Un Mensaje al Corazón que nos envía Monseñor….
Rómulo Emiliani, cmf.
Si usted quiere ser feliz, aspiración de todo ser humano, debe buscar el camino que llegue a ese término y le expongo en estos pasos unas pistas para encontrar tal sendero.
1. Tome conciencia de que no hay felicidad plena ni estable aquí en la tierra y que además la misma no consiste en obtener desesperadamente cosas, sino en mantener un equilibrio emocional y mental en medio de la agitación y convulsión de un mundo caótico y la satisfacción profunda al sentir que se está cumpliendo una misión que lo trasciende a uno.
Uno debe sentirse llamado por el misterio amoroso del Padre providente que lo ubica a uno en la historia para contribuir al crecimiento pleno de la humanidad y de la creación entera.
Para eso cualquier profesión, trabajo u oficio tienen un puesto esencial en el plan de salvación divino. Ser carpintero, mecánico, médico, ama de casa o ingeniero, todos tenemos un lugar en la historia. Inclusive el enfermo postrado en una cama ofreciendo su dolor por la salvación del mundo, cumple una misión sagrada.
Todos somos importantes en el mundo, y un niño que tenga lamentablemente parálisis cerebral es también indispensable y necesario, es un miembro vivo de este cuerpo místico que trasciende el universo y en el cual todo ser humano brilla por sí mismo, tiene un alma preciosa, única, irrepetible.
2. La felicidad está en sentirse conectado con la vida que en armonía se manifiesta en todo el universo y de la cual uno forma parte y es protagonista de su desarrollo. No estamos solos y vivimos íntimamente enlazados con todo lo que es y desde el respirar con ánimo, el caminar con brío, el pensar positivamente y el amar incondicionalmente, todo lo que hagamos repercute para bien del Todo. Por eso la extrema importancia de hacerlo todo con buena intención y que sean rectas las acciones. El rechazar cualquier pensamiento y acto malo ennoblece a uno y a la humanidad entera, por esa conexión vital que tenemos con todo lo creado. La felicidad consistirá en cultivar pensamientos y sentimientos buenos, los más puros posibles y purificar todo aquello que pueda destruirlo a uno mismo y a otros.
3. La felicidad consiste en tener tan mala memoria de todo lo malo que nos ha pasado, desechando en el basurero del olvido ofensas, ultrajes y fracasos, sabiendo perdonar a los que han actuado mal y perdonándose uno a sí mismo, sabiendo que lo negativo del ayer es una carga muerta tan pesada que arrastrarla nos impide seguir el camino. Nadie puede ser feliz recordando con amargura sucesos y personas que le ocasionaron daño, ya que el recordar es “volver a vivir” lo sucedido y experimentar el “golpe” nuevamente. Más bien vale la pena recordar sucesos positivos que nos han hecho la vida más agradable y han influido en nuestro crecimiento. No recuerde lo negativo sino solamente para aprender alguna lección del pasado.
4. La felicidad tiene que ver con no esperar obsesivamente resultados, porque estos dependen de tantos factores externos que no podemos controlar. Donde hay que estar atentos es en hacer las cosas lo mejor posible, llevando con pasión y organización, perseverancia y buen ánimo los proyectos en donde estamos involucrados, poniéndonos en las manos de Dios y “esperando siempre lo mejor, pero estando preparados para lo peor, por si ocurre”. Esto es la vida. Es ingenuo pensar que se puede triunfar siempre.
5. “Muéstranos al Padre”, le dijo Felipe a Jesús y él respondió: “Quien me ve a mí, ve al Padre”. Y también dijo:” Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Cristo es el camino hacia el encuentro con el Dios vivo, santo e infinitamente amoroso. Una sana espiritualidad, sin fanatismos, abierta a las insondables vivencias del Señor, quien a través de nuestros encuentros con Él nos va indicando el sendero de la plenitud, de la santidad, es necesaria para encontrar la felicidad. Pero lo paradójico en el cristianismo es que la felicidad se consigue envuelta en sacrificios, persecuciones, renuncias, estando siempre vigilantes para no caer en tentación, llevando la cruz de cada día. Porque ser feliz consiste en amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y todas las fuerzas y en amar al próximo como a uno mismo. La felicidad entonces consiste en: amar, amar y amar sin esperar recompensas, asumiendo todas las consecuencias de esa entrega total, en donde nos vamos inmolando por la causa del Reino, hasta consumirnos, gastarnos y desgastarnos como Jesús, quien vertió por nosotros hasta la última gota de sangre y agua. Así seremos invencibles a la depresión.
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Este artículo se publicó en dos partes: el 17 de julio y el 24 de julio de 2010 en el diario El Panamá América, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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