José Renán, panameño raizal

La opinión del Ingeniero Agrónomo….



ENRIQUE  CASTILLO  G.
enriquecastillo54@hotmail.com

Partió hacia parajes desconocidos desde su ciclo vital de existencia terrenal, a otra dimensión de lo ignoto, en el Mes de la Patria, como lo que siempre fue: un gran panameño; visionario y profeta, adelantándose a su tiempo, y así lo hacen los titanes sociales. Ese era el Dr. José Renán Esquivel, Médico pedíatra, paladín de la medicina social, preventiva y solidaria, de Panamá y América Latina.

Lloverán, cuales ríos y cataratas, numerosas resoluciones y manifiestos de dolor. Algunas sinceras; otras de hipocresía social, porque el Dr. Esquivel rompió paradigmas y estructuras y tenía sus detractores. A José Renán donde está no le importaba eso, al igual que otro contemporáneo compadre suyo, el Ing. Adán Arnulfo Arjona Chavarría, que murió prematuramente, cuando todavía le quedaba por aportar su valiosa contribución a la Nación.

José Renán vivió una vida fecunda, intensa y profunda. Allí quedan sus obras, su ‘Salud Igual para Todos’, numerosos escritos y aportes a la medicina comunitaria, discípulos esparcidos en el país, la presencia bien marcada positivamente en todas las posiciones oficiales y privadas que ocupó y una jornada de apostolado incluyente y convincente.

No acostumbro a hacer panegíricos, pues en vida hay que valorar a las personas y le hicimos varias entrevistas personales. Tuve el privilegio de conocerlo y tratarlo en cierta medida —aunque nos separaban varios lustros— en sus Huertos Hospitalarios del Hospital del Niño, participando activamente en esa experiencia vivencial, rica en enseñanzas y aprendizaje, de humanidad y compromiso. Posteriormente seguirle sus pasos en todas las actividades que realizó a lo largo y ancho del país.

Luego de haberse retirado de la vida laboral formal, pero no activa, pues seguía examinando niños Ngäbe en su miseria y pobreza persistentes, en Potrerillos, así como atendiendo sus labores agrícolas (era agrónomo empírico, me decía, enamorado de la tierra), se fue a radicar al suelo que lo vio nacer. Acudía entonces con cierta frecuencia, allá en la montaña a visitar al oráculo de conocimientos y sabiduría, que era Renán, en Bajo Mono Arriba, Boquete, Chiriquí. Pernocté varias veces, con mi familia, en ese hermoso lugar, que era visitado por una gran cantidad de personas nacionales e internacionales que llegaban al sitio para beber el manantial de ideas, conceptos clarificadores y de un avance social transformador.

Rostro bonachón, sonrisa permanente; en algunas ocasiones, expresión grave y adusta. Su calvicie prominente y unos ojos vivarachos y pícaros, caracterizaba a José Renán, en su época de mayor claridad conceptual y metodológica.

‘Oiga, muchacho nuevo, yo nací sin zapatos en esta montaña, yo tuve alguna vez pelo (haciendo alusión a su ausencia de cabellos prematura) desasosiéguese, tranquilo’, solía decirme ante mi impetuosidad en extraerle la mayor cantidad de palabras en las conversaciones que sosteníamos.

Ojalá existan otros panameños, en esa línea social humanista, comprometidos con sus ideales para que continúen su trabajo, replanteando criterios en la medicina comunitaria del siglo XXI y modernizar el aparato doctrinario y teórico del Dr. José Renán Esquivel en el campo de la salud panameña.

¡Salud Igual para Todos! Dr. José Renán Esquivel, donde se encuentre, allá llegaremos algún día para proseguir esos encuentros en los que resplandecían espadas mentales y de confrontación, pero afinidades espirituales, preocupaciones comunes, que entablábamos para el beneficio de nuestro querido Panamá.

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<> Este artículo se publicó el 5 de noviembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les