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La opinión de…
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Gonzalo Soto Martínez –
En un virulento artículo, un profesional de la medicina lanza gravísimas acusaciones -insinuaciones- al Presidente. Su presunto alcoholismo, enfermedad que afecta a gran parte de los adultos panameños, no debía tratarse fuera del ámbito médico-familiar, excepto si la euforia y sopor etílico lo conduzca a delegar responsabilidades importantes y haya afectado nuestras relaciones exteriores. Uno de los pocos ebrios famosos que no se recuerda como un hazmerreír –Churchill– condujo a su país a la victoria durante la Segunda Guerra Mundial.
Es cierto que nuestra sociedad acostumbra ignorar y olvidar todo tipo de delitos de quienes tengan influencia –política o económica- desde el abogado ebrio que asesinó a dos personas con su automóvil, quienes lanzaron a una joven mujer desde las alturas de un hotel, hasta aquellos crímenes cometidos por la dictadura militar. Pero usted, Presidente, no es cualquier persona; todavía no es el político que nos restriega en cara su fortuna mal habida –transformada en yates o safaris– y contrata una batería de abogados para defenderse.
Usted es por voluntad popular y propia el primer ciudadano de Panamá. Con encono, el comentarista destaca sus posibles nexos con el narcotráfico, lo acusa de jugar con la salud del pueblo, desde su matadero en Soná y su cadena de supermercados, resaltando su influencia con Noriega. La clase política panameña, en la que el transfuguismo y la ausencia total de principios no permite distinguir partidos, ha utilizado, con pocas excepciones, el poder para enriquecerse, sin importarle el bienestar del pueblo, ni la legalidad o procedencia de sus riquezas.
Lástima, no conocimos estas filtraciones antes, así los panameños que creímos en la mentira del cambio nos hubiéramos abstenido del voto, sin participar en una nueva burla electoral.
Defiéndase excelentísimo, pero no utilice los poderes imperiales que le otorga la Constitución y otros que usted utiliza, para asesinar y dejar ciegos a hermanos indígenas, cercenar libertades y perseguir a sus críticos.
Utilice la Presidencia para ser la excepción histórica de hacer un gobierno honesto que defiende los dineros públicos. Con saña, le llaman coimero, no sobrerreaccione aprobando leyes para proteger la figura presidencial de presuntos agravios, que debe protegerse únicamente con sus acciones: no elimine el control previo en licitaciones, nombre un contralor independiente –esto le permitió a Endara mantener su jauría parcialmente a raya-. Convoque una Constituyente.
Cámbielos -usted conoce su pedigrí- y lo que haya que cambiar; no continúe empañando su maltrecha figura presidencial.
Desearíamos recordar, además de sus obras públicas, al presidente que decidió cambiar el círculo vicioso de corrupción que empobrece a Panamá. Demuestre que los bienes públicos no continúan siendo propiedad del partido gobernante.
La oposición, que al encubrimiento llama eufemísticamente “convivencia pacífica”, hace todo para que su presidencia sea un desastre, filtraciones incluidas. Ellos hicieron cosas similares: asesinatos, contratos leoninos en corredores y privatizaciones, autoconcesionarse bienes públicos etc., y esperan, a través de sus errores, volver al poder, pero no tienen moral para recriminaciones públicas.
Demuestre al país que no se equivocó, intente cumplir sus promesas. Si no puede… ¡El que calla otorga!
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Este artículo se publicó el 26 de enero de 2011 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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