Réplica a Ricardo Arias Calderón. Los retos de la democracia contemporánea.

Réplica a Ricardo Arias Calderón. Los retos de la democracia contemporánea.

La opinión del periodista…

Eloy Fisher

.

El ex-Vicepresidente Ricardo A. Calderón enfatiza un argumento verídico respecto a la progresión de los gobiernos que siguen el modelo del Presidente Chávez para hacerse del poder.   No obstante, no estoy de acuerdo en llamar esos mecanismos “golpes” y en diferenciar golpes “buenos” y “malos”. Tal sería un precedente peligroso a largo plazo. Tengo la convicción que América Latina, producto de décadas de desigualdad y desgobierno, hoy recorre el precipicio hacia un futuro muy obscuro, inaugurado pero no necesariamente consolidado por los gobiernos afines al Presidente Chávez.

El problema es análogo a lo que ocurrió en Panamá. Quizás el pecado original de la democracia panameña, más que Crisis de 1987-1989 y su aún más triste desenlace en diciembre, fue que en las fraudulentas elecciones de 1989, entre un 25 y un 33% votó a favor del candidato de Noriega. En efecto, fue una victoria aplastante para el Presidente Endara, pero eso no quiere decir que Noriega estaba desprovisto de apoyo, especialmente entre sectores populares donde existían fuertes nexos de clientelismo. En ese momento, los nuevos líderes desmontaron esas redes de clientelismo a través de la reestructuración del aparato gubernamental y la reforma económica (lo que hoy se conoce como el Plan Ford) pero sin ofrecer un modelo de asistencia para reemplazarlo.

Hoy lo mismo ocurre en Venezuela, Ecuador y Bolivia – y si bien se discute la legalidad de los plebiscitos en aquellos países, tanto Chávez, Correa y Morales tienen una base considerable de apoyo popular. Esto no quiere decir que la mayoría siempre tiene la razón: la democracia, además de sostenerse en el ejercicio del voto, debe contar con una institucionalidad que proteja y garantice los derechos de aquella minoría derrotada, tal como describieran Hamilton y Madison en El Federalista. Toda república debe tener por definición, cierto grado de virtud pública entre sus ciudadanos, y en países donde siglos de precariedad económica e inmovilidad vertical coartan los derechos de las mayorías, unir clientelismo con revanchismo es una receta para el desastre (y el éxito) político.

Pero el problema si bien existe en el presente, se profundizará: la reacción de los gobiernos que eventualmente alternarán en el poder en esos países tendrán en mente que una considerable masa de personas apoyaron a estos gobiernos, y vistos los ánimos en cada esquina, es de esperar que la purga sea intensa. Esto polarizará aún más el país, y podrá ofrecer un contexto propicio para el retorno de los militares, quienes sentirán que ningún gobierno democrático tendrá la capacidad de garantizar el orden.

El péndulo de la Historia es ingrato. Por eso, los demócratas, seamos de izquierda o de derecha, debemos ser categóricos: toda irrupción en el orden constitucional, sea durante el gobierno de un presidente que apoyemos o nos desagrade, es un golpe. Ningún golpe es benéfico porque la democracia es un orden espontáneo, y sólo puede alcanzar una resolución satisfactoria a través de más y no menos democracia, acompañada de mecanismos, cívicos o constitucionales, que garanticen eso que Alexander Kojéve llamó la “lucha por el reconocimiento”. Esto quizás cause escozor entre algunos demócratas de viejo cuño, pero ciertamente es peligroso atribuirse saber que es mejor para la democracia – porque eso es precisamente lo que quieren los que no creen en ella.

.

<>
Publicado el1 de septiembre de 2009 en el diario Panama América Digital, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde

Deja un comentario