Desde la cima del país

La opinión del Estudiante de Periodismo de la UNACHI….

Osman Esquivel López

Durante siglos los chiricanos hemos disfrutado de la belleza de nuestro terruño; sin embargo, hoy día vemos un futuro incierto para la presente y futura generación.

No es una alarma, es una verdad que se acerca poco a poco y no escaparemos de esta crisis, quizás los que observamos desde nuestros hogares el azul oscuro del imponente Volcán Barú al amanecer, no será más. Pero, ¿cuál será la causa? Simple y sencillamente es el resultado de nuestras acciones.

El pasado 24 de junio se conmemoró un aniversario más de la creación del Parque Nacional Volcán Barú (PNVB); parque creado en 1976 con una extensión de 14,322.5 hectáreas ubicadas en la de provincia de Chiriquí.

En este pedazo de Panamá se eleva el Volcán Barú con 3,475 metros de altura. Aquí las temperaturas anuales oscilan entre los 20°C en su parte más baja y -10°C en la cima del volcán.

Las lluvias son muy variables, llegando a un promedio de 4.000 mm anuales en las partes más bajas y en las partes altas supera los 6.000 mm. Entre los quebrados cerros y espesa selva nacen importantes ríos como el Caldera. Entre su vegetación podemos observar bosques muy húmedos montanos bajos, que no se encuentran en otras partes de país.

Las áreas adyacentes al PNVB, son de importancia como lo es el caso del Parque Internacional La Amistad, el Humedal Lagunas de Volcán, el Bosque Protector Palo Seco y la Reserva Forestal Fortuna. Cada una de ellas se necesitan. Por ello, es urgente la responsabilidad ciudadana por parte de las autoridades y de nosotros.

No es posible que atentemos contra la flora compuesta por árboles de robles, zarzamora y las orquídeas. La fauna rica y variada, en la que se destacan el quetzal, el aguilucho blanco y negro, los colibríes ventinegro y el orejivioláceo pardo.   Y aún más las especies endémicas de la Cordillera de Talamanca como la reinita carinegra, el zeledonia, el pinzón musliamarillo y la pava negra; y qué decir de los felinos, en el área habitan cinco especies siendo el puma el más abundante.

Analicemos desde el punto de visto lógico:  ¿Quién es capaz de destruir su morada? Nadie, entonces ¿por qué destruimos nuestro único hogar “La Tierra”?  O sea ¿nos autodestruimos?, increíble pero cierto. Solo al inicio del mes de mayo, los medios informaban sobre la devastación de 270 mil metros cuadrados próximos al PNVB.   Qué decir de los desechos sólidos que propios y extraños tiran en los senderos de este parque.

Ahora es cuando Panamá. Tarde que temprano la madre naturaleza nos la cobrará una a una, allí si es verdad que nadie se escapará.

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Este artículo se publicó el  5  de julio de 2010 en el diario  El Panamá América,  a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

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