiado los patrones de conducta de esta vecindad. Desde hace algunos años, inició el proceso de reciclar toda la basura orgánica de las casas, separa el material biodegradable, que mezcla con tierra en unas tinas y allí deja estos componentes que se convierten en materia prima de abono.

Los hombres en este lugar, irrigan el suelo para enriquecerlo y extraer sus legumbres, granos y frutas.   Desde hace algunos años, en este pueblito no arden los herbazales, ni se utilizan agroquímicos y los resultados son satisfactorios para todos por la calidad que presentan, sobre todo por el ejercicio productivo que aquí se promueve.

Las laderas del espinazo montañoso que rodea a Las Canoas, presenta un panorama de gran vistosidad porque en ese preciso lugar, no se encuentra un empobrecimiento y existe la garantía de que la superficie de estos terrenos generará los alimentos para las generaciones futuras al no verse empobrecida por esas prácticas tradicionales ni la saturación con abonos.

Esta podría ser la síntesis del desarrollo sostenible, que implica generar una actividad económica, que tenga en cuenta una relación con el ambiente y el patrimonio natural para cosechar en cantidades que posibiliten que con posterioridad, los nuevos pobladores –descendientes de los actuales cuenten con una perspectiva similar y sin el empobrecimiento de las condiciones del ecosistema.

Este panorama, fue el que llevó a las Naciones Unidas a dar pasos para consolidar un programa planetario que fomenta este enfoque en las comunidades, a través de proyectos e iniciativas que den respuesta a muchas necesidades que ahora obligan a presionar a la naturaleza y tienden a reducir y extinguir a la larga, esos productos que brinda el entorno.

Las playas donde antes la vida marina hacía ricos el suelo, las aguas y humedales, ahora dan un panorama desolado de conchas, esqueletos de peces, y todo tipo de señales sobre la pobreza del entorno y también de las poblaciones que se establecen cercanas a estas áreas y que con sus actividades agotan la vida de las especies que otrora formaban parte de este escenario para morar, migrar o reproducirse.

Por esa razón se ha reunido en la ciudad de Panamá, un grupo de representantes de 110 naciones (algunos de ellos ministros), convocados por la División de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para tratar el programa decenal sobre Consumo y Producción Sostenible y preparar un paquete de opciones en beneficio de una nueva realidad a las naciones más pobres a través de acciones concretas.

Un conjunto de crisis se ha vivido en los últimos años; algunas de ellas con repercusión planetaria y no se puede perder más tiempo sin un plan concreto que cambie la perspectiva de pobreza, afirmó László Borbély, ministro de Ambiente y Bosques de Rumania, quien presidió este encuentro y lo definió como un ‘catalizador para discutir los temas más importantes’ sobre dicho problema.

Las discusiones se centraron en diversas áreas que pueden ser prioridades de los países en desarrollo. Estos temas son energía, gestión de desechos, agua, ámbitos relacionados; todos ellos, a través de un esquema que incluye políticas, educación, planificación transversal y enfoques sectoriales.

La agenda de trabajo obligó a los participantes de esta reunión ‘inter-sesional’ y que permite crear una plataforma real de programas de colaboración, a aportar sus iniciativas y visiones desde cada uno de los territorios –en algunos casos tan distantes como Micronesia, Vanuatu, Fiji o Mauritania-, donde el hombre requiere un modelo de trabajo más esperanzador que el de arrasar, eliminar y depredar las especies existentes.

Los representantes de los países que asistieron a este encuentro en la capital panameña, pudieron construir una base para coordinar la cooperación desde los países desarrollados hacia el resto del mundo, en regiones donde la vulnerabilidad y la ausencia tecnológica generan mayor pobreza y reducen las posibilidades de prosperidad.

Las lecciones de la comunidad de Canoas en las montañas de provincias centrales, demuestran con una expresividad sencilla, el alcance del desarrollo sostenible, sobre todo cuando cambia la realidad de una región y transforma al hombre en su relación con su entorno. Ese es el modelo que requiere las Naciones Unidas para dar esperanzas a la vida de la humanidad en este siglo.

<>
Este artículo se publicó el 26 de enero de 2011   en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,

El jazz en festival

 

La opinión del Periodista y Docente Universitario…

 

MODESTO A. TUÑÓN F.
modestun@yahoo.es

Un conjunto de seis niños hizo resonar las primeras notas del octavo Festival de Jazz de Panamá y asombró a los presentes con la interpretación de los clásicos Summertime de George Gershwin y luego Watermelon man de Herbie Hancock, con agradable sabor a infancia, a curiosidad y a gusto por el descubrimiento musical.

Se trataba del grupo formado por su cantante, la violinista y los otros cuatro, cuyos instrumentos eran los de las bandas tradicionales. Junto a ellos, ya Danilo Pérez e invitados, músicos e interesados se habían dado cita en el pasillo superior del Centro de Convenciones Atlapa para el acto protocolar y las palabras correspondientes.

El pianista Pérez se refirió a los objetivos de fusionar el espectáculo de los artistas con clínicas, intercambios y posibilidades didácticas para fortalecer los valores de la juventud panameña. Es esa la razón de la presencia todos los años de diferentes centros de enseñanza del arte rítmica y de las armonías logradas con agrupaciones que integran a talentosos exponentes y ejecutantes.

En la versión 2011, este acontecimiento dedicado al jazz inició sus actividades con encuentros, clases, clínicas, audiciones, talleres y los conciertos que son acostumbrados. Se descorrió el telón con la gala, el miércoles en el Teatro Nacional; sendos conciertos el jueves y viernes en el amplio Anayansi, la jornada del sábado al aire libre en la plaza frente a la Catedral Metropolitana y sesiones de Jam Session en varios centro nocturnos.

Este festival anual se ha convertido en la expresión cultural que impulsa al país hacia el exterior para mover el interés de centros académicos, artistas y grupos internacionales que vuelven la mirada hacia el istmo y conocer qué se hace acá, evaluar los rumbos de estas manifestaciones y apoyar el trabajo de formación de la Fundación Danilo Pérez.

Las muestras de jazz que se realizan en diferentes fechas en muchas partes del mundo tienen como características el reunir tanto a intelectuales, como melómanos que en torno a la interpretación de grupos, alegran el espíritu y recrean posibles evocaciones de esta particular forma de música, ligada históricamente al sentimentalismo de grupos muy cerrados en determinados espacios sociales.

Aunque parezca extraño, en Panamá el jazz tuvo una temprana presencia en ciudades como la capital, Colón y Bocas del Toro. En este último caso, algunas personas mayores recuerdan sitios donde se hacían las presentaciones, grupos y hasta intérpretes que luego emigraron por diferentes razones a Nueva York y Chicago, entre otras ciudades de Estados Unidos.

Este año, el festival contó con mucha participación internacional –algunas inéditas– y también generó entusiasmo entre los jóvenes y estudiantes. Adolescentes con sus instrumentos colgados en los hombros o espaldas, se les veía recorrer los pasillos hacia las salas donde ocurrían las actividades.

Grupos como el Ensamble del Conservatorio de París, el Harlem String Quartet (de Nueva York), el Berklee Global Jazz Institute, The Spanish Tinge, el Claudia Acuña Quartet, The Latin Side of Herbie Hancock, la Fundación Tónica de México, el Instituto Golansky, el New England Conservatory, son algunos de los que vinieron en esta ocasión, que acompañaron y se mezclaron con los nacionales.

Figuras como la cantante Claudia Acuña, el baterista Adam Cruz, el bajista Ben Street, la vocalista portuguesa Sara Serpa, el saxofonista Rudresh Mahanthappa, el trombonista Conrad Herwig, los percusionistas Daniel García (español), Paoli Mejías (puertorriqueño), José Pérez González y el bajista cubano Alain Pérez son los talentos que dejaron su huella indeleble en esta experiencia de enero de 2011.

Cada concierto dio su sello propio; el jueves en Atlapa, el tinte español se esparció por todo el escenario y luego con las entonaciones de la chilena Acuña y sus canciones de Jara, Parra y Sosa. En síntesis, hubo danza flamenca y también cueca. El viernes fue otra cosa, pero con la sorpresa de la percusión con ritmos nacionales y caribeños, unidos por los sonidos de ascendencia africana.

El viernes fue el estreno de Providencia, el último disco de Danilo Pérez y su grupo heterogéneo, pero con gran unidad de interpretación que refleja la madurez del jazz de este artista panameño y las múltiples posibilidades en la búsqueda de nuevas posibilidades sinfónicas.

El grandioso concierto final al aire libre quizás no refleje toda la experiencia de las jornadas, pero marca un ejemplo de la proyección que alcanza esta fiesta dedicada al jazz y que pone a Panamá en otra dimensión musical; además de proyectar a través de sus implicaciones didácticas a jóvenes artistas nacionales hacia un futuro prometedor y vinculado a estas artes tan representativas.

 

<>
Este artículo se publicó el 19 de enero de 2011   en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,

Cacería de patos en enero

La opinión del Periodista y Docente Universitario….


MODESTO A. TUÑÓN F.
modestun@yahoo.es

El verano había despuntado con sus primeros vientos que revoloteaban en la ciudad. El año lectivo casi terminaba y los estudiantes graduandos y sus familias se aprestaban a celebrar el fin del periodo escolar. 1964 auguraba ser un año lleno de esas emociones que uno percibe en los primeros días de enero.

Esa tarde en el sector de Calidonia, todo parecía normal, hasta que empezó una inquietud que provenía del otro lado de la cerca de la Zona del Canal.   Eran casi las seis; el cielo adquirió un gris ominoso, mientras que se escuchaban voces, gritos y sonidos, cuya causa no se podía precisar. La gente empezó a correr hacia sus casas.

En calle P, San Miguel, hubo que bajar la loma hasta la avenida Nacional para saber qué ocurría y, al mirar hacia el área de la lavandería de Ancón (hoy, oficinas de la Dirección de Investigación Judicial–DIJ) y enfrente, donde ahora está la Fundación Omar Torrijos Herrera, soldados norteamericanos, junto a tanques de guerra y en arreos de combate, apuntaban hacia el territorio panameño.

Pero no solamente allí.    Desde ese lugar y a lo largo de la cerca que recorría la avenida 4 de Julio (hoy conocida como de los Mártires), otros uniformados del ejército acantonado en las tierras canaleras estaban en igual actitud.

Incluso en el hotel Tívoli (actual ubicación de las oficinas centrales del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales), se habían apostado y utilizaban los hermosos balcones como mirador para controlar una amplia vista que iba desde la Plaza 5 de Mayo hasta los recién inaugurados edificios multifamiliares de Calle M.

Pronto empezaron los disparos y también los heridos. En San Miguel, se sabía que cada sitio estaba en la línea de los fusiles –para cazar patos como justificarían ellos después- y armas que empezaron un monólogo de tableteos y chispazos contra una población enardecida y que regresaba piedras, bloques y cualquier artillería casera u ocasional en este desigual combate.

Los nombres de los afectados empezaron a conocerse; estudiantes de diferentes colegios; Manuel, el vecino del edificio; la niña del rostro destrozado en la ‘multi’ y al caer la noche, la repulsa popular se hizo evidente. Desde lo alto de los inmuebles llovían galones y botellas de vidrio con agua o gasolina que estallaban en el techo de los automóviles que pudieran ser de estadounidenses o ‘zoneítas’.

Se dijo que en esa noche empezaron a rapar prostitutas que prestaban servicios en la amplia ruta limítrofe y que, les llamaron desde entonces ‘rabicoloradas’.

A la mañana siguiente el caos, desatino y la rabia se habían apoderado de la ciudad capital y la Guardia Nacional trataba de contener los ánimos de la población que quería entrar a la Zona del Canal a hacer frente a las armas norteamericanas. Francesco, el jefe del grupo scout de la iglesia de San Miguel, reunió a chicos de la tropa y nos comunicó que teníamos responsabilidades que cumplir en apoyo al mantenimiento del orden público en las inmediaciones del Hospital Santo Tomás. Allí acudimos y fue una de las primeras veces en nuestra vida juvenil, que se pudo contemplar una población que vestía el luto por las víctimas que llegaban con el ulular de las ambulancias y las bocinas de todo tipo de vehículos utilizados para transportar a los caídos e impactados por las balas.

No fue fácil controlar a la marejada humana que se arremolinaba en esa área. Dirigir el tránsito en la calle entre el hospital del Niño y la embajada del Reino Unido, era una ardua tarea para un adolescente de 14 años. Estas fueron las primeras acciones que nos situaron en la capacidad de atender una crisis de esta naturaleza.

En las salas de urgencia no había condiciones de atender tantos pacientes; la sangre teñía el piso y los heridos eran acomodados, según el nivel de gravedad. A los días, la ciudad capital empezó a sufrir un aislamiento con el resto del país. El Gobierno había roto relaciones con los Estados Unidos y los soldados se habían tomado el puente de las Américas.

Un incidente protagonizado por institutores, el Colegio de Balboa y policías ‘canaleros’, originó una profunda crisis entre Panamá y los Estados Unidos de América por la Zona del Canal. Sus implicaciones, entre otras causas históricas, posibilitaron la firma 13 años después, de los Tratados Torrijos Carter y la devolución de ese territorio a Panamá al final del siglo XX.

¿Sin el 9 de enero, hubiera sido posible el tratado? He allí su dimensión histórica.

 

*

<> Este artículo se publicó el  12 de enero de 2011    en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Planes inconclusos

La opinión del Periodista y Docente Universitario…


MODESTO TUÑÓN
modestun@yahoo.es

El final de un año y el inicio de otro, es por lo general un periodo en que la gente suele realizar un balance y considerar las actividades y proyectos a ser asumidos para el futuro inmediato y concebir las perspectivas en que se va a involucrar con posterioridad.

Al realizar el análisis de aquello cumplido, en ocasiones queda un desasosiego por todos los objetivos o metas incumplidos para los doce meses pasados. La mayoría de las veces, las contingencias, los cambios repentinos, quizás decesos de protagonistas importantes, son algunas de las variables que afectan o enturbian el plan esbozado con la tranquilidad de una copa de champagne, vino, ron ponche o saril.

En este desconcierto que produce un saldo en contra, no se toma en cuenta que muchas veces, las propuestas aparecen como meras actividades, aisladas y desligadas de un verdadero plan de trabajo, que implica no solo la enumeración de aspectos puntuales, sino algo más elaborado, de lo que se quiere, dentro de un conjunto de estrategias que aporten elementos sobre cómo alcanzar un futuro exitoso.

‘Hacer un libro’, ‘viajar a determinado lugar’, ‘alcanzar un nivel profesional más elevado’, ‘tener una pareja’, entre otros, son temas aislados y muy concretos, que no encierran en su definición otros componentes de un proyecto a mayor plazo. ¿Para qué sirven estas acciones específicas; o más concretamente, ¿para qué hacer el libro? o ¿dentro de qué perspectiva se encierra?

Algunas religiones o creencias inician el calendario con una reflexión sobre aspectos básicos que pueden ser encausados en el periodo que se inicia y le piden al devoto o feligrés, hacer un proyecto de vida para el año. Un gran paso en función de aquellos indicadores que se hayan analizado y que se considere impiden avanzar.

Este esquema permite seguir ese gran objetivo y al establecer las acciones o pequeños pasos que se darán en función de lo fundamental; cada logro, será un escalón más elevado para consolidar aquel motivo de las dinámicas que cada quien tenga durante ese año. Así, estos avances se podrán percibir más claramente y ponen a la persona en disposición de hacer los correctivos donde se considere necesario.

Una buena cantidad de gente no está acostumbrada a planificar su vida cotidiana y sencillamente, se rinde a la espontaneidad y en numerosos casos, a un hedonismo marcado por acciones que le rindan satisfacción inmediata, los fines de semana, los viernes culturales, las ‘zonas vivas’ donde la jarana y el ‘despelote’ dan rienda suelta a un desenfreno incontenible, hasta con resultados desagradables, por decir lo menos.

Hay algunos que tratan de copiar el modelo y hacer su plan de vida, como si fuera posible imitar a otros que se encuentran en diferentes condiciones, en lugar de generar las actuaciones para darle sentido a la cotidianidad y ver al final los frutos de esta manera proyectada sobre la realidad y el papel que desempeñamos en ella.

Reflexión, compromiso, imaginación y trabajo son pilares que deben dar sentido a esta idea de convertir el principio de año en un ejercicio de planificación que permita satisfacer nuestras expectativas mes a mes y plantearnos mejores y más ambiciosos destinos donde ir o alcanzar aquello que hemos propuesto desarrollar, hacer o crear. Este proceso es símbolo del crecimiento.

Cada vez que se haga este ejercicio, culminaremos con mayor conocimiento, sabiduría y satisfacción las metas que nos tengamos trazadas en el contexto de realizaciones que darán mayor fortaleza al carácter y al dominio del entorno.

Pero también hay el aspecto ético que debe ser la base de todo este planeamiento. En ocasiones, la personalidad y el nivel de vehemencia con que se aspira un fin, nos hacen émulos de Maquiavelo y olvidar a quienes tenemos por delante y avanzamos, no importa sobre quien debamos caminar.

En este balance del año que fenece, también hay que dejar espacio para el ‘otro’ y definir ¿a quién afectamos con nuestros planes? ¿Es lícito lo que se quiere iniciar? ¿Quiénes pueden ser perjudicados? Más de las personas que se pueda imaginar, contemplan esta última particularidad e incluyen en sus planes cómo deshacerse de ese ‘factor’.

Es importante lograr una satisfacción dentro de los valores que se quieren ostentar y saber que los meses que siguen, serán la oportunidad de darle cuerpo a esas ambiciones espirituales que nos brindan una mayor estatura, no solo social, sino personal y desde aquí irradiar hacia el exterior la tranquilidad que se tendrá cuando el almanaque dé la vuelta y llegue al último día del 2011.

*

<> Este artículo se publicó el 5  de enero de 2011   en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Santos inocentes en el trabajo

La opinión del Periodista y Docente Universitario….

 

 


MODESTO A. TUÑÓN F.

modestun@yahoo.es

La escena EN EL PERIÓDICO no pudo ser más patética en el periódico; un cuerpo de un casi adolescente, tirado en el piso y cubierto por una tela.   El hecho detrás de la imagen narra que un menor que se desempeñaba como asistente del conductor del autobús, tuvo un descuido, durante el recorrido, no pudo asir con firmeza un lugar seguro y resbaló. El vehículo continuó y fue inevitable el resultado, el joven quedó sin vida debajo de la carrocería.

Es paradójico que la única explicación que recibimos quienes conocemos la historia es una abuela que habla de los objetivos que tenía el joven que acaba de morir; de sus sueños inmediatos de comprar sus juguetes y algo para ella.   Además, el conductor del transporte accidentado, que se lamentaba porque le profesaba un cariño al ahora difunto y que era su compañero de trabajo.

Entre los involucrados, asombra que nadie se refiera a la complicidad que cada QUIEN lleva encima ante la muerte de un joven de apenas trece años. Cuando se ha dicho que los menores no deben trabajar, se trata de exponer que ellos no tienen ni la misma consistencia, ni están preparados en la mayoría de los casos para superar una contingencia como, esta en que se vio involucrado el chico. MUY PEGADOS ESTOS DOS CONCEPTOS QUE SUENAN PARECIDOS, AUNQUE NO SIGNIFIQUE LO MISMO.

El trabajo de menores en Panamá, está relacionado LA MAYORIA DE LAS VECES con los niveles de pobreza. A menudo las familias que no cuentan con una solución a sus necesidades, envían a los hijos menores de edad a la calle a ver si consiguen ‘algo’, que les posibilite entradas para satisfacer necesidades de ellos y de sus familias.

Lo negativo, además del hecho en sí, es que no están cerca y no reciben una orientación de sus familiares adultos. Deben estar en la calle y en actividades, expuestos a los peligros ¿lógicos? ¿CUÁLES SON LOS PELIGROS LÓGICOS, NO CREES QUE DEBIERAS AÑADIR ‘LÓGICOS DE ANDAR DESPROTEGIDOS’ O ALGO QUE UBIQUE AL LECTOR EN LO QUE QUIERES DECIR?, sin contar con una vigilancia o la compañía de otras personas que les puedan ilustrar o advertir de los peligros. Peor cuando, como en este caso, estos menores que trabajan, se desempeñan sin recibir protección en las faenas.

El fenómeno socioeconómico del trabajo infantil en Panamá, presenta índices alarmantes, no por las cifras en sí, sino porque hay un desmesurado crecimiento, no obstante que los indicadores económicos se comportan de manera positiva. Esto demuestra que hay componentes de explotación y que las causas están más allá de la bonanza aparente de las estadísticas.

Hay una especie de aceptación colectiva de que los menores se involucren en tareas que normalmente, deben estar en manos de mayores de edad. La incursión de adolescentes, elimina las responsabilidades laborales y de otros compromisos que son de obligatorio cumplimiento en los acuerdos formales de trabajo. Pese a las campañas, no hay una verdadera vocación de acabar con estas prácticas extendidas en todo el país.

Hace unos años ¿intercambié? ¿MANTUVE? un diálogo con un niño indígena que limpiaba zapatos en Changuinola, quien me confesó que no asistía a la escuela, pese a que estaba en edad escolar. Su vida transcurría entre las calles de esa ciudad en búsqueda de CLIENTES PARA quienes quisieran lustrar sus calzados y era solo esa perspectiva que, a sus pocos años de edad, ya marcaba su vida, tal como se dibujaba en la melancolía de su rostro infantil.

Hace unos años se hizo un análisis de la realidad del trabajo infantil en el país y se presentó en los resultados que unos 47 mil jóvenes, en el territorio nacional realizaban actividades de este tipo con diferentes niveles de riesgo. Los últimos estudios actualizan esas cifras y establecen nuevos saldos cercanos a 90 mil, el doble; por lo que el balance demuestra que hemos fracasado en esta lucha.

Ante otros problemas, concebidos como de mayor complejidad en el campo social y económico, el mercado ha permitido que una mayor cantidad de chicos y chicas, salgan a buscar un oficio para tratar de resolver diferentes tipos de necesidades, sobre todo familiares, y se involucran en una relación que les hace obreros, cuando deben dedicar el tiempo por entero a culminar una formación académica.

Quienes miramos la vida con otros ojos que no son los de la fantasía, las travesuras lúdicas y los encantamientos, debemos construir un escenario que posibilite que los niños y los menores en general, puedan dedicar sus capacidades en la formación que requieren para hacerse ciudadanos con posterioridad.

Pero se requiere una formación académica formal y que garantice que la vida en el futuro, pueda ser comprendida, asumida y transformada creativamente por esos chicos que no deben morir hoy aplastados bajo crueles ruedas del destino.

*

<> Este artículo se publicó 29  de diciembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Aventura en la comida

La opinión del Periodista y Docente Universitario….

MODESTO A. TUÑÓN F.
modestun@yahoo.es

Si uno toma un camote, lo muestra a un adolescente y le pregunta ‘¿qué es?’, con toda probabilidad responderá con un gesto de desinterés que no sabe. ‘¿Nunca has visto esto en tu casa?’. Se encogerá de hombros y reiterará su negativa. Si se le ofrece el tubérculo hervido, lo mirará con desdén, dirá que nunca lo ha probado y que no le interesa hacerlo.

Hay gran posibilidad de un rechazo si lo prueba —porque es distinto a lo que suele ingerir— y dirá que no tiende a comer esas ‘cosas’. Se refiere a los productos que se extraen del suelo y quizás aceptará que come papa y yuca (solo fritas y la primera, además en puré) o ñame en el sancocho; pero ni por casualidad el otoe y menos el ñampí.

La mayoría de ellas, no obstante las múltiples posibilidades de preparación, no están en el cuadro alimenticio de una generación que ha variado totalmente la dieta, pero no para enriquecerla, sino al revés, para disminuir su diversidad y calidad. El resultado es una población joven con una demanda nutricional muy pobre y específica, que atiende solo a productos conocidos y con determinados sabores.

Al pasar, por ejemplo, a la hortaliza, el consumo probablemente no exceda tres legumbres; el tomate, la lechuga y con suerte un poco de zanahoria o pepino y no más. No hay que cometer el delito de insertar en la ensalada, remolacha, col, brócoli, berro, berenjena, nabo, zapallo, chayote o calabacines (zuchini).

Para este sector etario, comer es como introducirse en el hoyo de Alicia, la de Lewis Carroll. Con la diferencia que en éste, el travieso personaje se empequeñecía y encontraba un mundo desigual y lleno de aventuras. A diferencia, estos comensales van a separar hojas, cebollas, y cuanto desprecien en la búsqueda de elementales manjares, pero obviando la flora alrededor.

El mundo alimenticio de esta generación consta de un grupo de platillos; arroz, pollo frito, hamburguesas, pizzas y pare de contar. En cuanto a las carnes, la mayoría curtida por el aceite y rebosada en ketchup; que hayan pasado por el sartén y estén bien ‘tiesas’. Pensar en la experiencia de un pescado ‘sudado’, una gallina guisada (algunos no soportan el sabor de las aves de patio), o crustáceos en cualquier preparación es como una perspectiva lejana.

Un punto aparte lo tienen las gramíneas, cuando el poroto y la lenteja ocupan los lugares cimeros en el gusto. Mientras que cualquier otro frijol, las habas, las arvejas y los garbanzos no quieren ni verlos. Se profesa una devoción hacia esa lata de frijoles con puerco cocidos en una solución semi azucarada; el ‘pork and beans’.

Hay un desconocimiento generalizado sobre las frutas. Ponga en una mesa un mamey, un piro, una granada, un níspero, un ‘mangotín’, una tuna (o también una pitahaya), una guaba, algarroba, o un racimo de jobos y ellos se asombrarían de que esas ‘cosas’ sean frutas y en cuanto a las dos últimas, no les soportarían el olor; al igual que sucede con el melón y la papaya, además del nance.

Y qué decir de los refrescos preparados con algunas de ellas. Por lo general, no se interesan en mezclarlas con agua y agregar azúcar; mejor un refresco burbujeante por la gasificación. Hay chicos y chicas a quienes nadie hace comer una naranja, pero llenan un vaso hasta la mitad con polvo de extracto artificial de ella consumen un líquido con sabor cítrico, parecido a este fruto rico en vitamina C.

Hay factores sociológicos que tienen que ver con este cambio en las dinámicas de la alimentación. Los hogares modernos donde los padres deben salir a trabajar y dejan poco tiempo para compartir y ejercitar la comunicación en familia. Paralelamente, los negocios de comida rápida han obligado a aprovechar el reducido espacio de la agenda para ingerir alimentos e introducir estas prácticas en nuestra vida cotidiana.

El resultado es este nuevo escenario donde la pirámide aquella que nos enseñaban en la escuela, se ha convertido en un palitroque digestivo con mínimos nutrientes y exceso de carbohidratos y grasa. Ahora tenemos gordos llenos de alergias, candidatos al gimnasio; todo porque no sabemos ya traquear un apio, una caña o disfrutar guarapo o el agua de una pipa.

Se requiere que esta generación re-aprenda a consumir alimentos llenos de valor nutritivo; es más sano, rico y hasta barato. Lo contrario es una aventura de sabores fuertes, pero sin mayor sentido para el cuerpo.

 

*

<> Este artículo se publicó 22  de diciembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Elogio al discurso poético

La opinión del Periodista y Docente Universitario….

MODESTO A. TUÑÓN F.
modestun@yahoo.es

 

El escritor peruano Mario Vargas Llosa hizo un recuento que partió de los más recónditos instantes de su vida familiar y que alcanzó a resumir su trayectoria literaria que dividió en dos grandes momentos, la fase de lectura y la creación; de allí el nombre del discurso que leyó al recibir el Premio Nobel de Literatura 2010, ‘Elogio de la lectura y la ficción’.

Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, alcanzó esta distinción que anualmente entrega la Academia Sueca y se convirtió en el décimo primer escritor de habla hispana y el sexto latinoamericano que lo consigue, tras los chilenos Gabriela Mistral, Pablo Neruda, el guatemalteco Miguel Angel Asturias, el colombiano Gabriel García Márquez y el mexicano Octavio Paz.

En su primer párrafo, explica cómo la lectura cambió la realidad y su relación con el mundo; ‘Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio…’. Su infancia transcurrió entre textos, historias y narraciones que llenaron su mente con los héroes y fantasmas surgidos de tantas páginas que vieron sus ojos.

La recepción de este alto premio literario —epílogo de muchas distinciones recibidas por su obra literaria—, llega como colofón a una vida dedicada a las letras tanto en su perspectiva de ficción, como en el análisis de la realidad sociopolítica desde sus vibrantes manifiestos socialistas, hasta una expresión del liberalismo, que en algún momento quiso consolidar con una candidatura a la presidencia de su país.

Vargas Llosa pudo conciliar su escrutinio riguroso del mundo y la sociedad —en principio la peruana— a escala planetaria con su trabajo literario, tanto en los títulos novelísticos (quizás su más lograda arquitectura), como en el ensayo, con el que ha demostrado un profundo conocimiento del lenguaje poético que llega al estudio de los primeros ejemplos de ficción en ‘Carta de batalla por Tiranc Lo Blanc’.

Pero además, tuvo la capacidad de intervenir en el teatro con obras como ‘La huida del Inca’, ‘La señorita de Tacna’, ‘Kathie y el hipopótamo’, alusiones a la literatura clásica en ‘Odiseo y Penélope’ y ‘Las mil y una noche’; así como en el periodismo con sus columnas que le han permitido recorrer el mundo y conocer fenómenos como la guerra de Irak, o la xenofobia europea contra las migraciones del tercer mundo.

Estos y otros fenómenos apasionantes permiten a los lectores disfrutar de sus reflexiones que descansan en un certero y analítico pensamiento que trata de buscar un equilibrio entre el hombre y los poderes, como decía en su última obra de teatro; ‘…para explicar la razón de ser de la ficción en la vida de los seres humanos y la manera como ella ha contribuido a distanciarlos de esos oscuros orígenes de su historia en los que se confundía con los cuadrúpedos y las fieras’.

Esta idea ronda su literatura desde aquellas novelas iniciales ‘La ciudad y los perros’, ‘La casa verde’ y ‘Conversación en la catedral’, que definieron su estilo de composición e insertaron a sus personajes en la vida absurda de una sociedad en crisis; que, configura, define y marca a los personajes y los estruja, porque refleja literariamente los conflictos entre el poder y los individuos.

Aún en títulos como ‘La fiesta del chivo’ y ‘El sueño del celta’, hay un atisbo, estudio y análisis de las expresiones del poder; que, construidos con una estructura poética, documentan sobre realidades, en el periodo de la dictadura trujillista, una y en el desenfreno del Congo y la Amazonía de inicios del siglo XX, la otra.

Este escritor, que se peleó ideológicamente con Fidel Castro y el Kremlin y a trompadas con García Márquez, maneja el lenguaje narrativo también en su vertiente teórica, como lo confirman los títulos ‘García Márquez: la historia de un deicidio’, ‘Historia secreta de una novela’, ‘La orgía perpetua’, sobre Flaubert, ‘La verdad de las mentiras’, que analiza 25 novelas ejemplares.

También en análisis monográficos como, ‘La tentación de lo imposible’, sobre ‘Los miserables’ de Víctor Hugo o ‘El viaje a lo imposible’, sobre la obra de Juan Carlos Onetti nos dan un panorama de su profundidad.

Este Nobel a Vargas Llosa tiene un doble valor; la condición de latinoamericano es uno, pero el otro está relacionado con su profunda práctica de la creatividad de la palabra y su vigencia; única manera ‘de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible’, concluyó en la Academia Sueca.

 

*

<> Este artículo se publicó 15  de diciembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del   autor  en: http:

Compromiso del periodismo ambiental

La opinión del Periodista y Docente Universitario….

 

MODESTO  A.  TUÑÓN  F.
modestun@yahoo.es

Aunque el periodismo es la combinación de todos los saberes y culturas, en los últimos tiempos, se nota que está desprovisto de herramientas; hay tendencias hacia la proliferación de hojarasca y en ocasiones su ejercicio asusta. Son ideas expresadas por Antonio Moltó, director del Instituto Internacional de Periodismo, José Martí, a los asistentes del seminario regional Periodismo: Medioambiente y Desarrollo.

Unos 35 periodistas de ocho países participaron durante tres días, en La Habana, en este curso auspiciado por dicho instituto, UNESCO y el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba (CITMA). El objetivo fue adquirir herramientas conceptuales y experiencias del papel de la prensa en la sensibilización de la sociedad hacia la realidad ambiental.

La amplitud de la agenda, que debe cubrir aquel comunicador, no importa el espacio en que se desempeñe, hace compleja la responsabilidad asumida; pero también supone la adquisición de determinadas destrezas, que son algo diferentes al desarrollo tradicional de este quehacer. Precisamente a ese factor, se refiere el director Moltó, hombre de vasta experiencia en prensa, radio y televisión cubanos.

Isabel Viera, coordinadora de Programa en UNESCO, mencionó estos aspectos, al inicio de las jornadas y resaltó que ‘es importante que los periodistas se conviertan en aliados que permitan crear conciencia en la población con sus tareas cotidianas’.

Hay tópicos de gran actualidad como el cambio climático, sus secuelas de eventos atmosféricos y circunstancias coyunturales, que requieren de coberturas especiales o de nuevos enfoques y la discusión con expertos que han tenido experiencias en estos referentes. Esto supone una de las mejores estrategias para la profesión, como enfatizó la viceministra cubana del CITMA.

A menudo en las redacciones o servicios de noticias en los medios de comunicación, se tiende a asignar a cualquier reportero para buscar información en hechos vinculados con la ecología y éste aplica un esquema similar al de un acontecimiento cotidiano.

El resultado es una nota donde lo espectacular, anodino o elementos superficiales se constituyen en el cuerpo del texto. Si ella se refiere a algún daño, una contingencia, un derrame, caída de un árbol; el efecto es sacar a flote precisamente el aspecto más negativo o la mayor contradicción. Constituye una mala lectura de las teorías periodísticas, que por lo general utilizan los neófitos en el oficio.

Esto conduce a hacer de esta reseña, un producto informativo que debe competir con cualquier hecho de sangre o accidente y por lógica, aquella queda relegada. El periodismo ambiental, se deriva de la ciencia y por tanto, pone en función y vincula entre otros, los contextos sociales, legales, políticos y económicos del acontecimiento.

Las ciencias ambientales son un campo amplio y el periodismo especializado que las aborda, reúne requisitos para dar al público una idea clara de lo imprescindible que es seguir un desenvolvimiento tanto casero, vecinal o productivo que tenga un impacto sobre el entorno y también un panorama sobre la importancia para la propia vida y seguridad de los ciudadanos.

Por esa razón, la dinámica del seminario habanero, tuvo un ritmo trepidante e incluyó la presentación de diferentes escenarios como biodiversidad, cambio climático, manejo sostenible de la tierra, uso y aprovechamiento de los recursos hídricos, consumo sustentable y la cobertura de huracanes y contingencias.

En cuanto a técnicas de trabajo, se hizo una revisión histórica sobre la relación: medios de comunicación y recursos naturales, tendencias del periodismo especializado, uso de herramientas en la búsqueda de información de este tipo y la manipulación mediática en la coyuntura del accidente del pozo de British Petroleum en el Golfo de México.

Como una manera de aplicar el despliegue del material expuesto, se concibió una visita al grupo encargado de la recuperación de la bahía de La Habana. Allí se constató las implicaciones de las estrategias aplicadas y el papel de la responsabilidad compartida para rescatar el valor ambiental de un escenario tan valioso como el mar; además, la vida de la población y el perfeccionamiento creciente de la industria en estas cuencas.

La sociedad actual se enfrenta a diferentes fenómenos que son inéditos en la historia y muchos de ellos con consecuencias tan profundas que requieren de narradores con una capacidad, dedicación, eficiencia y seriedad que ostenten un nivel de responsabilidad mucho mayor del que se tenía hasta hoy en una formación que no puede pecar de estereotipada ni de conformista.

La ajustada agenda del taller cubano demostró que requerimos formular un nuevo enfoque de cobertura a acontecimientos vinculados al ambiente. La realidad impone esta perspectiva con calidad de urgencia.

*

<> Este artículo se publicó 8  de diciembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Yomira John, una voz cautivante

La opinión del Periodista y Docente Universitario….

MODESTO  A.  TUÑÓN  F.
modestun@yahoo.es

La primera vez que alguien mencionó a la Orquesta La Papaya, me llamó la atención que esta agrupación fuera una expresión de la música —o de músicos— de Centroamérica; pero también me causó asombro saber que entre los panameños que formaban parte del elenco, había una cantante desconocida para mí, Yomira John.

Luego de hacer muchas referencias y traer a la memoria algunas conversaciones y datos, pude recordar que tenía referencia de su nombre, porque lo había oído de boca de una entrañable amiga, que en algún diálogo o correspondencia —pues ella se ha pasado más de la mitad de su vida en el extranjero— me comentó de una sobrina que vivía en México, donde trataba de triunfar como cantante en centros nocturnos.

Desconozco cómo llegó Yomira a formar parte de esa extraordinaria agrupación rítmica que integró el compositor y pianista costarricense Manuel Obregón (hoy ministro de Cultura) a comienzos de los años noventa y que rápidamente alcanzó fama por su repertorio y ser una especie de laboratorio musical que reflejaba el alma melódica regional.

Cada una de las capitales del istmo centroamericano, México, Nueva Orleans, Estados Unidos y Barcelona en España fueron escenarios del espectáculo de La Papaya y su vibrante interpretación de múltiples ritmos autóctonos, pero a través de la voz de Yomira, que allí ensayó melodías de la tradición local, gracias a la ejecución de Ormelis Cortés, Miguel Ángel Leguízamo y Antonio De la Cruz.

Esta hermosa y esbelta cantante negra, de cabello dorado se fue a vivir y a trabajar artísticamente a Francia. En el país galo logró dominar los escenarios y la experiencia le permitió reflexionar y redimensionar la música tradicional panameña, así como los ritmos caribeños, el son, la salsa, el bolero y otros, para adquirir una consistencia, carisma y proyección que atraen la atención desde que empieza su canto.

Luego de toda esa experiencia, ella regresó y se estableció en su país de origen. La nueva etapa le sirve para mirar desde cerca la cultura musical local y buscar un espacio para su voz. Primero con minúsculos auditorios, en fiestas, encuentros y gracias a un pequeño grupo con Ormelis Cortés, ha establecido un repertorio que cautiva y envuelve con su halo melodioso y variado.

Yomira tiene la facultad de trabajar rítmicamente con una escala muy amplia, incluye los registros de Celia Cruz, la Lupe, Olga Guillot, por mencionar algunas caribeñas; también con los trabajos de Mercedes Sosa y la francesa Edith Piaf con su éxito La vie en rose; además con tamboreras panameñas y sobre todo de Silvia De Grasse.

Se requiere un don especial para poder cantar con la voz de gorrión de Piaf y regresar a encarnar la agudeza de una de las mejores intérpretes que ha tenido el país como De Grasse. Según parece, la cantante John prepara un concierto para rendir tributo a ella en los diferentes ritmos que logró popularizar.

Hace unos meses el ahora ministro costarricense Obregón llevó a su grupo de músicos, entre ellos a Yomira a una gira para cantar en los ríos de América del Sur. La idea era recoger el sonido natural y devolver musicalmente la expresión humana. Esto dio una nueva sensibilidad a los artistas que intervinieron en el recorrido y llenó su repertorio con manifestaciones llenas de nuevas cualidades armónicas.

Ahora, ella ha trabajado en consolidar un nuevo disco y recientemente anunció un concierto en el Teatro Nacional, que brindará mañana, donde se le podrá escuchar diferentes ritmos tanto en música nacional, como en los éxitos internacionales que acostumbra a interpretar.

Este es el momento de apreciar la dimensión musical que Yomira ha alcanzado, así como la comprobación de la calidad de su entonación gracias a la multiplicidad de modulaciones. Ella es una artista que enamora a su audiencia al brindar el brillo de sus diferentes matices que oscilan desde la música afroantillana, la romántica caribeña y hasta llegar a las exigentes expresiones nacionales con un agudo matiz vernáculo.

Ese concierto de fin de año que Yomira ha de protagonizar, con toda seguridad recoge un dedicado esfuerzo creativo. Esta oportunidad le permite encarnar a las musas que ofrecen sus aportes para enriquecer la música latinoamericana y en especial, su espíritu afroantillano, rural y hasta aquel que refleja la realidad urbana.

Pero sobre todo, será un reencuentro con su voz, ahora llena de una rica experiencia que cautiva por melodiosa y que fluirá en el espacio de ese primer escenario cultural del país.

 

*

<> Este artículo se publicó el 1  de diciembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.