Estado de peligrosidad social

La opinión de…..

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Carlos A. Voloj Pereira

Me había abstenido de escribir sobre este personaje de “non grata recordación”, porque tendría que estar pensando en su imagen y actuación mientras escribo este artículo.  Pensé que después de su espectacular caída era poco lo que me iba a interesar su vida. La mayoría de los panameños presentíamos cuál iba a ser su destino. De una u otra manera, los panameños celebramos su condena y pensamos que ha pagado en gran medida sus exabruptos y excesos de aquel poder que tuvo cuando fungió como el “hombre fuerte” de Panamá.

Aquel “narcodictador” folclórico que sentenciaron en EU a 40 años de prisión, tenía que haber hecho acto de contrición cuando aún era el tirano y gozaba de todo el apogeo de su poder.   Cuando los dictadores pierden la fuerza que los sostiene y el dinero como llave de oro maestra, creen que si muestran arrepentimiento, que si lloran, suplican y piden perdón público merecerán la atención, el reconocimiento y el perdón de la gente. La trayectoria de sus actuaciones, algunas perversas, ha pesado mucho sobre su culpa de tal manera, que ni sus millones ni sus opulentos cómplices pudieron levantarlo del fondo del pozo en el que él mismo se lanzó después de cavarlo desde el principio de su tenebrosa carrera en el crimen organizado que presidía.

¿Habrán los panameños perdonado a Noriega? A muchos he escuchado decir que por culpa de este señor han perdido la capacidad de perdonar. No preguntaré a los familiares de Dr. Hugo Spadafora si ellos lo han perdonado después de su horrendo crimen que sacudió al país como nunca en su historia, o a los familiares de los ejecutados en la masacre de Albrook.   Ojalá lo hayan hecho… ojalá todos podamos perdonarlo y pedirle a Dios por su salvación.

Lo traumático y frustrante es poder constatar que pululan en nuestro Panamá delincuentes cuyos crímenes parecen haber quedado impunes por los lento y retrógrado en muchos aspectos de nuestro sistema judicial.

Nunca antes habían proliferado en Panamá tantos crímenes, tanta delincuencia… tanta corrupción, tantas denuncias públicas.   Nunca se habían apretujado en los diarios tantos titulares que nos colocan entre los países de mayor criminalidad en el área.

Los peores enemigos del progreso y bienestar de una nación lo han sido siempre los malos ciudadanos, los malos gobernantes de saco y corbata, de guayabera y de uniformes con y sin “cara de piña”.    Se están dando todos los casos característicos del estado de peligrosidad social, donde las autoridades no aplican medidas de prevención porque no se concentran en su terapéutica.

Hay alarma, pero los bomberos solo acuden cuando hay fuego y no se dedican a prevenir los incendios. Todos parecen estar apagando decenas de fuegos que se repiten y continúan sin terminar nunca. Estamos en estado de alarma y urgencia y no se debe distraer dinero, esfuerzos, personal ni iniciativas en otros menesteres necesarios para el bienestar de la sociedad que no sean los más críticos. La seguridad social es prioritaria, luego la salud y la educación… todo lo demás puede esperar un poco.

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Este artículo se publicó el  2  de mayo de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

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