Que lluevan palabras

La opinión del Escritor y Profesor de Lengua y Literatura…..


Ariel Barría Alvarado —-

En El Panamá América del lunes 21, leemos que el Instituto Cervantes conmemoró por todo lo alto el Día del Español, o “Día E”, el pasado sábado. Motivos hay para celebrar, pues nuestra lengua, y cito el despacho de EFE: “es la segunda del mundo por número de habitantes nativos, la segunda en términos de comunicación internacional y la tercera más usada en internet”.

EFE basa esta cita en un informe del Instituto Cervantes, entidad pública española, creada en 1991 “para la promoción y la enseñanza de la lengua española y para la difusión de la cultura española e hispanoamericana”, según se anota en la página web del Instituto. (A propósito, invito a los lectores a visitar el sitio, http://www.cervantes.es, donde aparecen varias ventanas con actividades, informaciones, foros y otros recursos relacionados con el empleo de nuestro idioma).

El Instituto tiene sedes en Madrid y en Alcalá de Henares, al igual que 73 centros en 42 países del orbe (lo siento, Panamá no aparece en este mapa, aunque queda la opción de integrarnos por medio de la red). Entre las diversas actividades del “Día E” 2010 sobresalió una literal lluvia de palabras: miles de papelitos que fueron lanzados no sólo en España, sino en cada una de las sedes del Instituto.

En los papeles estaban escritas las palabras preferidas por los hablantes, seleccionadas, entre otros medios, a partir de las voces sugeridas por los usuarios de la página web. Para este fin, se contó con otro sitio también administrado por el Instituto Cervantes: http://www.eldiae.es. Aquí, los internautas pudieron escoger sus palabras favoritas, quedando en los diez primeros lugares los siguientes términos: arrebañar, cachivache, gamusino, infinito, limón, república, sueño, tiquismiquis, titipuchal y tragaldabas (no me mire así, todas están en el DRAE).

En el marco lúdico de esta festividad, se abrió espacio así mismo para una sección denominada “Ficcionario”, donde cualquiera podía inventar palabras, y en ese renglón salieron favorecidas: cagatrochas, carnácana, chanfle, cocoloco, flaquigordis, majoni, nostrapacus, obesionado, ratógenes y serpientón (tampoco me mire ahora, no tengo idea de lo que significan).

Yo creo que los panameños hubiésemos podido hacer importantes aportes a ese “ficcionario”, con palabras que, para mí, son más hermosas y útiles que las antes citadas, porque si bien fueron paridas a un lado de la calle, a punta de uso las hemos puesto a comer en las mismas mesas donde suelen sentarse las palabras reconocidas, un paso previo en el camino hacia el lexicón.

Hablo de voces como barrejobo (puñetazo lanzado sin mucho estilo); cafá (también un golpe, por lo general sobre el rostro); chachai (ropa infantil femenina); chiqui-show (espectáculo poco decoroso, rabieta); firi-firi (enteco y de baja estatura); frulo (miedo súbito); mamallena (dulce hecho con pan y especies); matapuerco (barrejobo); pan de pueblo (mujer que dispensa favores sexuales con suma generosidad y sin tanta discriminación); pataconcito (basurero clandestino); pavearse (escaparse de la escuela); paviolo (el que se pavea); pavo (ayudante del conductor de buses; piedrero (consumidor de un tipo de droga barata y nociva); pindín (baile popular de inspiración campesina); pleque-pleque (discusión bulliciosa); plomera (andanada de críticas a una persona o a un hecho); tanganazo (golpe violento), y así podríamos seguir.

Ya lo hemos dicho: el idioma es un organismo vivo. Durante el tiempo en que usted leyó esta página, algunas palabras murieron por inanición (faltaron bocas que las emplearan); pero de igual modo, otras nacieron en alguno de los ámbitos del quehacer humano. Si crecen lo suficiente, en poco tiempo serán parte de la lluvia de un “Día E” no tan lejano.

Que la palabra te acompañe.

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Este artículo se publicó el  27  de junio de 2010 en el diario  El Panamá América a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.