Justicia y Perdón

La opinión del Ex vicepresidente de la República

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Ricardo Arias Calderón

Todos hemos visto por la TV al hombre de 76 años vencido por el tiempo y perseguido por la justicia, que con paso quedo y cabeza gacha va rumbo a la prisión francesa de La Santé;  éste anciano dista mucho del dictador que machete en mano desde Santiago de Veraguas, bravío gritaba: ‘plata para los amigos, plomo para los enemigos y palo para los indecisos’.  Esta era su política de Estado.

Al pensar en él hoy no debemos olvidar al protagonista de la historia que nos sumió en el caos moral, político, económico, cultural y social que causó la Invasión.   Este hombre que ahora puede inspirar lástima, es el mismo niño que nació el 11 febrero del año 1934 y se educó en el Instituto Nacional. Se trata del joven que tuvo dos aspiraciones: ser médico y presidente de Panamá, pero aprovechó una beca que le consiguió su hermano Luis Carlos, embajador en Perú, para la academia militar de Chorrillos en el año 1958.

Es el ingeniero militar que ingresó el 26 de mayo de 1962 a la Guardia Nacional como alférez, en 1970 ya era Teniente Coronel y jefe de espionaje e inteligencia (G-2) como compensación por haber apoyado a Torrijos cuando intentaron sustituirlo; en 1983 a general de cuatro estrellas, jefe máximo de las Fuerzas de Defensa, y en 1989 como Jefe de Gobierno, declaró a Panamá en estado de guerra contra los Estados Unidos, país que lo tuvo en planilla de la CIA por décadas.

No olvidemos que el que hoy reclama por sus derechos pidiendo respeto es aquel que mandó a decapitar a Spadafora, que ordenó torturar y fusilar a Giroldi y sus once compañeros, es acusado de la muerte de Portugal y varias otras personas, y fue quien ordenó reprimir con feroz violencia a todo un pueblo que clamaba libertad con pañuelitos blancos.

Yo sólo hablé con Noriega una noche en casa de un amigo, que a instancias de él nos invitó a ambos a cenar.   Al cabo de una hora y media aún no sabía qué pretendía ni qué pensaba. Cavilaba yo si el sujeto que tenía enfrente era supremamente inteligente o un hombre muy mediocre, me incliné por pensar lo segundo atribuyéndole una astucia casi animal innata y sin ningún freno moral.

La excelente periodista Migdalia Fuentes de Pineda, le entrevistó cuando recién llegó a la jefatura de las Guardia Nacional preguntándole: ¿Quién es M.A.N.? y él respondió con la frase con la que Dios se definió ante Moisés en la cumbre del monte Sinaí: “Ego Sum qui Sum” (Yo Soy El que Soy);   además cuando ella quiso saber qué normas seguía, le contestó que en sus caminatas de madrugada Dios le indicaba lo que debía hacer. Con estas respuestas rechazó toda validez de cualquier ética universal y reveló el sentido de su prepotencia ilimitada y casi, según él, divina.

Tampoco debemos olvidar que misericordia y perdón han de anidar en nuestro corazón para todos aquellos que nos han causado males, pero sin perder de vista las palabras de Juan Pablo II en su encíclica Dives In Misericorida cuando dice “La misericordia difiere de la justicia pero no está en contraste con ella”.

La salud del pueblo, sobre todo ahora que requiere rectificar su rumbo e historia, exige que Manuel Antonio Noriega, ese que con su actitud mansa hoy solicita tácitamente misericordia, pida perdón y nos explique todas las interioridades de su poder malévolo sobre Panamá para que la misericordia no contradiga la justicia.

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Este artículo se publicó el  2  de mayo de 2010 en el diario  El Panamá América a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

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