Estado de Derecho: Hombres e Instituciones

La opinión del Abogado y Docente Universitario….

Silvio Guerra Morales

La pregunta sería: ¿Somos las personas las que estamos en crisis o están en crisis las instituciones? Pareciera algo redundante sostener que los hombres están en crisis y las instituciones también están en crisis.   O podríamos decir que en crisis están los hombres y no las instituciones y que éstas funcionan u operan conforme los hombres, los que las dirigen, desean que funcionen. En fin son éstos los que las conducen.

Por otra parte, también podríamos decir que las instituciones nunca podrían estar en crisis dado que están son cuerpos sin alma, estructuras reguladas por las leyes, por el ordenamiento jurídico y que son quienes las representan los que les establecen la tónica de su operatividad que puede redundar en resultados positivos o negativos. Si fracasan las instituciones, a raíz de ello muchos suelen decir que quien realmente ha fracasado es el hombre y que el sujeto imputable de dicho fracaso es solamente él.

Sin embargo, dentro de estas reflexiones, tal vez aproximadas a la lógica de las cosas conforme al orden natural o a una especie de iniciativa epistemológica por discernir el carácter verdadero o falsacionario de las instituciones propias del Estado y que se hallan plasmadas en nuestras leyes, estimamos propicio advertir que en todas las épocas han existido buenos y malos dirigentes.

Los buenos nunca se hicieron depender del institucionalismo, aunque lo respetaron y se proyectaron por encima de las meras formas, se empinaron sobre proyectos visionarios y dieron al traste con esperanzas muertas plasmando en la realidad cuestiones asequibles para la sociedad o para los gobernantes.

A raíz de esas preocupaciones y concreciones, estos buenos líderes o gobernantes dieron a sus naciones nuevas instituciones y evolucionaron desde el carácter monarcal, autoritario, de las formas de gobernar heredadas del pasado y caracterizadas por un autocratismo perverso que al final daba cuentas de un burocratismo cuyo mejor canto rimaba con la estrofa “todo depende del hombre que manda”, para luego dirigirse o encaminarse por los senderos del auténtico Estado de Derecho como mejor forma o expresión del estado natural y político en que los hombres y mujeres deseamos convivir.

No puede haber admiración al Estado conducido antojadizamente; no pueden haber felicitaciones para los hombres que dirigen las instituciones a su capricho y menos vítores para quienes desde un ministerio empujan su propia perfidia y desorganización, haciendo que ruede, cuesta abajo, toda posibilidad de mejorar a los hombres y de perfeccionar a las instituciones.

Se impone, luego, en nuestro medio, una cultura que proyecte la concordia, la paz, el sosiego doméstico, y que paralice, de una vez por todas, la insidiosa malquerencia de quienes, desde la cúpula del poder, sea de la clase que fuere, siembran el miedo, el patetismo y la promoción de la división entre panameños y panameñas.

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Publicado el  4  de diciembre de 2009 en el diario El Panamá América, a  quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.

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