La opinión de…..
Miguel A. Boloboski Ferreira
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Impuestos, hora de un cambio
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Hablando de impuestos, el emperador romano Vespasiano, no obstante su falta de antecedentes aristocráticos, tuvo la capacidad de restaurar el imperio. Dio a los romanos pan y circo y, para la realización de sus obras, incrementó los impuestos y creó nuevos. Entre los nuevos estaba el vectigal urinae, o gravamen sobre el uso de los urinarios públicos. Como en nuestro país no existen los urinarios públicos formales, algo así sería inviable.
Sin embargo, ante la aparente urgente necesidad del “Estado” por incrementar las arcas del fisco, ¿qué tal si se instaura un impuesto por cada vez que se hale la cadena del inodoro? Entre nacionales y extranjeros que nos visitan, seguramente, la recaudación será más que impresionante. La teoría nos podría llevar a falsas expectativas y conclusiones, pues los panameños seguramente encontrarían la forma de darle la vuelta a dicho impuesto, por demás totalmente irracional e injusto.
En Panamá, históricamente, hemos atentado contra la clase media, aquella a la que pertenecemos (o pertenecíamos) la mayoría de los panameños. En vez de premiar e incentivar a quienes como ellos disminuyen la carga del “Estado”, enviando a sus hijos a colegios e universidades particulares, contratando seguros médicos privados, contribuyendo al desarrollo nacional con trabajo, creando empresas y puestos de trabajo, a aquellos que en general envían a sus hijos a la escuela, supervisándolos y apoyándolos, y además pagando impuestos, se les castiga creando nuevos gravámenes.
Imaginemos una Nación en donde la mayoría de sus ciudadanos sean parte de una clase media robusta y consciente de sus responsabilidades. ¿Cuántos problemas que le cuestan al Estado ingentes recursos no se solucionarían? Muchos, digo yo. Para empezar, habría menos pobres de los que hoy suman cerca de un millón 200 mil, pues estos se esmerarían por dejar la pobreza y vivir de limosnas. Creo en la solidaridad, pero más que solidarios debemos incentivar a los que menos tienen para que se motiven y salgan del nivel en que están. Sobre todo, con una educación de calidad. Ni hablar de otros tantos problemas como la basura y su recolección, la seguridad, la misma educación, en fin, los que usted se imagine.
¿Por qué razón se insiste en mantener una política de castigo en vez de incentivo? Honestamente, no logro coordinar una lógica respuesta. Escuché al diputado Blandón esbozar una propuesta que, más o menos, delineaba los parámetros esbozados en este artículo, a fin de incluirla en la discusión de la próxima reforma tributaria. Ojalá así sea y podamos contrariar al poeta Romano Fedro cuando escribió: “Las cosas no siempre son lo que parecen; las apariencias engañan a muchos; y la primera impresión no siempre es valedera, pero la inteligencia de unos pocos percibe aquello que se nos oculta”.
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Publicado el 30 de octubre de 2009 en el diario LA PRENSA, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.
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