Mockusmanía, partidos verdes, imitaciones y autenticidad

La opinión de…

Azael Barrera

Luego del rápido ascenso del Partido Verde en la campaña electoral del vecino país, ya varios hablan de formar un partido ecologista en Panamá. Argumentan y preguntan en los medios, en los pasillos de los trabajos, en las salas de los hogares, en las de espera de los hospitales o de las instituciones, si en Panamá debemos tener un Antanas Mockus.

Nuestro gobierno apenas cumplirá un año en funciones y ya las decepciones brotan, a pesar del aparente apoyo popular, como pasó hace 5 y 10 años, sobre todo entre quienes diferencian una administración gubernamental responsable y planificada de una populista “apagafuegos”.

Irónico porque los bomberos no tienen con qué apagar los verdaderos fuegos.

Lastimosamente, en nuestro país no imitan las cosas para construir algo bueno, no se innova. Se imita lo malo o conveniente, adoptando vidas de “telenovelas”, nombrecitos, colores y eslóganes, alimentando por dentro el “juega vivo”, de derecha o de izquierda.  Abundan los partidos “camaleones” que cambian de nombre y de piel, pero siguen “jugando vivo” buscando espacios de poder.

El verdadero cambio no es cambiar buses de tercera por buses de segunda clase, –la seguridad y la vida no tienen precio– o poner un metro sin replanificar la ciudad. No es ir con mazos retomando las concesiones del Estado, cuando al mismo tiempo se invita a las transnacionales a que destrocen nuestro patrimonio natural, cambiando leyes y suavizando normas ambientales para atraer “inversión extranjera”.

El verdadero cambio no es el que un mandatario o gobierno hará por nosotros, es el que debemos hacer nosotros mismos. De nada vale ningún “cambio”, si continúa el “juega vivo” propio, de aquel vecino, chofer, funcionario de bajo y alto rango, obrero, empresario, productor o intermediario, policía o extranjero. El virus de la corrupción está en todas partes; se alimenta insaciablemente de una pobre y débil educación.

¿Es posible un verdadero y duradero cambio, sin retóricas populistas que respondan al autoritarismo y permanencia en el poder? Sí, porque su base estará en una buena educación. Pero no esperemos que una autoridad educativa y su “manual de transformación”, o educadores “sindicalizados” lo hagan por nosotros. Debemos hacerlo nosotros mismos. El cambio comienza en nosotros, en casa, sea de cartón, barro o cemento, de hojalata o de mármol; en nuestra comunidad, en nuestro trabajo, en la calle, y sí, en el aula.

¿Será posible un “partido verde”, sin plagiar la Mockusmanía? Sí, aunque digan que una golondrina no hace verano, pero al menos la primavera es posible. Sería un “partido” integrador; algo contradictorio, porque los partidos dividen.

Sería primero “verde”, no sólo porque sea ecologista, sino por esperanza en el ser humano honesto, que vemos reflejado en la biodiversidad que todavía no ha sido presa de la minería a cielo abierto –la cual hay que detener, ya en sus garras tiene a Colón y Chiriquí– o, incluso, en el pasto orgánico.

Verde por soñador, pero realista como los “libros verdes” que cambian ciudades para bien; porque sabemos que podemos cambiar por dentro para mejor y, al hacerlo, cambiaremos para mejor lo que nos rodea. Así funciona la ecología humana positiva.

Luego cambiaría a “blanco”, como la luz que suma todo el espectro, como el color de la convicción, de la integridad, de la honradez, de la limpieza, de la salud, de la transparencia, de la honestidad, de la legalidad, de la solidaridad y de la autonomía democrática, de la independencia respetuosa y de la paz, porque no habrá paz si no hay todas las anteriores.

En ese momento ya no habría partidos de ideologías desgastadas y contrarias, sino conglomerados humanos diferenciados pero actuando por un verdadero bienestar individual y común, es decir, una auténtica sociedad civil.

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Artículo publicado el 3  de junio de 2010  en el Diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

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