Hay ocasiones en que me provoca colgar los guantes y olvidarme de todo este asunto relacionado con la forma cómo se maneja la política panameña.
Me pregunto si Panamá es un país o un negocio. Si los panameños en vez de darle a la Patria lo que hacemos es quitarle. Si ganar elecciones se percibe igual que ganar la lotería. Estar en el gobierno es estar en la papa y los que de alguna forma creemos que Patria es servir, aportar, solidarizarse, empeñarse, sacrificarse no somos otra cosa que unos ilusos, ingenuos, idealistas, inconformes, ahuevados o pendejos.
Es que no duele cuando los ladrones roban. Duele cuando los amigos o la gente que usted cree y tiene fe que son diferentes terminan haciendo lo mismo que los ladrones. Llegan al gobierno a robar. A vender sus servicios como consultores. Con honorarios superiores a lo que gana inclusive el Presidente de la República en un año.
Cuando se reparten los negocios públicos. Cuando igual que los más desvergonzados también acomodan a sus familias y amigos en los cargos públicos. Duele más y profundo.
Lo que ocurre en la Alcaldía con las consultorías es vergonzoso. Pero ¿en quién se puede confiar hoy en día en la gestión pública en un país donde todos parecieran ser mercaderes, donde el deporte nacional es sacarse cada uno los trapos sucios de la corrupción del adversario? Nadie con la intención de limpiar esto, sino festejar las huellas del delito ajeno.
En ocasiones pienso que vivimos en Sodoma o Gomorrah y pretendemos sanear y transformar lo que resulta imposible porque se lleva en la sangre, en el gen, en la cultura, en el comportamiento diario, en el diario bregar.
Arnulfistas, PRD, CD, Molirena, Unión Patriótica. Que importa a qué partido se pertenezca cuando las conductas son idénticas y los intereses son similares. Ganar elecciones es gozar el poder por cinco años para satisfacer todos los apetitos materiales. Es la cornucopia que mejora la vida material con total desprecio a cualquier fin patriótico.
La política panameña en verdad asquea. Leo los periódicos, oigo la radio, veo las noticias en televisión y los escándalos y los cuentos que son el bodrio con que todos los días nos alimentan. Y me pregunto ¿vale la pena si hasta el alma me envenenan?
Hay días que todo esto que nos pasa como país me descompensa, me deprime, me hace perder la fe. Hay días que la política me parte el alma porque son los que están cerca de mí los que asesinan la esperanza.
<> Artículo publicado el 15 de septiembre de 2010 en al Diario El Siglo a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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