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Más allá de Zelaya
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I. Roberto Eisenmann Jr.
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Nuestro continente vive movimientos políticos novedosos. Por una parte se inventó una especie de “demodura”, o sea democracias electorales que se van convirtiendo –lentamente, paso a paso, vía reeleccionista– en dictaduras con ropaje democrático electoral. …¡brillante maniobra de Hugo Chávez! Por otra parte, en Honduras se produce un violento cambio de un gobierno constitucional y se le justifica como “el cumplimiento de una orden judicial y constitucional”. Según los defensores de este acto, “los militares cumplieron una orden de las instituciones civiles y no se tomaron el poder: restauraron el estado de derecho y no interrumpieron el período electoral que se dará en siete meses”… un novel golpe.
En otras palabras: vivimos una etapa en la que nada es lo que aparenta ser, y los dirigentes políticos, sea cual fuere su ideología, son unos malignos violadores de las Constituciones y las leyes, unos y otros gritando sus mentiras a voz en cuello.
Para afrontar estas novedades, nosotros –los ciudadanos– tenemos que re–ubicar las cosas para que prevalezca la verdad. Para hacer esto hay que reconocer que los principios generales no siempre aplican a problemas específicos; los panameños tenemos experiencias claras. En nuestro Panamá el imperio convirtió a nuestra Policía civil en Ejército; este dio un golpe al gobierno constitucional, y el imperio celebró al gobierno militar por su impuesta “estabilidad” (producto de palo, asesinatos, exilios, etc.).
Noriega, puesto por el imperio y operativo de la CIA desde sus 18 años, cometió un error y mató a un soldado norteamericano, por lo que el imperio (contra la opinión de todos los opositores a Noriega) invadió a nuestro país –a un costo brutal en vidas y propiedad– para sacar a “su SOB”. América Latina en masa protestó (como tenía que ser) por principios, pero el pueblo panameño recibió y celebró a los invasores como “liberadores”. “Ellos nos lo impusieron, les tocaba a ellos mismos liberarnos de él” –decían los panameños. América Latina jamás entendió… y Panamá evolucionó democráticamente a lo que es hoy, sin gorilas… ni nacionales ni extranjeros.
Puede estar ocurriendo algo parecido en Honduras: Zelaya –del Partido Liberal– ganó las elecciones con un pobrísimo 28% de los votos. Estaba terminando su mandato (le quedaban siete meses) con una popularidad bajísima de 25% (de las más bajas en América Latina); al sugerir la prohibida “reelección”, el 67% de los hondureños dijo que jamás votaría por él. A pesar de estos negativos Zelaya insistió en violentar la Constitución para convocar a un referéndum usando una cuarta urna.
El Congreso, la Corte Suprema, el Tribunal Electoral, la Fiscalía General, los partidos (incluso el Liberal de Zelaya), la Iglesia dirigida por el respetadísimo cardenal Oscar Andrés Rodríguez, amigo de Zelaya, el Ejército… todos… se niegan a su maniobra de quebrantar el orden constitucional. Los hondureños no querían a Zelaya, pero Chávez y su combo sí… y le dicen “pa’lante, compañero”. Los hondureños entonces pero en forma burda lo sacaron en un “cambio de gobierno constitucional”. Chávez (el neo-imperio) amenazó con invadir y los gringos (el viejo imperio) no solo estuvieron con Zelaya y protegieron a su hijo, sino que –como debe ser por principio– condenaron inmediatamente el golpe junto a toda la comunidad internacional.
Siento que, a pesar del apoyo unánime internacional, Zelaya se quedará en el exilio. Honduras quedará aislada de la OEA y ONU (¡qué miedo!) por siete cortos meses. Celebrarán las programadas elecciones (ya hay candidatos populares con primarias ganadas) en noviembre o antes, y la crisis hondureña quedará atrás … pero no quedará atrás el nuevo problema de las “demoduras” y de los nuevos “golpes constitucionales”. Lo importante entonces es qué vamos a hacer más allá de Zelaya.
Como lo escribió el amigo Daniel Pichel, tenemos todos –ciudadanos e instituciones– que redefinir lo que es un gobierno democrático. Un nuevo check–list es imperioso. Por ejemplo:1. Victoria electoral legítima y sin objeción.2. Separación real de poderes.3. Respeto a la Constitución y a la Ley.4. Respeto absoluto a la libertad de expresión y opinión, y a los derechos humanos.5. Respeto absoluto a las minorías.6. Sistema independiente yfuncional de Justicia … y un largo etcétera.
Olvidando las ideologías por un instante: si un gobierno cumple con solo un “item” del check–list (elecciones) no es democrático, y así lo deben catalogar los entes internacionales. Puede llamársele por otro nombre, como por ejemplo “caudillismo colectivista” u otro que se prefiera… pero no “democrático”. ¡A llamar las cosas por su nombre, y a entender las situaciones de cada país!
Los hondureños se encontraron entre un potencial “caudillo colectivista” y un golpe. Prefirieron entre dos horribles males, el que ellos consideraban el menor por sólo siete meses, hasta las elecciones de noviembre.
Yo por principio los critico pues no estoy de acuerdo con ningún golpe … pero los comprendo. Ellos están allá y conocen su tierra; yo estoy acá filosofando sobre una tierra ajena.
Pero no puedo dejar de concluir con un ¡remember Panamá!
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Publicado el 10 de julio de 2009 en el diario La Prensa; a quien, al igual que al autor, les damos todo el crédito que les corresponde.
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