¿Lucro o beneficio para la salud?

La opinión de…

Rubén D. Carrera D.

La industria farmacéutica tiene una indudable función social, ya que contribuye a mejorar la salud de las personas y, por lo tanto, coadyuva a mejorar su calidad de vida.

Durante los últimos 25 años, esta industria a nivel mundial ha enfrentado transformaciones aceleradas y profundas, entre ellas un número importante de fusiones y adquisiciones de empresas, multiplicación de alianzas estratégicas entre grandes laboratorios, crecimiento en el gasto dedicado a la investigación y desarrollo; concentración de su capacidad productora en pocos países; el impulso en la producción de medicamentos genéricos intercambiables; el desarrollo de la biotecnología y el inicio de la medicina genómica. La industria farmacéutica está integrada por diferentes divisiones: medicamentos para uso humano, principios activos (fármacos), medicamentos veterinarios, equipos médicos, etc.

El mercado farmacéutico mundial factura más de 700 mil millones de dólares al año. Es la rama más poderosa del sector empresarial después de la industria bélica y del petróleo. En 2002, por ejemplo, las ganancias de las 500 industrias más provechosas según la revista Fortune, reportaron que las 10 compañías farmacéuticas más importantes superaron las restantes 490 empresas. Estados Unidos es el principal mercado y en conjunto con la Comunidad Europea y Japón representan el 88% del total mundial. En Latinoamérica el mercado se concentra en cuatro países: México, Brasil, Argentina y Venezuela.

Esta industria integra redes de conocimiento científico como resultado de los estudios de investigación y desarrollo y posee una importante capacidad de manufactura especializada y vastos sistemas de comercialización y distribución; además, los laboratorios de la industria gastan en actividades de investigación más del 20% de sus ingresos, lo que equivale hoy a 30 mil millones de dólares anuales. Sin embargo, es muy poca la investigación de la industria dirigida a combatir las enfermedades tropicales –malaria, tuberculosis, chagas y leishmaniasis, entre otras–, no obstante ser las causantes del 90% de la mortalidad en el mundo.

La industria, en aras de mejorar sus utilidades, se ha asegurado de que el envejecimiento, la menopausia, la falta de memoria y la infelicidad cuenten con un medicamento a su servicio, según el periodista alemán Ray Moynihan y un colaborador, quienes publicaron un artículo en la revista British Medical Journal. Allí detallan lo que denominan “males inventados”, es decir, la transformación de procesos naturales en enfermedades que requieren medicamentos.

Otra forma de generar ventas es a través del desarrollo de medicamentos inútiles que se conocen con el nombre de “medicamentos yo también” (me too drugs). Son productos que se diseñan y comercializan para sustituir un medicamento anterior, cuya patente está a punto de expirar. Te hacen creer que aportan propiedades terapéuticas novedosas y, por ello, logran aprobarlos como nuevos, así mantienen el monopolio de comercialización por varios años. Este fue el caso de Vioxx®, un antiinflamatorio que, después de su aprobación en 1999, se retiró en 2004 porque producía ataques cardíacos y embolias.

Es pertinente decir que la industria gasta el 30% de su presupuesto total en actividades de publicidad, con el convencimiento de que a mayor publicidad mayor consumo; mejorando notablemente sus márgenes de utilidad.

El mercado farmacéutico en Panamá involucra un monto de transacción anual del orden de los 215 millones de balboas (2008); de ellos 100 millones se comercializan a través de una red de más de mil 500 farmacias distribuidas en todo el país. Los restantes 115 millones de balboas son adquiridos y provistos por el Estado, a través del Ministerio de Salud y la Caja de Seguro Social. Hay seis laboratorios de producción nacional que abastecen entre el 10% y 15% la demanda del mercado, el resto de los medicamentos son adquiridos a través de alrededor de 50 distribuidoras.

No hay, seguramente, otro tipo de producto de uso humano que merezca o exija un tratamiento ético mayor que los medicamentos. Sin embargo, hay algunos rubros de este mundo de los fármacos en que no siempre la ética es una condición o exigencia primordial. No son pocos quienes se rebelan, porque no conciben que la industria productora de medicamentos sea una de las actividades más lucrativas en el mundo.

<> Este artículo se publicó el 18 de septiembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos,   lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

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