Una “metida de pata”

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La opinión del Empresario y Político….

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Samuel Lewis Galindo

Don Ricardo Martinelli como candidato y después como Presidente de la República manifestó varias veces que “en su gobierno se podía meter la pata, pero no la mano”. Lamentablemente en el escogimiento a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia él “metió la pata”.

No se trata, por supuesto, de los dos escogidos. El tiempo se encargará de determinar con sus actuaciones y fallos si el escogimiento de estas dos personas fue bueno o no.

Independientemente del derecho constitucional que asista el Presidente de escoger a los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, el Sr. Martinelli “metió la pata” al seleccionar él mismo a un grupo de ciudadanos que debían de recibir las calificaciones de los aspirantes a Magistrados. Estos hicieron su trabajo e hicieron un informe, que a pesar de no llevar recomendación alguna, enviaron al Presidente. En él se ponía muy en claro, quienes, por sus credenciales, eran aptos o no para ocupar el alto cargo. Con posterioridad el Presidente manifestó, en lugar de agradecerles su trabajo, que no se iba a dejar “embaucar” por la lista de los ciudadanos que allí se mencionaban. De acuerdo al Diccionario de la Lengua Española, embaucar es “engañar, alucinar, prevaliéndose de la inexperiencia o candor del engañado.”

No había razón alguna para proferir semejante insulto a quien no había hecho otra cosa que cumplir con el mandato del propio Sr. Presidente.   La situación planteada nos lleva a reflexionar para el futuro la forma en que los próximos magistrados deben ser escogidos.   Hoy la opinión pública se ha manifestado en desacuerdo como son estos nombrados. De hacerse algún cambio constitucional se deben establecer con claridad las cualidades, formas y requisitos para escoger los próximos magistrados de la Corte Suprema de Justicia. También, como siempre he insistido, se debe incluir en cualquier reforma que se haga a nuestra Carta Magna la segunda vuelta electoral.

El Sr. Martinelli ha sido y es muy sincero en su manera de expresarse. En ocasiones dice lo que piensa en su momento. Así es él, es su personalidad.

En su enunciado de que en su gobierno se puede “meter la pata más no la mano” es un principio muy saludable que debemos aplaudir y que debe ser la norma invariable de su gobierno. El Sr. Martinelli recibe y acepta de buen agrado críticas, cuando estas están inspiradas, sin cálculo alguno, en sanos propósitos, como ha sido el nuestro.   Hay muchas cosas por delante que tiene el nuevo gobierno. Debemos ser pacientes, no perder la confianza y la fe en las metas que tiene el Presidente Martinelli de llevar adelante los cambios que el país requiere.

Muchas felicidades navideñas a todos los amables lectores.

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Publicado en 24 de diciembre de 2009 en el diario El Panamá América a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.

Servidores públicos, huérfanos de padre

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La opinión de…..

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Odalys Quintero

En el mundo del ciudadano, nuestra madre es la patria y nuestro padre el Estado. Porque siempre se habla de la tierra donde yo nací o la tierra que me vio nacer, por eso digo que la patria es nuestra madre, pero ¿qué hay de nuestro padre el Estado, que es el llamado a proporcionarnos fuentes de trabajo, viviendas dignas, salud, seguridad alimenticia y demás condiciones para suplir nuestras necesidades básicas?

Quisiera referirme, en particular, al derecho al trabajo.   Quizás algunos no estarán de acuerdo con mi posición, pero según mi criterio este es uno de los derechos más importantes porque permite suplir nuestras necesidades básicas y no tan básicas; el poseer un trabajo te da seguridad social y alimentaria, vestido, educación, te hace sujeto de crédito para obtener vivienda, auto y demás beneficios que el individuo anhela para convivir en la sociedad que tenemos hoy en día.

A propósito del derecho al trabajo, me referiré, exclusivamente, al de los servidores públicos, porque pareciese que los servidores públicos están huérfanos de padre.   El servidor público no tiene quién los proteja, como sí lo tiene el resto de los trabajadores de este país.

Y es que el Estado, según mandato constitucional, es el obligado a elaborar políticas económicas encaminadas a promover el pleno empleo y asegurar a todo trabajador las condiciones necesarias para una existencia decorosa.

Este texto es parte del artículo 64 de nuestra Constitución, pero parece ser que nuestros gobernantes, me refiero a todos, los pasados y presentes, interpretan estas palabras como refiriéndose solo al sector privado, y qué hay de los trabajadores del sector público; no hay políticas de Estado que verdaderamente proporcionen una estabilidad y seguridad laboral a los servidores públicos, puede que sí existan pero no han sido respetadas y esto se repite históricamente.

El servidor público no es de otro planeta y los hay buenos y malos, como también los hay en el sector privado; aun puedo decir más, el servicio que presta el sector privado no es tan diferente al que se presta en las instituciones públicas, diría yo que la diferencia es mínima.

Es más, para mí, la pequeña diferencia radica en la motivación que se le da al empleado de la empresa privada, mejor salario, bonificaciones, el decimotercer mes que es mucho más alto, y la revisión del salario mínimo cada cierto periodo, entre otras regalías.   Abonado a esto, tienen un instrumento legal tan protector como lo es el Código de Trabajo, al igual el artículo 79 de nuestra Constitución que dice que los derechos y garantías establecidas en este capítulo (Capítulo 3. CN), serán considerados como mínimos a favor de los trabajadores.

Yo siempre he trabajado en la empresa privada y he tenido la oportunidad de trabajar, en el pasado inmediato, en el sector público, y les puedo decir que no es tan fácil como piensan muchas personas, sobre todo, que aquí hay rendición de cuentas y cabe responsabilidad directa al funcionario que comete errores.

El servidor público, a diferencia de los demás, solo puede hacer lo que la ley le dice que haga, no puede hacer más allá porque estaría infringiendo la Constitución y la ley.

Quisiera referirme a la experiencia que viví en el momento de la transición de un gobierno a otro y trataré de describirlo con algunas palabras para hacerme entender: terrorismo sicológico, acoso sexual y laboral, persecución, hostigamiento, menosprecio, disminución, puedo decirles que estas son algunas palabras que describen lo que viven los servidores públicos cada cambio de gobierno, y quizás los significados sean similares, pero es que hay que mencionarlas cada una.

Los gobiernos históricamente han demostrado que quieren servidores públicos “botellas”, no les importa la preparación o el conocimiento que tenga ese funcionario, ni siquiera le importa evaluar el trabajo que realiza ese funcionario; tampoco le interesa la familia o las obligaciones que pueda tener ese funcionario, el servicio público es un botín político.

Pero, ¿hasta cuándo vamos a permitir que los gobiernos hagan esto con los servidores públicos? Ningún servidor público debe estar afiliado a partido político alguno, porque no le ven la hoja de vida a la persona solo les interesa que formen parte de un partido para lograr sus votos.

Si queremos mejorar la función del Estado debemos tener servidores públicos sin afiliación política, aptos, preparados, motivarlos más, capacitarlos, darles mejores salarios y hasta equipararle el decimotercer mes al del sector privado.

Actualmente, el servidor público se encuentra totalmente desprotegido, no se le respetan sus derechos, porque aquel padre, el Estado, que les prometió el cielo y la tierra, se encuentra ausente, no escucha el clamor de sus hijos. Es por todo esto que yo los he llamado, servidores públicos, los huérfanos de padre.

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Publicado el  25  de diciembre de 2009 en el diario LA PRENSA, a  quien  damos, lo mismo que a la  autora, todo el crédito que le corresponde.

Presidente… ¡por amor al país!

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La opinión del empresario….

I. Roberto Eisenmann, Jr.

La luna de miel de nuevos presidentes con su pueblo siempre tiene un final, pero normalmente se va produciendo lentamente con el pasar del tiempo, a medida que se va borrando la novedad y la exagerada expectativa que produjo la elección del nuevo presidente. A mayor expectativa, normalmente mayor va siendo la desilusión con el correr del tiempo en el poder. Todo esto es normal en todas las democracias y la nuestra no tiene por qué ser diferente.

Siento que el acto de nombramiento de los dos magistrados a la Corte en nuestro Panamá, es tanto más triste y trágico porque –sin necesidad alguna– ha sido el propio Presidente quien en un solo acto rompió la luna de miel, volviendo a postergar el logro de muchas ilusiones que produjo en su pueblo.

Aún peor, al ver la reacción que él mismo provocó, arremete contra la sociedad con salidas no pensadas casi que infantiles: “Martinelli no quiere más quejas de la sociedad civil”… “Si hubiera nombrado al sacerdote Emiliani… también habría quejas”… “Magaly Castillo: si ella quiere ser magistrada la pongo en la próxima vuelta”… “Aquí lo que pasa es que hay personas que quieren co-gobernar sin participar…” (palabras copiadas de los gobiernos PRD que igualmente irrespetaban a la sociedad… más de lo mismo).

Todas estas descabelladas declaraciones las ofreció durante la ceremonia de graduación de 118 nuevos agentes del Servicio de Protección Institucional (SPI), entidad a cuyo cargo está la protección del Presidente y de las autoridades (en EU son el Secret Service); en nuestro Panamá desmilitarizado por Constitución los nuevos agentes del SPI se graduaron todos con caras pintadas y así desfilaron militarmente ante el Presidente y su ministro de Gobierno, a quienes les pareció normal que los que los cuidan se presenten como soldados combatientes en la selva (única razón para el camuflaje de caras pintadas), pero volvamos al tema.

Señor Presidente: la crítica a los dos magistrados escogidos no es personal; yo conozco a ambos y me parece que son buenas personas, pero ese no es el punto. La objeción es que los nombró porque son allegados suyos, no por su trayectoria comprobada como jurisconsultos independientes, merecedores de la más alta posición jurídica del país.

O sea, el presidente del cambio hizo lo mismo que Pérez Balladares, que Mireya Moscoso y –mucho peor– que Martín Torrijos (cuyos nombramientos por lo menos en lo jurídico fueron razonables); eso desilusiona pues es contrario a lo que prometió, y ahora ha quedado ratificado por la sumisión de la bancada de su gobierno.

Estos actos (el suyo y el de la Asamblea) condenan a la más alta corporación de Justicia y por ende a todo el sistema a más de lo mismo: amiguismo, lo cual conduce inevitablemente a la continuada impunidad y corrupción del sistema.

Pedirle que cumpla con lo que prometió no es “querer co-gobernar sin participar”. Ese disco rayado de los políticos tradicionales que no entienden los sistemas modernos de gobernabilidad, ya aburre.

¡Usted iba a ser distinto! Usted creó esperanzas. Usted creó expectativas y así logró 60% de los votos… un mandato extraordinario para cambiar las cosas, no para caer en “la misma vaina” y –mucho menos– para a los seis cortos meses de gestión romper con la sociedad que lo eligió. El país merece que la justicia de la nación pese más que su orgullo personal.

Usted se eligió como Presidente de todos los panameños (hayan o no votado por usted); todos deseamos que tenga éxito en su gestión para el bien del país. Procure poner a un lado sus sentimientos personales y elévese al sitial en que lo pusimos los de la sociedad para que usted cambiara las cosas.

Los panameños no nos merecemos otros cuatro años y medio de desilusión.

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Publicado el  25 de diciembre de 2009 en el diario LA PRENSA, a  quien  damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.